Del entusiasmo al desencanto: literatura sobre el 'boom' turístico en la Costa Brava
Libros de Aurora Bertrana, Sebastià Roig, Patricia Langdon-Davies, Josep Pla, Paul Scott, JG Ballard, Miquel Martín y Toni Sala retratan la evolución del turismo en las costas gerundenses entre los años sesenta y la actualidad
Barcelona“Dos años atrás, ese patio servía de establo. El barrendero municipal era el propietario. Alguien le sugirió que allí se podía instalar un dancing. El barrendero pensó que la idea era buena. Al año, vendió la mula y el carro y adquirió un automóvil. Dos años después se hacía construir una torre en la Punta”. Aurora Bertrana fue una de las primeras escritoras que retrató la eclosión turística de los años sesenta en la Costa Brava. En la novela Vent de grop publicada en 1967 por Alfaguara y reeditada ahora por Ediciones de la Ela Geminada, Bertrana narra el amor de verano entre Rafelet Sureda, un pescador ampurdanés, y Mabel, una turista inglesa que veranea en la Cala. "Los personajes no son escalencs, sino calencs", aclaraba Bertrana en la revista Presència.
La novela de Bertrana, adaptada al cine por Francesc Rovira-Beleta con el título La larga agonía de los peces fuera del agua (1970), muestra el choque cultural entre dos estilos de vida que nada tienen que ver, pero que conviven en un mismo espacio. Desde entonces, muchos escritores, tanto catalanes como extranjeros, han plasmado las consecuencias del turismo de masas en las costas gerundenses y la relación a menudo tensa entre autóctonos y forasteros. “El turismo no sólo provocó una transformación física del paisaje, sino también un impacto moral y psicológico”, dice el escritor de Begur Miquel Martín i Serra, que en La drecera (Periscopi, 2020) describe la desaparición del Empordà que había conocido de pequeño. “La llegada de turistas transformó la lengua, la mentalidad, la forma de relacionarse, los trabajos”, añade.
En los años sesenta, el punto de inflexión definitivo
“Los tenderos de la Cala se habían puesto a estudiar idiomas. Champurraban el francés y el inglés e, incluso, unas palabras de alemán. De mayo a octubre, olvidaban el catalán, lengua comercialmente despreciable”, escribe Bertrana. A partir de los años cincuenta, y sobre todo en los sesenta, algunos ampurdaneses vieron el turismo como una oportunidad económica. En Vent de grop, el pescador protagonista envidia a un amigo que “había tenido la osadía de romper la tradición familiar y hacerse chófer”. “Las generaciones más jóvenes no querían despejarse como sus padres, haciendo de campesinos o pescadores, porque veían que podían ganarse bien la vida con trabajos menos duros”, dice Sebastià Roig, que en el ensayo Turista a babord!: Franco, biquinis, toros i sangria (Úrsula Llibres, 2021) analiza las opiniones de la prensa franquista hacia los turistas.
Algunos extranjeros también aprovecharon la ola turística para trasladarse a la Costa Brava. Es el caso de la escritora Patricia Langdon-Davies, que en 1952 se instaló en Sant Feliu de Guíxols con su marido, el periodista de guerra John Langdon-Davies, y regentaron juntos el hotel Casa Rovira. La escritora inglesa publicó The cat, some seeds and fifteen books (traducido al catalán en 2011 en la edición de la Diputación de Girona), unas memorias que reflejan la evolución del turismo hasta mediados de los años sesenta. "Es un libro de referencia", dice Martín. "Langdon-Davies explica muy bien su relación tanto con la gente del pueblo como con los turistas extranjeros", detalla.
Josep Pla y Norman Lewis, cronistas de un mundo que acababa
Mientras algunos ampurdaneses subían entusiasmados en el carro del turismo, Josep Pla observaba con una añoranza prematura el mundo de sus antepasados. “Pla idealiza la vida pura de los pescadores, salvajes e integrados en la naturaleza. Él se va a estudiar a Barcelona, ya sigue un camino diferente, pero añora la vida sencilla y a la vez llena de la gente de mar”, dice Martín, que recomienda especialmente la recopilación de narraciones de Pla Aigua de mar.
