Yo soy yo y mi gemelo
Hablamos con seis parejas de gemelos monocigóticos, los llamados idénticos, sobre cómo se construye la identidad cuando desde el útero materno has compartido vida con alguien muy parecido a ti
"Es una relación que si no eres gemelo, por muy buena relación que tengas con los hermanos, es difícil de entender". Si algo me ha quedado claro después de entrevistar a seis parejas de gemelos idénticos -o monocigóticos- es que, por mucho que lo pregunte y por mucho que lo intente, nunca podré acabar de saber qué significa tener un hermano gemelo o una hermana gemela. Si bien la relación entre gemelos pasa por diferentes fases -en la infancia o en la adolescencia hay mayor interés en diferenciarse, según explican algunos entrevistados-, la conexión que tienen sobrepasa la simple relación fraternal. "Siempre hemos dicho que somos más que hermanos porque hemos compartido mucho, hemos tenido mucha afinidad y mucha conexión, y la relación, comparada con la del hermano pequeño, es diferente", reconocen los gemelos Josep y Ramon González-Cambray. De hecho, los hermanos de los gemelos merecerían una entrevista aparte. Todos los gemelos con hermanos que aparecen en este reportaje reconocen que la relación no es comparable. "Tenemos una relación con el hermano pequeño y una relación de gemelos entre nosotros, es inevitable", dicen los González-Cambray. Lo mismo les ocurre a las gemelas Clara y Alícia Layunta, que tienen dos hermanas mayores, Lucía y Ada (Colau). "Ellas se quejan un poco", reconocen. Los hermanos Torres, los chefs Sergio y Javier, también aseguran que su conexión "no se parece a ninguna otra". “Es de hermano, pero también es de amigo. Es de gemelos pero debes serlo para saber lo que es porque no se puede explicar, es diferente a tener un hermano”, admiten.
Esta conexión entre gemelos, tan difícil de comprender si no la vives en primera persona, impacta en la construcción de la propia identidad. “Vives un poco como si nunca estuvieras solo. O sea, yo no soy Josep. Yo soy Josep y Ramón. Mi identidad es José y Ramón. Es como si formaras parte de algo más”, explica el conseller de Educación, Josep González-Cambray. De hecho, los dos hermanos se vuelven cuando los llaman por el nombre del otro. “Siempre nos han confundido y siempre hemos respondido a los dos nombres”, dice Ramón, que ahora tiene que tener más cuidado, ya que si bien él no es conocido, su cara sí. “Los profesores conocen a su consejero ya veces voy a un restaurante oa jugar a pádel y me miran o me hacen fotos pensando que soy él”, explica Ramon. No les molesta que les confundan. "Ya nos iba bien", dicen. Hace poco, en la toma de posesión de los nuevos consejeros, algunos miembros del Govern felicitaron a Ramon al confundirlo con Josep. A Clara y Alícia Layunta también las han confundido, pero ellas nunca han jugado a intercambiarse, al contrario que, por ejemplo, los hermanos Torres o los González-Cambray. "Esto atraía más a la gente que a nosotros", dicen ellas.
Clara cree que, en el caso de los gemelos, la identidad tarda más en construirse y se hace de mayor, ya que durante la infancia y la adolescencia existe la dificultad añadida de buscar la semejanza o la diferencia con el gemelo. “Yo elegí cosas que no sé si me gustan o no por el mero hecho de que no se parecían a lo que ella quería”, explica Clara. Además, se suman las etiquetas que la gente pone en los gemelos en un intento, también, de distinguirlos. Ahora, en cambio, se parecen más de lo que pensaban hace 25 años. “Porque ahora la otra ya no hace competencia ni sombra. Ya no necesitas diferenciarte”, argumentan. Ser gemelas forma parte de su identidad. “Yo en mi identidad tampoco me concibo como yo sola porque soy Clara y Ali y todo el mundo debe saber que está Ali. Siempre tengo a alguien. Ella es la primera a la que explico las cosas y, si no lo hago, es como que no lo he quitado, me falta algo”. Alicia coincide: “Tu hermano es parte de ti. Lo que tú eres también es lo que has vivido, y has vivido con esa persona muchas fases de tu vida”.
