Uno de cada seis niños menores de dos años del norte de la franja de Gaza sufre malnutrición severa. En esta zona de Gaza, devastada por la guerra y escenario ahora sólo de las selfies de las tropas israelíes que la han arrasado, prácticamente no entra ningún tipo de ayuda. Según las organizaciones humanitarias, porque se ha bloqueado el acceso, aunque Israel lo niega. De hecho, tampoco es fácil que entre la ayuda en el sur, donde se ha refugiado la mayor parte de la población y que recibe ayuda mínima, de supervivencia. Allí el 5% de los niños también sufren malnutrición, un daño que no era habitual en la Franja a pesar de que hace años depende de la ayuda exterior. Según los datos de Unicef, antes de la invasión israelí había un 0,8% de niños con malnutrición, pero en las últimas semanas este porcentaje se ha disparado a una velocidad que los expertos afirman no tener precedentes.
El estudio realizado por la agencia de la ONU para la infancia se realizó a finales de enero. Y avisan de que es probable que ahora la situación sea aún mucho peor. La revancha israelí por el ataque de Hamás del 7 de octubre se ha cebado en las criaturas inocentes, que son el eslabón más débil de la cadena. A los muertos y heridos en los bombardeos intensos deben sumarse el hambre y las enfermedades. Siete de cada diez tienen diarrea, lo que agrava la falta de nutrientes, que escasean y no son suficientes para la amplia mayoría de los menores de dos años. Hace semanas que la foto icónica de Gaza es la cola para conseguir comida. Tampoco existe agua. El mismo informe de Unicef señala que sólo tienen acceso a un litro de agua al día por persona para beber, cocinar y limpiarse. Claramente insuficiente si se tiene en cuenta que se considera que el estándar mínimo es tres litros al día.
Mientras vemos impotentes cómo los niños y los civiles se van muriendo de hambre, Estados Unidos sigue vetando las resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, que pide un alto el fuego, y, eso sí, en lo que se ha vendido como un gesto significativo, hacen propuestas tímidas de detener las hostilidades condicionadas a la entrega inmediata de los rehenes que están en manos de Hamás. Es decir, nada que ahora pueda funcionar. El gobierno israelí se está saliendo adelante sin que nadie le tose y puede acabar consiguiendo su sueño de expulsar a buena parte de los palestinos de la Franja. Sobre todo si realmente se confirma que Egipto ya tiene cuello abajo que habrá un éxodo masivo y está incluso preparando el terreno para encerrarlos en otro campo de refugiados.
La masacre de civiles, más de 30.000 de momento, no ha calmado todavía las iras de una parte de la sociedad israelí. Tampoco es previsible que este nuevo informe sobre malnutrición infantil la conmueva ni haga que realmente haya medidas de presión efectivas sobre el gobierno israelí que le obliguen a detener la guerra. El mundo, mientras, comprueba de nuevo cómo hay víctimas de primera y víctimas de segunda. Urge un alto el fuego humanitario que permita la entrada de ayuda. Sabemos que el contexto es complicado y complejo, pero nada justifica esa barbarie contra niños inocentes. Es insoportable y no debemos ser cómplices.