Homenotes y danzas

El hombre que dejó su vida para construir la línea Barcelona-Mataró

Miquel Biada falleció meses antes de la inauguración de la infraestructura ferroviaria

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Miquel Biada Buñol 1789-1848

En 1969 entraba en servicio el tramo de autopista que debía unir la ciudad costera de Mataró con Barcelona, ​​justo 121 años después de que otra innovación hubiera conectado ambas capitales. Si detrás de las autopistas estaba el banquero Josep Ferrer-Bonsoms, en 1848 quien empujó con todas las fuerzas para que el ferrocarril se abriera paso fue el mataronense Miquel Biada, que estaba convencido de la necesidad de esta infraestructura para vertebrar el territorio. Como veremos más adelante, en la implantación del tren Biada dejó la vida... literalmente.

Pero su historia como emprendedor comienza mucho antes, en plena juventud. Durante la ocupación francesa del país, hacia 1808, tomó la decisión de abandonar su Mataró natal para embarcarse hacia América, en busca de fortuna. Se estableció en Venezuela dedicado a las actividades del comercio marítimo a través de la distribución de productos coloniales en España. Y si se había ido de Catalunya huyendo de un conflicto bélico, allí se encontró otro: la guerra de independencia de la colonia hispana. Eligió el bando español hasta el punto de apoyar logístico a sus tropas, una decisión que acabaría teniendo un impacto directo en su cuenta de explotación porque, poco después del armisticio con España (1820), se tuvo que exiliar y dejar atrás buena parte de la fortuna. El nuevo destino fue Cuba, donde reconstruyó su imperio comercial en base al transporte de mercancías y la banca. Allí formó parte de la comisión que impulsó la construcción del ferrocarril que debía vertebrar los principales territorios productores de la isla y unirlos a La Habana, uno de los epicentros de la economía cubana. Gracias a la financiación de capitales británicos, la línea pudo inaugurarse en 1837 y se convirtió en el primer tramo de ferrocarril existente en toda Hispanoamérica y en España.

Cuando en 1840 Biada regresó a Mataró, la idea del ferrocarril la llevaba bien adentro, de modo que cuando las circunstancias fueran propicias intentaría implantarlo en Cataluña. Desde 1829 España había otorgado licencias para construir ferrocarriles, pero ningún promotor había salido adelante. Mientras maduraba la idea, invirtió su patrimonio repatriado de América en negocios de minería, hilaturas de algodón y transporte marítimo, además de adquirir inmuebles y fincas. Los intentos de Biada por poner en marcha el proyecto de línea férrea toparon con la dificultad para encontrar financiación, un problema que empezó a desvanecerse cuando estableció relación con Josep Maria Roca Cabanas, un catalán instalado en Londres con los contactos necesarios para levantar capital. En 1845, con el dinero de los inversores bajo el brazo, Roca fue a ver al gobierno español y obtuvo la licencia de la llamada Gran Compañía Española del Camino de Hierro de Barcelona en Mataró y viceversa. Parecía que lo más difícil ya se había logrado, pero no fue así, porque la ejecución del proyecto resultó mucho más complicada de lo que cabía esperar. Por ejemplo, por los sabotajes a los que estaba sometida la infraestructura durante la construcción a manos de los contrarios a esta innovación tecnológica. Durante los años entre la aprobación del proyecto y la inauguración, Biada se convirtió en el alma mater, transmitiendo seguridad a los accionistas cuando tenían la sensación de que todo iba de mal borras. Según algunos cronistas, una actividad tan intensa -que probablemente incluía vigilancias nocturnas en las instalaciones- acabó pasando factura a la salud de Biada, que murió de una neumonía meses antes de la solemne inauguración de la línea que unía Mataró con Barcelona. Su sobrino Onofre Biada tomó el relevo en la dirección del proyecto.

El tren, innovación llegada a mediados del siglo XIX, parecía languidecerse con la competencia de la aviación comercial, surgida cien años más tarde, pero la aparición de la alta velocidad ha vuelto a darle la vuelta todo hasta el punto de que el tren vuelve a ser considerado ahora un medio de transporte de futuro. Hoy, en Biada se le recuerda con el instituto de educación secundaria mataronense que lleva su nombre y con un puñado de calles que le homenajean en localidades como Mataró, Argentona, Cabrera, Pineda y Sant Fost.

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