En septiembre de 2014 el referendo de independencia de Escocia ocupaba las portadas de los principales rotativos del mundo. También salía Apple, con la presentación del flamante -y encarecido- iPhone 6, y Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, que anunciaba medidas para alejar el fantasma de la deflación en la zona euro. En cambio, poca gente recordará ese septiembre como el mes en el que Santander, CaixaBank y Telefónica unieron esfuerzos para lanzar Yaap Money, una plataforma que permitía hacer pequeñas transferencias entre teléfonos móviles, de forma inmediata, sin comisiones y sin que el usuario tuviera que saberse el número de cuenta del destinatario: las personas que tenían un perfil podían intercambiarse dinero seleccionando al destinatario en la agenda de contactos del dispositivo.
Era la primera vez a escala europea que dos entidades bancarias se asociaban con una operadora de telecomunicaciones para sacar adelante un proyecto así. Lo hacían, además, con una fuerte inversión detrás: vertiendo 27 millones de euros. De ese dinero no sólo nacía Yaap Money sino también Yaap Shopping, una aplicación móvil que quería poner en contacto a cientos de tiendas con miles de clientes a través de un escaparate virtual cargado de suculentas ofertas.
En un principio parecía que la cosa funcionaba. La plataforma de micropagos llegó a 150.000 usuarios y logró ser la plataforma líder en pagos entre particulares en España, mientras que Yaap Shopping llegó a incorporar 10.000 referencias de 600 tiendas de todo el Estado. Pero el negocio no tardó en hacer aguas. El 6 de junio del 2016 a las redacciones de todo el país llegó un teletipo de la agencia de noticias Europa Press que informaba de que la aventura de Yaap había terminado.
“Para empezar, el pequeño comerciante no encontró útil la plataforma y escogió otras propuestas más interesantes”, explica David Igual, profesor de la Barcelona School of Management de la UPF y experto en temas bancarios. "Además, tampoco tenían un modelo de negocio claro", añade. De hecho, en el 2014 el balance de Yaap era demoledor: había logrado facturar 2.444 euros y las pérdidas se dispararon hasta los 8,02 millones.
Con este panorama, y después de tres años sin levantar ninguna, la compañía optó por liquidar los dos proyectos y centrarse exclusivamente en desarrollar nuevas herramientas de banca digital. “Si bien los números no salieron, estoy convencido de que Yaap fue muy útil, tanto en CaixaBank como en el Banco Santander: pudieron experimentar en tecnologías que después hemos acabado viendo aplicadas en proyectos como Bizum”, opina Igual.
Del mismo modo, para el experto, Yaap llegó a España demasiado pronto y en un contexto de gran dificultad para la banca. “Entre 2010 y 2014 la capacidad de innovación de las entidades bancarias se había visto muy tocada por el incremento de la exigencia normativa del sector, con la aparición, por ejemplo, de las leyes que implantaban los tests de 'estrés”, recuerda. “A su vez, el panorama fintech era todavía muy incipiente”, añade. En el 2015 la cosa empezaría a cambiar, pero Yaap ya había quedado tocada de muerte.
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La lección
“A Yaap le faltó tener claro el modelo de negocio y, por ejemplo, invertir fuerte para crear una campaña de comunicación que les hiciera estar en boca de todos –dice David Igual, profesor de la Barcelona School of Management y experto en banca- . En cambio, la plataforma Bizum, muy similar, lo ha hecho y le está yendo bien”.