"No es amistad, es otra historia"
Gloria y Peté Soler tienen una complicidad más que evidente a pesar de reconocer que no necesitan llamarse cada día. “¿Llamarnos para preguntarnos cómo estamos? Esto nunca lo hemos hecho”. Su comunicación, dicen, funciona a otros niveles. “Nosotros no tenemos problemas por estar separadas. La gente cree que hay una comunicación como la del resto de personas, pero la nuestra no es igual. Con una amiga podemos hablar de cosas más íntimas. Funcionamos a otro nivel”, explican. No dirían que son las mejores amigas. "No es amistad, es otra historia". Más bien son como una pareja, pero de gemelas. "Es más parecido a un matrimonio que vive separado", razonan. Como las Layunta, ellas también son cuatro hermanas. En casa estaba la mayor, la pequeña y... las gemelas. “Cuando eres gemela normalmente no tienes un nombre. Nosotros éramos las gemelas, en plural”, dice Peté. Lejos de molestarles, aprendieron a sacarle provecho. "Para un niño esta colectividad es genial, tenías más libertad y menos presión".
Las Layunta eran ClaraiAli o AliiClara. Todo junto. “A mí me sorprendía que a la gente le sorprendiera tanto que fuéramos gemelas -admite Alicia-. Nosotros no le dábamos importancia. De mayores es cuando hemos valorado la suerte que tenemos”. Se suman las hermanas Soler: "Es un privilegio ser gemela, es lo que quiere todo niño, un colega idéntico". Ellas recuerdan que la madre pasó un embarazo muy complicado e incluso le dieron la extremaunción, pensaban que no saldría adelante. Los embarazos de gemelos, sobre todo si son monocoriales -es decir, que comparten placenta (y un 70-80% de los idénticos la comparten)-, tienen mayor riesgo de prematuridad, de muerte fetal, de anomalías y malformaciones o de preeclampsia por a la madre, explica Francesca Crovetto, médico especialista en medicina maternofetal de BCNatal, que les califica de “embarazos de alto riesgo”. Un 15% de los monocoriales pueden hacer lo que se conoce como síndrome de transfusión fetofetal -un gemelo le pasa toda la sangre al otro- y la única solución para que no mueran ambos es la cirugía. En un 80% de los casos sobreviven ambos y en un 90% uno. “Los partos múltiples ponen en peligro a la madre ya los niños ya la naturaleza no le interesan, pero desde un punto de vista evolutivo no se han eliminado de nuestros genes. Puede decirse que es un accidente de la naturaleza”, dice el investigador de la Universidad de Leicester Salvador Macip.
Comparaciones odiosas
Una lección que han aprendido todos los gemelos está en no comparar nunca a los hijos. Josep y Francesc Muntané no tienen más hermanos. “Todo es comparable siendo gemelo y las comparaciones son odiosas –dice Josep–. Los padres querían que fuéramos iguales en sin embargo es imposible. En los estudios no lo éramos”, continúa, y reconoce que habría sido más fácil si el hermano hubiera sido menor o mayor. Mientras hablamos miran las fotos de niños y no se reconocen. Mamá, sí. Incluso por el llanto les distinguía.
No creen en la telepatía entre gemelos pero sí reconocen que el mito tiene una base. “Tienes las mismas vivencias desde pequeño y te conoces mucho, conectas y entonces comienzas frases de la misma manera, los gestos al hablar son muy parecidos... y mirándonos podemos saber qué piensa el otro”, explican los González- Cambray. La madre de Clara y Alicia explica que cuando una se dolía, la otra lloraba aunque estuvieran en habitaciones separadas. "Que teníamos como un vínculo, pero al final ya no sabes si es el vínculo de ser gemelo o que has compartido el día a día con alguien durante tantos años que al final la conexión es brutal". Clara explica que cuando Alicia entra en un lugar sabe lo que piensa, si está cansada, triste o estresada o si alguien no le ha caído bien. "Pero creo que es más por el tono de voz".
A muchos -no en las Layunta- les han vestido iguales hasta entrada la adolescencia. "Hay muchas cosas que cuando eres gemelo ni te las planteas, porque tu vida es aquella y lo vives con naturalidad", dicen los González-Cambray. “Muchas de estas preguntas nosotros no nos las hacemos, lo damos por sentado porque somos gemelos”, añaden los Torres. Ser gemelos, según los González-Cambray, es, con sus hijas, de las “mejores cosas” que les han pasado en la vida.
