Este diciembre, Netflix ha estrenado La II Guerra Mundial: desde el frente (World War II: from de frontlines) una serie documental de seis episodios construida exclusivamente a partir de imágenes reales del conflicto. Los responsables de la producción, dirigida por Rob Coldstream, visionaron hasta ocho mil horas de material recopilado de archivos de todo el mundo. Se hizo una cuidadosa selección, después se hizo una restauración fotoquímica, un tratamiento cinematográfico del sonido y un proceso de coloreado para incrementar su viveza. Un rótulo inicial en el primer capítulo advierte al espectador de que, aunque las imágenes son reales y grabadas durante el conflicto, “se han combinado imágenes de algunos eventos para crear una experiencia inmersiva” al espectador. Un aviso honesto, porque son muchos los documentales históricos que utilizan este recurso sin comunicarlo. Escenas que no coinciden en espacio y tiempo se combinan en beneficio de la construcción del relato y el impacto visual. Por ejemplo: todo el material recopilado sobre el desembarco de Normandía se combina para ofrecer una mirada más global y detallada de los hechos.
La II Guerra Mundial: desde el frente está narrada por el actor John Boyega e incorpora testimonios de todos los bandos que estuvieron en la frente, pero no se les incluye prácticamente nunca en pantalla. Sólo oímos su voz. La serie no entra en valoraciones ideológicas. Se limita a mostrar hechos, hacer más visual el horror de la guerra. El espectador puede avanzar dentro de un tanque de la división Panzer, se integra con el Ejército Rojo para tomar el Reichstag de Berlín en el ataque final a la ciudad u observar un desfile militar de los alemanes desde detrás de la nuca de 'Adolf Hitler. También puede presenciar las explosiones de Pearl Harbor desde un barco atacado o comprobar desde primera línea los ataques de los kamikazes japoneses. Son profundamente impactantes las imágenes de las detenciones de las mujeres francesas que se habían relacionado con soldados nazis y se les afeitaba la cabeza públicamente como acto de humillación. Impresionan las imágenes de la batalla de Saipan donde la resistencia japonesa se suicida arrojándose por los acantilados. Es aconsejable dosificar el visionado de la serie, por no saturarse de la dinámica narrativa. En muchas imágenes, las personas que aparecen miran a cámara. Es como si en ese gesto instintivo se escondiese la certeza de que en el futuro alguien les dotará de una identidad y se atribuirá un sentido a su existencia. En La II Guerra Mundial: desde el frente, el relato permanente de fondo es el del miedo que se lee en los rostros de la gente: detenidos, soldados o civiles. La serie muestra la crudeza de la guerra, y el coloreado de las imágenes hace que el pasado no parezca tan lejano, sino que delata una continuidad con los tiempos que vivimos. Dice el tópico de que es importante contar la historia para no repetir los mismos errores. Pero la serie de Netflix confirma la falacia: conocer la historia nos evidencia la facilidad que tenemos para repetir los grandes desastres de la humanidad.