Lowbus: "el Blablacar de los autobuses" apaga los motores
“Matar un proyecto nunca es agradable, pero nosotros ya nos lo veíamos”. Estos días Eduardo Torres, un joven emprendedor valenciano, se siente extraño. “Una sensación agridulce”, aclara en declaraciones al ARA. El pasado enero, y después de dos reuniones complicadas, él y los otros tres cofundadores de Lowbuse decidieron bajar las persianas del ambicioso proyecto que les había llevado a ser bautizados como “el Blablacar de los autobuses”. La prensa había hablado mucho, y el mundo de las start-ups les había acogido bien: habían entrado a formar parte de la aceleradora valenciana Lanzadera y habían ganado premios como el EIT Climate KIC, que recogieron en Bruselas en abril de 2018. En un año, sin embargo, la situación se ha dado la vuelta. "Este mes de abril ya será el último: cerramos", explica.
De hecho, hace tres años muy poca gente habría vaticinado en Lowbus una muerte tan cercana. “Nacimos en el 2016 -recuerda Torres-. Teníamos poca experiencia en el mundo de los autobuses, pero los cuatro fundadores habíamos trabajado en el sector de los viajes en grupo y estábamos contratando todo el día”, aclara. Y fue entonces cuando tuvieron el inconveniente de que más adelante intentarían solucionar creando Lowbus. “Contratábamos autobuses para ir de Valencia a Barcelona, pero el trayecto de vuelta el conductor debía hacerlo de vacío”, explica como ejemplo. Fue así como, después de pensárselo mucho, decidieron crear la primera plataforma colaborativa que ponía en contacto a las empresas de autocares de transporte discrecional para que pudieran reducir la cantidad de trayectos hechos sin pasaje. “Si la empresa A debía realizar un viaje de Valencia a Barcelona y la empresa B uno de Barcelona a Valencia, con Lowbus podían ponerse de acuerdo para utilizar el mismo vehículo a un precio más bajo”, explica Torres.
Pero no les funcionó. “Se nos apuntaron muchas empresas, pero la demanda era muy baja: costaba encajar los horarios -admite el ejecutivo-. Asimismo, derivar a los clientes a realizar un viaje en un autobús de otra compañía generaba ciertas desconfianzas a las empresas”, apunta. Lo detectaron y pivotaron para convertirse en una compañía de autobuses sin flota propia. "Al principio, como éramos una novedad en el sector nos fue muy bien, pero enseguida bajó la euforia", explica. Para él, Lowbus falló en tres cosas. “Primero, ofrecíamos una solución a un problema que no preocupaba demasiado a las empresas; segundo, al no tener mucha demanda, no podíamos competir en precios; y, finalmente, nos quedamos sin caja para seguir adelante”, reconoce.
Mayo Fuster, directora de investigación en economía colaborativa del Internet Interdisciplinary Institute de la UOC, considera que el hecho de que los fundadores no vinieran del sector de los autobuses ha contribuido al cierre. “No es suficiente con tener grandes conocimientos tecnológicos”, apunta. Por su parte, Ana Isabel Jiménez, doctora en económicas y profesora del Icade, opina que “si en vez de ir a buscar grandes operadores se hubiesen centrado en pequeñas compañías quizás hubieran tenido más suerte”.
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La lección
“Es necesario hablar del fracaso: se aprende mucho -explica Eduardo Torres, consejero ejecutivo de Lowbus-. En emprendeduría hay que aprender a no enamorarse de ninguna idea: siempre debe estar listo para cambiar”, explica. Para Torres también es necesario conocer el mercado donde se entra. "No todos están preparados para encajar una disrupción", dice