Gloria y Peté Soler, 65 años
"Hay gente que nunca ha hecho el esfuerzo y siempre nos ha confundido"
Cuentan, entre risas, que Gloria ha sido siempre más tímida, y Peté, más física. “Desde el principio asumimos roles distintos. La profesora llamaba a Gloria y yo levantaba la mano para responder por ella y, si tenía que ir al baño, era yo quien pedía permiso”, recuerda Peté, que se llama así porque es como Gloria decía Maria Josep. “Siempre digo que somos dos caras de la misma moneda. Una domina ciertos aspectos y la otra los contrarresta con otros”, razona Peté. Ser gemelo supone que permanentemente te comparen buscando la diferencia. “Vemos cómo los demás nos miran y buscan las diferencias: ésta es más gordita, ésta es más simpática... Esto ya nos lo hacían desde pequeñas. Notemos cuando la gente nos está distinguiendo. Te sientes más observada y más analizada”, opinan las hermanas Soler. De pequeñas, se jugaron a los chinos cuál de las dos se cortaba el pelo. "Entonces queríamos ser totalmente diferentes". Nunca han tenido conflicto por los chicos. "Porque tampoco la relación que buscábamos era la misma", explica Gloria. “Y más, cuando a un chico le gustaba una de las dos, siempre nos encontraba diferentes. Era una prueba. Si nos encontraba iguales es que no le interesábamos”, añade Peté. Hasta el bachillerato fueron juntas a clase y luego las separaron: una a letras y otra a ciencias, aunque ambas -una periodista en TV3 y otra historiadora- tenían vocación humanística. “Pero las monjas dijeron que sería mejor separarnos. En aquella época estaba de moda realizar tests psicotécnicos en los gemelos”. Sin embargo, recibieron una educación diferente que sí consideran que las marcó. Peté tenía una madrina, amiga de la madre, muy culta y melómana que se volcó en ella. Y cuando Peté iba con la madrina, a Gloria le mandaban a casa de los abuelos. “Mi madre tenía una conexión diferente con una hija a través de su amiga -reconocen-. Era un agravio comparativo y, en gemelos, cualquier pequeña cosa marca -admiten-. Piensa que la frase más repetida cuando éramos pequeñas era «¿Y yo? ¿Y yo?»”
Proyectos vitales coincidentes
Han tomado caminos distintos pero se han cruzado ahora, en la madurez. “Ambas estamos evolucionando de forma similar”, reconocen. Peté vive en un barco con su pareja con la intención de zarpar a navegar cuando se jubile, y Gloria y su marido se están construyendo una casa en una isla griega. “En esto nos parecemos, no somos demasiado conservadoras en los proyectos. A nivel vital estamos en las antípodas de las otras hermanas, que viven una vida más tradicional”. No jugaron a la confusión, aunque cuando celebraron los 50 años hicieron una fiesta sonada en la que se intercambiaron la ropa a media fiesta y muchos amigos las confundieron. "Hay gente que nunca ha hecho el esfuerzo y siempre nos ha confundido". ¿Pedir este esfuerzo a la gente? "Hombre, sí, es gratificante que sepan que eres tú". Por si acaso, y como, según Gloria, Peté no saluda, siempre cuentan que tienen una hermana gemela. Las parejas han tenido la inteligencia de no meterse en su relación. "En nuestro territorio no se mete nadie porque sale malparado". Ambas tienen parejas del mismo signo zodiaco -peces- con quienes comparten la afición por la navegación. “No sabes muy bien por qué pero hay coincidencias”, admite Gloria. Y sólo viéndole la cara, le dice a su hermana: “¿Qué, Peté? Ya tienes hambre, ¿verdad?” Y así termina la entrevista.
Javier y Sergio Torres, 51 años
“Nos quieren en 'pack'. No quieren a uno, nos quieren a los dos”
Con 51 años recién cumplidos siguen siendo muy parecidos físicamente e incluso la voz es difícil de distinguir. “A nuestra madre todavía se lo colamos por teléfono”, dicen los chefs Sergio y Javier Torres. De pequeños les bordaban una J y una S en los jerséis para saber quién era quien, aunque ellos jugaban a intercambiárselos. Se han intercambiado en clase, en exámenes, en firmas y en situaciones que prefieren no contar. Siempre han sido los gemelos pero nunca les ha molestado. “Y todavía ahora. Nos quieren en pack. No quieren a uno, nos quieren a los dos, y se vive con naturalidad”, explica Javier. Un día, después de estar meses separados, se encontraron para el almuerzo y ambos sacaron del bolsillo una castaña que habían recogido del bosque. "Para nosotros era normal, pero a la gente le sorprendía". ¿Coincidencia? “Al final, cuando estás tanto tiempo con la misma persona, tienes una relación que apenas hace falta hablar para decir las cosas. Puedo mirarle y saber qué piensa. Se comparte tanto desde la barriga de la madre que al final llegas a entenderlo muy bien”, dice uno. Y el otro añade: "Hay química, bueno, hay nada". Construirse la propia identidad no ha sido un problema. “Ha sido una ventaja, nos hemos apoyado. Es una cuestión de lógica: uno más uno son dos y ser gemelos suma”.