El periodista inglés Norman Lewis escribió Voces del viejo mar (1984), en la que describe los tres veranos que pasó durante los años cuarenta en un pueblo de pescadores de la Costa Brava, que él llama Farol. Lewis constata la decadencia de los trabajos tradicionales: el primer verano, hace amistad con un grupo de pescadores que siguen costumbres ancestrales; en el último verano, ya casi ninguno de estos hombres se dedica profesionalmente a la pesca.
Las primeras voces críticas con el turismo
En 1968, Maria Aurèlia Capmany estrenó la obra de teatro Vient de garbí y una mica de por, que cuenta la historia de unos burgueses que veranean en Cadaqués después del Mayo francés. Un año antes, Josep Maria Forn había dirigido la película La pell cremada, protagonizada por un andaluz que trabaja de albañilería en Lloret de Mar. "Había siempre una especie de rivalidad entre los visitantes, que eran gente adinerada, y los del pueblo, de clase trabajadora", dice Martín, que recuerda "un abismo social" entre unos y otros. Aunque el escritor inglés Paul Scott retrató la Costa Brava con los estereotipos habituales, en la novela The Corrida at San Feliu (1964) también constata las desigualdades entre los turistas y los trabajadores. “Los chicos de los hoteles provenían de lejanas partes de España. Eran muy pobres, trabajaban duro y parecían felices. En invierno volvían a casa y trabajaban a pico y pala por un sueldo mísero”, escribe Scott.
Scott también fue uno de los primeros escritores que se fijó en los “chalets de nueva construcción por los especuladores de Barcelona y Girona”. Josep Pla, que se había interesado por la vida de los pescadores, escribió en 1971 un artículo contundente en la Revista de S'Agaró criticaba la destrucción del paisaje. "En verano, esta costa se ha convertido en un fabuloso campamento turístico pobre, ruidoso, desastrado, caótico, de un pintoresquismo primario y grotesco", escribía.
El escritor inglés Tom Sharpe, que echó raíces en Llafranc, también “tenía esa sensibilidad para darse cuenta de la especulación urbanística”, según Martín, que firma la biografía sobre Sharpe Fragmentos de inexistencia, publicada a principios de verano por Navona. De hecho, en 1975 Sharpe escribió Blott a la vista, una novela "muy visionaria sobre un político que hace pasar una autopista por un paraje natural y se carga hectáreas de paisaje por intereses personales", explica el biógrafo de Sharpe.
JG Ballard y la fascinación por los complejos turísticos
El escritor James Graham Ballard es un caso aparte. Después de veranear en Roses de 1970 a 1975, ambientó en Empuriabrava el relato distópico que da título a Aparato de vuelo rasante. "A Ballard le fascinaban las macrourbanizaciones turísticas", dice Sebastià Roig, que firma el epílogo de la edición catalana. "Le gustaba analizar el comportamiento de los turistas, que acababan creando una sociedad autónoma, desatada del resto del mundo", añade. "Los centros turísticos de la costa española, desde Roses a Marbella, parecen colonias de Marte", escribía Ballard, que consideraba que la hiperurbanización era "el futuro".
La mirada desencantada de la generación de los sesenta
"Nos lo hemos vendido todo por el turismo y después nos hemos dado cuenta de que no podíamos recuperarlo", asegura Martín. “Nos quejábamos del franquismo, que había permitido aquellas construcciones monstruosas a ras de agua, pero ahora también se están cometiendo unas tremendas barbaridades urbanísticas”, dice el autor de La drecera, que lamenta que "se destruya el paisaje, encima, por gente que viene a pasar sólo quince días en verano".
Es una sensación compartida con otros ampurdaneses que rondan los cincuenta años, como el escritor de Sant Feliu de Guíxols Toni Sala, que en Una família (L'Altra Editorial, 2021) presenta unas memorias ambientadas en el hotel que regentaba su familia. "La temporada turística se ha concentrado cada vez en más poco tiempo y el resto del año algunos pueblos de costa son tragados por un agujero negro, ya no hay calor de pueblo ni actividades vecinales", dice Martín.