Ser madre inmigrante
Nunca tuve los tápers de mi madre o de mi suegra, nunca vino mi hermano a ayudarme a montar los muebles de casa, nadie nos ayudó con las mudanzas y mis hijos no han tenido familia cerca
Llegué a Barcelona en 8 de octubre del 2002 después de unos meses probando suerte en la isla de Gran Canaria. Veníamos de Buenos Aires con Rodrigo, mi novio desde hacía cinco meses. Nos casamos y emigramos con lo que llevábamos encima. Al llegar a Canarias nos enteramos de que no estábamos solos, un bebé estaba en camino. Tenía solo 22 años. No teníamos papeles, ni trabajo, ni casa, ni amigos ni familia y prácticamente no disponíamos de dinero. Victoria nació el 19 de enero de 2003 en Barcelona, en el Hospital de Vall d'Hebron. Desde entonces, supimos que éramos tres contra el mundo y las adversidades, y esto nos hizo sentirnos fuertes y resilientes. Por eso, cuando a menudo nos preguntaban "¿cómo lo hacéis sin la familia?", nosotros no sabíamos muy bien qué responder. Hacíamos lo que podíamos. ¿Aniversario de pareja? Nos tomábamos el día libre en el trabajo mientras ella estaba en la guardería. ¿Tiempo para estar solos? Por la noche cuando Victoria dormía. Lo hacíamos como podíamos. No concebíamos otra forma de vivir porque era nuestra realidad y lo teníamos que asumir y avanzar. No llorar e ir resolviendo frentes abiertos. Nos teníamos que construir nuestra vida, nuestra familia, nuestra propia historia.
Nunca tuve los tápers de mi madre o mi suegra, nunca vino mi hermano a ayudarme a montar los muebles de casa, nadie nos ayudó con las mudanzas y mis hijos no han tenido familia cerca. Aún así, a pesar de la soledad y quizás provocado por ella, decidimos tener el número de hijos con el que soñábamos: 3. Tardamos 13 años en tenerlos a todos porque sin ayuda familiar ni capacidad económica para pagar ayuda externa era imposible tenerlos más seguidos. Tienen 20, 14 y 6 años.
Igual al principio era más fácil porque éramos más jóvenes, teníamos más energía y valorábamos mucho nuestra independencia, pero con los años la ausencia de la familia empieza a pesar mucho más, no solo para las cosas prácticas, sino también por la ausencia de aquello de lo que la familia te provee. Aquel abrazo, aquella mirada, aquel techo al que poder volver a protegerse pase lo que pase. La familia es un apoyo y las madres inmigrantes no tenemos este apoyo en ninguna parte.
Los últimos 21 años lo hemos hecho todo solos, sin familia y viviendo de alquiler, y estos últimos diez años siendo los dos autónomos. Además, yo sufro de varias enfermedades crónicas (Sjogren, fibromalgia, POTS) que me limitan mucho. Mis hijos viven sin saber lo que es tener familia extensa: ir a una boda, comer los domingos en casa de la abuela o el nacimiento de un primo.
El tiempo no vuelve
Tengo una prima hermana que vive en Madrid y viene una vez al año a Barcelona. Entonces hacemos esas cosas que para todo el mundo son normales y para nosotros un lujo. Nuestros hijos juegan y se divierten juntos en la playa, hacemos barbacoa en casa, salimos a un restaurante, nos reímos, nos ponemos al día y cuando se acaba la semana ya no nos volvemos a ver hasta el año siguiente.
Mi madre, la querida abuela de mis hijos, vino en 2003, cuando nació Victoria. Yo la vi cuando volví a Argentina en 2007, ella volvió a visitarnos cuando nació Sofi, en verano de 2014 y en 2016, cuando nació Oliver, así como en 2018 y en 2020. Y desde la pandemia no la he vuelto a ver. Hablamos mucho, pero nunca recuperaré el tiempo que no nos hemos visto ni nos hemos vivido. Desde 2007 no vemos a nuestros hermanos ni a nuestros amigos. Y el tiempo pasa, se marcha y no vuelve.
Me encantaría seguir diciendo aquello de "más vale solo que mal acompañado" y todo eso de que la familia se mete donde no les llaman, pero es bien cierto que todo esto es muy doloroso y esta sensación de soledad no hace más que crecer con los años viendo cómo mis hijos se hacen adultos sin haber tenido tíos, abuelos ni primos con los que crecer.
Pero a veces la vida te compensa regalándote una amiga hermana, como lo es para mí Desirée Bela-Lobedde. Ella y sus hijas son la familia que elegimos, y llevamos 15 años de amistad familia que, para nosotros, es un bálsamo sanador. Una cosa no sustituye a la otra, pero es la compensación de la vida.
¿Cómo lo hago? Lo hago como puedo.