Comparten vocación y negocio, el restaurante Cocina Hermanos Torres. Empezaron la carrera profesional separados pero con el objetivo final de unirse. “Decidimos recorrer los grandes restaurantes de Europa para formarnos uno en carne, otro en pescado, uno en pastelería, otro en caza... y así cada uno tendría una base. Era una estrategia”. Ellos que podían, se desdoblaron. La vocación culinaria nació al unísono en la cocina de la abuela, donde pasaban las horas ayudándola a pelar guisantes. También comparten aficiones y, hasta hace poco, si uno iba a comprar ropa, siempre compraba dos prendas para dar una a la otra. "La gente dice que somos muy iguales". También dicen que Sergio es más abierto y Javier más serio. Coinciden en su plato favorito: la becada. Y admiten que las parejas alguna vez les han dicho lo de “estás más con tu hermano que conmigo”. Pero, por ahora, no se cansan: "Nos necesitamos".
Josep y Francesc Muntané, 59 años. Dolores y Asunción Alsina, 59 años
"Mi hermano es mi cuñado"
A Antonieta la paraban por la calle cada vez que salía a pasear por Igualada con sus hijos. Corría el año 1962 y dos gemelos idénticos llamaban la atención. Antonieta los vistió igual hasta bien entrados los 14 años. "No me gustaba, no quieres ir igual que otra persona", admite Josep. Ahora, con 59 años, las semejanzas físicas se han ido atenuando, pero Josep y Francesc Muntané comparten todavía gustos y aficiones. Eligieron, sin saberlo, el mismo vestido para su boda. Pero al final uno de los dos le cambió. Compartir celebración de boda y vestido habría sido ya demasiado. "Nos casamos el mismo día porque las familias eran las mismas", explican. Josep y Francesc no son sólo gemelos, también son cuñados, ya que están casados con dos hermanas, Asunción y Dolors Alsina, también de 59 años y también gemelas, aunque no idénticas. El viaje de boda, eso sí, lo hicieron por separado. “Lo único que no estaba de acuerdo en casarse el mismo día era yo –dice Josep–. Yo quería que mi boda fuera mía. Es tu día”. Los cuatro han tenido vidas paralelas. Se conocieron con las hermanas Alsina a los 13 años en el grupo sardanista donde bailaban ya los 17 empezaron a salir, con semanas de diferencia. Se casaron el mismo día, viven en la misma casa -en el primer piso, José; en el segundo, Francisco, y en el tercero, la madre- y comparten, también, segunda residencia. Josep y Francesc tienen un negocio conjunto y Asunción y Dolors han trabajado muchos años juntas. Juegan ambos a pádel ya fútbol sala y solo algo les separa. Uno es del Espanyol y el otro del Barça. “Nos han gustado las mismas cosas. Llevamos 37 años jugando juntos a fútbol. Si no nos sintiéramos bien, uno de los dos habría plegado”, dice Francesc. “Tenemos caracteres muy parecidos, si no pensáramos tan igual la relación no duraría como ha durado. No hay muchas diferencias”, añade Josep. De pequeños tenían los mismos amigos, pero con los años cada uno ha hecho los suyos. “Somos hermanos y amigos”, dice Francisco. “Más hermanos que amigos”, apunta Josep. No han tenido necesidad de realizar vidas separadas. "Tenemos muchas cosas conjuntas y nuestros niños -tienen dos hijos cada uno- han subido juntos", explican. Si hay un punto medio entre hermanos y primos, es aquél donde están sus hijos. Dolors y Asunción dicen que su relación es de hermanas, pero que la de sus maridos es “especial”. "Si un día no se ven, se llaman", dice la Asunción. "Es que se ven y se llaman", añade Dolors. “De jóvenes ya era así. Os necesita”. Ellos dicen que "no es algo querido, sino instintivo". "Aparte del matrimonio existen ellos como pareja, y eso no se puede romper", concluye la Asunción.
