Fiona hace sufrir mucho

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Una imagen de la serie.

La plataforma 3Cat incluye entre sus estrenos de ficción La mirada de Fiona. Una serie de capítulos cortos, de entre 15 y 20 minutos, que relata las vicisitudes existenciales de Fiona, Marçal y Oriol. Tienen una treintena de años y están desorientados. Tan desorientados como el espectador que se enfrenta a la serie, que no detecta el conflicto de la trama principal más allá del malestar de los personajes y la angustia por salir adelante. Aquí radica parte del fracaso. La mirada de Fiona tiene una singularidad narrativa: Fiona rompe la cuarta pared para hablar directamente al espectador mirando a cámara. Es una estrategia que parece inspirarse en Fleabag y el recurso de la protagonista para dirigirse directamente a la audiencia. Y eso, que podría ser una virtud, aboca a la serie al fracaso porque se abusa del recurso. En Fleabag es un método sutil y audaz que contribuye a la complicidad y cercanía del espectador con la protagonista. En La mirada de Fiona la idea se utiliza para verbalizar de manera fácil, apresurada, económica y sin esfuerzo todo lo que no se sabe explicar de otra forma. Es rutinario, tramposo y lleva la narrativa a un amateurismo que hace sufrir mucho.

La falta de destreza en el guión perjudica visiblemente las interpretaciones de los actores. La voluntad de realismo que se quiere depositar en los diálogos se intenta conseguir a través de una imitación de la vida real en vez de utilizar técnicas de guión que ayuden a comprimir el relato y hacerlo avanzar. La importancia en la ficción radica en la verosimilitud, no en pretender copiar la cotidianidad del mundo real. Las escenas se dilatan innecesariamente. Cuando Oriol interrumpe la noche romántica de Marçal, la discusión se alarga siete minutos en un capítulo que dura sólo catorce. Las secuencias de Fiona con su madre son siempre reiterativas. Lo único que nos dicen estas escenas es que Fiona tiene un problema con su madre, pero eso lo deducimos en el primer minuto de conversación del primer capítulo. Todo lo demás es siempre lo mismo. Los diálogos están poco trabajados, parecen fruto de la espontaneidad frente al teclado. Existe una dependencia absoluta de la verbalización: las emociones, los hechos, los obstáculos, el pasado de los personajes... Todo está dicho y explicitado a partir del texto.

La mirada de Fiona sólo existe en el título de la serie, porque el resto es todo de una literalidad textual que vuelve a evidenciar la falta de técnica. Quizá a los guionistas les convendría echar un vistazo a Cómo escribir diálogos que funcionen para cine y televisión, un libro de Piti Español, de la editorial Laertes, que debería convertirse en biblia y manual de muchos guionistas. Hay escenas que quedan partidas en dos episodios distintos sin ninguna lógica. La edición es torpe, ya que provoca confusión en las líneas temporales e ignora los recursos que facilitan y explican las transiciones. La mirada de Fiona no permite la identificación ni la complicidad, porque no hace ni reír, ni llorar, ni emocionar, ni pensar. No cumple con los requisitos mínimos. Más que Fiona, quien debe hacerlo mirar es el 3Cat.

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