La jaula por criaturas que triunfa entre las familias

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'La generación de las almohadas'.

Este verano se han visto en muchas playas del país una especie de carretillas para llevar a las criaturas y todos los accesorios que suele necesitar los niños más pequeños. Originariamente, servían para transportar artículos de jardinería y pesca. Las múltiples ventajas de carga le han convertido en una nueva necesidad en la etapa de crianza, que todo el mundo sabe que es aquella época en la que te enchufan todo tipo de artilugios para hacer más leve el trance.

Estas carretillas son como una pequeña rulot. En la cesta rectángula caben hasta tres criaturas pequeñas y encima hay un tejadillo para garantizar la sombra a los jóvenes pasajeros. El techo puede incluir un complemento acolchado en la parte superior que sirve de cambiador de pañales para los niños. Se pueden añadir unos cortinajes que pueden ser útiles en caso de viento o si algún vástago debe realizar la siesta dentro, asegurando previamente su ventilación para no cocer la descendencia en el interior. La carretilla está instalada sobre unas ruedas de tracción eficaz sobre arena y piedras. Se empuja con un asidero y, al otro lado, dispone de un asa por si el terreno abrupto obliga a hacer fuerza para estirar. La criatura viaja dentro contemplando el paisaje como si fuera un pequeño emperador dentro de una carroza, mientras sus súbditos sudan el tocino arrastrando el trasto por los parkings del Mediterráneo, los campings más selectos o, incluso, las rutas de senderismo de baja dificultad. La carretilla ofrece muchas posibilidades: bolsa refrigerada para la fruta, el agua y el aperitivo familiar. Bolsillos para poner botellas térmicas, palas, rastrillos, tubo de submarinismo, cremas solares o patos. También cintas donde atar la sombrilla o los flotadores. Las toallas pueden ir plegadas en el techo o en un compartimento inferior en caso de elegir la carretilla con máxima capacidad de almacenamiento. Una estructura de acordeón garantiza un plegado supuestamente fácil y rápido del bulto para comprimirlo todo en el maletero del coche.

La carretilla proporciona a los progenitores una organización de la expedición aparentemente metódica y civilizada sin sufrir por el riñonado. También evita el contacto de la criatura con la arena, lo protege del sol y, en el colmo de las funcionalidades, acota sus movimientos. La jaula perfecta. Los niños disfrutan del paisaje desde un balcón, con bajadas puntuales en tierra firme.

Se acabaron aquellas excursiones a la playa con la que las familias volvían a casa peleados y sudados por los efectos del calor, agotados después de haber luchado contra todos los elementos posibles: la arena, el viento, el sol, la sal, la humedad del bañador y el ardor de la piel. Se acabaron las caminatas hasta el coche, a cuatro calas de distancia, con la criatura a hombros llorando de hambre, rebozada como una croqueta, recogiendo los rastrillos y cubos que van cayendo por todas partes. Los grandes escogidos de las próximas generaciones ya no sabrán qué es estar unas horas con arena en todos los mirlos. Se han convertido en privilegiados espectadores de carretilla que, con el móvil, les basta para distraerse. De vez en cuando los mojan en el agua y, sin tocar tierra, vuelven a colocarlos en el palco, como un pequeño buda, envueltos con la toalla. Los nuevos príncipes ya no necesitan sandalias de hebilla ni notan el calor de la arena en los pies porque avanzan sobre ruedas con una comitiva en torno a su carruaje. Las abuelas de hoy en día recuerdan cómo cambiaban los pañales de sus hijos poniendo una toalla en el capó de un coche y transportaban cestas de mimbre gigantes con el material imprescindible. Las nuevas generaciones de los carros, almohadas y cortinillas no sabrán qué es la incomodidad.

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