Alicia y Clara Layunta, 39 años
"Con ella puedo ser yo sin filtros"
Clara y Alícia Layunta quisieron desmarcarse tanto cuando eran niñas que ahora se sorprenden de cómo se parecen y se llevan muy bien. El sentido del humor es una de sus señas de identidad. Les gusta reír y hacer reír. Son las amigas que todo el mundo quisiera tener. Pasa el tiempo volando escuchando el relato de sus partos, la anécdota de cuando se presentaron a un casting o verano que acudieron a unas colonias de flauta. Ambas hablan muy rápido y viven todo intensamente. Pero cuando tienen un problema, también encuentran rápidamente la solución. Y saben que si se atascan, pueden acudir a la otra: "Es quien me entiende mejor". Durante muchos años sintieron lo de “ClaraiAli, castigadas”. “Daba igual que tú no te llevaras mal, éramos un pack. Y a nosotros no nos gustaba”. Incluso en las competiciones de atletismo les repartían las medallas porque no sabían cuál de las dos había llegado primero. Reconocen que de pequeñas eran rivales y que ser gemelas era más bien una molestia. "Nosotros reivindicábamos que cada una tuviera su papel, porque lo compartíamos todo: clase, amigas, extraescolares, habitación..." Los padres potenciaban las habilidades de cada una "pero fuera, en todas partes, éramos las gemelas, las Layunta". “Lo vivíamos mal porque de pequeña tampoco lo entiendes y competíamos en todas partes. Y más cuando veías que a tus otras hermanas no les pasaba”. De pequeñas los roles estaban más diferenciados. Clara era más extrovertida y Alicia más tímida. Ya no. “A veces una acapara más protagonismo, pero depende también del espacio. Alicia tiene una gracia brutal escribiendo y en Instagram [es Mrs Layunta] tiene muchos seguidores, y yo no tengo espacio allí”, dice Clara.
Pero incluso cuando ser gemelas no lo vivían de forma positiva, tenían una relación estrecha: “Porque, al final, pelearse también es relacionarse”. Cuando en el instituto acudieron a clase separadas, la relación mejoró. Y cuando se marcharon de casa se echaban mucho de menos. Vivieron juntas un año y después se sumaron las parejas. "Todo lo que no hacíamos de pequeñas, de grandes lo buscamos". Ahora viven en ciudades distintas pero hablan dos veces al día. Alicia fue la única de la familia a la que Clara dejó entrar en el hospital cuando nació su primer hijo, y la relación con sus respectivos hijos también es más estrecha. “Pero es que mis sobrinas son, en parte, como si fueran mis hijas”, dice Clara. Se acompañan en el viaje lleno de curvas que es la maternidad: “Sobrevivimos sin intentar juzgarnos”. "Entre nosotros no debemos guardar las formas, puedes ser tú sin filtro". "No podríamos ser así con nadie más".
Ramon y Josep González-Cambray, 49 años
"Ser idéntico marca mucho, todo el mundo te lo recuerda"
La primera persona a la que Josep González-Cambray llamó al saber que sería conseller de Educació fue Ramon, su hermano gemelo. Su twinee, así es como se llaman cariñosamente, es su hermano y su mejor amigo. Según Ramon, el hecho de ser gemelo hace que no hayan tenido tanta necesidad de tener amigos. "Yo no he sido mucho amigos porque ya lo tenía a él, ya tenía cubierta esa necesidad de tener a alguien con quien compartir cosas o hacer la cerveza". Josep coincide: "Es el hermano gemelo, y después, los amigos". Creen que el hecho de ser idénticos potencia esta relación tan estrecha, de “amor infinito”, ya que sus hijas -ambos son padres de gemelas no idénticas- no lo viven de la misma manera. "Para nosotros, el hecho de ser iguales era un punto más y también jugábamos a esto, siempre hemos jugado a hacer de gemelos". Un juego que se ha mantenido más allá de su infancia. El día que hacemos esta entrevista hay una reunión de directores territoriales en la conselleria y, en un gesto improvisado, Ramon entra a saludar a los directores como si fuera Josep. En un pregón en Almenar, el pueblo al que acudieron a la escuela, bromearon.
Fueron juntos a clase -a la misma escuela donde los padres eran maestros- hasta la universidad, cuando se separaron. Uno en Lleida y el otro en Barcelona. Aunque ambos se han dedicado al mundo de la educación. Josep, ahora consejero, es profesor de instituto, y Ramon, de universidad. El hermano pequeño, David, también es profesor.
Cuando están un tiempo lejos el uno del otro necesitan verse y siempre han buscado espacios para encontrarse, ya sea en los partidos del Barça, en los encuentros de ERC, donde ambos militan, o haciendo escapadas. Ellos se "priorizan" mucho y reconocen que cuando están juntos pueden crear, sin darse cuenta, un microclima, bromas internas que sólo entienden ellos. De carácter se reconocen bastante parecidos: sociables, extrovertidos, trabajadores, persistentes... A uno le dicen que es más guapo, pero ellos creen que, en todo caso, están "empatados". Aunque entre los gemelos la comparación es habitual, la clave de su relación es que no se han visto como rivales. "Siempre nos hemos amado mucho, no ha habido competitividad". “Lo bueno que me pasa a mí me gusta poder compartirlo con él y lo que le pasa a él también es como si me pasara a mí. Y él también lo vive así”, dice Josep. "Porque no nos hemos tenido envidia, y eso tampoco es fácil", añade Ramón. "El hecho de ser idéntico marca mucho porque todo el mundo te lo recuerda constantemente durante toda la vida", aseguran. "A mí me ha cambiado la vida", reconoce Ramón. Lo dice porque ahora que su hermano es consejero a veces le confunden con él. Y eso que con los años se han acentuado las diferencias físicas. "De hecho, nos extraña que todavía nos confundan". Un viaje de tres meses que Ramón hizo un verano de hace veinte años es el máximo tiempo que han pasado separados. “Y cuando volví Josep me dijo: «¡No me lo hagas más, eso!»”. ¿Necesita? “Sí, por supuesto. Lo necesito para hacer de consejero, para vivir”.
Marta y Núria Feliu, 10 años
"No nos parecemos nada"
Lo dejan claro desde el primer momento: no les gusta ser gemelas. “No me gusta ser igual”, dice Núria. Tienen 10 años, y Núria y Marta Feliu, gemelas idénticas, ya han salido en este diario. Fueron las primeras siamesas separadas con éxito en Cataluña. Su madre, Meritxell Feliu, les ha contado y han visto vídeos de la operación. Pero están entrando apenas en la preadolescencia y ahora mismo tienen más interés en marcar diferencias entre ellas que en hablar de lo que las une. Van a clases separadas, no comparten habitación ni grupo de amigas, no tienen los mismos gustos por la ropa y se esfuerzan en llevar el pelo con peinados distintos. Tampoco se asemejan de carácter. Núria es más impulsiva y Marta se lo queda todo dentro. “No quieren ser las siamesas ni las Feliu, sino Marta y Núria. Están cansadas de que la gente las confunda y de ser un pack. Son dos personas independientes, cada una con su carácter”, explica su madre. Nunca han jugado a intercambiarse y les molesta que las confundan. "Porque no nos parecemos nada", opinan. Celebran dos cumpleaños. El de nacimiento, el 10 de agosto, y el de independencia, el 27 de febrero. Núria y Marta nacieron unidas por el abdomen y compartían el hígado, pero fueron separadas con éxito cuando tenían seis meses en una compleja operación de casi siete horas en el Hospital Vall d'Hebron. Aquel 27 de febrero renacieron. “No me aseguraron que sobreviviera ninguna de las dos hasta el final de la operación, y, para mí, el nacimiento real fue ese día”, explica Meritxell. Conserva fotografías de cuando las niñas estaban unidas pero no las tienen a la vista. "Es una etapa superada". De pequeñas se necesitaban. Cuando después de la operación las pusieron en UCIs separadas no pararon de llorar hasta que su madre propuso que las pusieran juntas en una sola cama. Y ahora son más amigas y más cómplices de lo que quieren admitir. “Creo que es una fase, eso que no quieran ser gemelas. Están en la época del yo y buscan más diferenciarse, pero complicidad tienen mucha, y para hacerme la puñeta a mí, más”, dice Meritxell mientras sus hijas la miran con una sonrisa pícara.