Netflix es el mal en la nueva temporada de 'Black mirror'
Esta vez el creador de la serie, Charlie Brooker, pone el punto de mira en la misma plataforma que la sustenta
- Charlie Brooker para Netflix
- En emisión en Netflix
Ya hace casi doce años que Black mirror irrumpió en el panorama serial para sacudirlo a fondo. El británico Charlie Brooker reflotaba el poder de la narrativa de ciencia ficción y el tono moralista de formatos antológicos clásicos como La dimensión desconocida para explorar desde el pesimismo las derivas de la sociedad tecnificada e hiperconectada contemporánea. Más de una década y cinco temporadas después, Black mirror ha perdido aquella capacidad de impacto. ¿Nos hemos avezado a vivir en una distopía tecnocapitalista? ¿La serie ha agotado su potencial para sorprender? ¿Ha sido víctima de la sobreabundancia de ficciones y de la fatiga de la audiencia? Estas y otras razones explican que Black mirror ya no genere aquella expectación de antes, a pesar de que sigue atrayendo a muchísimos espectadores.
Brooker ha querido inaugurar la sexta entrega con un episodio, Joan es horrible, bastante explosivo, y esta vez apunta a la plataforma misma que produce y acoge su creación desde la tercera temporada, Netflix. La Joan (Annie Murphy) en cuestión es una ejecutiva cualquiera que no tiene muchos miramientos al despedir a una de las trabajadoras, se aburre con su pareja y sueña con tener una aventura con su ex. Joan es bastante horrible y a la vez muy real, hasta el punto que Streamberry, la plataforma sosia de Netflix en la ficción, acaba creando una serie sobre ella en la que recrea tal cual y casi en tiempo real estos acontecimientos poco ejemplares de su vida. Brooker despliega aquí su talento por los giros sorpresa en una estructura en abismo y el gusto por los cambios de género en un mismo episodio. En Joan es horrible pasamos del drama oscuro a la comedia negra parándonos en la reflexión metanarrativa sobre el control y el abuso que las grandes plataformas y las productoras ejercen sobre nuestros derechos de imágenes, de los ciudadanos comunes pero también de grandes estrellas como Salma Hayek, que aparece interpretándose a ella misma. La lección moral en este episodio va de leerse la letra pequeña cuando se firma un contrato de suscripción... Tú tampoco lo haces, ¿verdad?
Homenaje al cantante de Boney M.
El segundo episodio, Loch Henry, también dispara contra una de las tendencias de la producción de plataformas, la afección desmesurada por los true crimes y el morbo escabroso que despiertan. Lo hace desde una propuesta más ligada al terror, en la que una joven pareja vuelve al pueblo del que es originario el chico para filmar un reportaje sobre unos crímenes que tuvieron lugar en este. Los más aficionados a este tipo de narrativas podrán anticipar en un momento concreto el factor sorpresa, lo que no impide que la historia desprenda cierta incomodidad malsana. El tercer episodio, Más allá del mar, es un melodrama masculino ambientado en los sesenta alrededor de dos astronautas en misión de larga duración y las réplicas con las que pueden volver virtualmente a la Tierra para pasar un tiempo con su familia. A partir de aquí, la serie deriva hacia la otra característica destacada de esta sexta entrega, el retorno al pasado. En el cuarto episodio, Mazey day, volvemos a hacer una incursión en el terror en la propuesta menos Black mirror de todas, dado que apenas explora el potencial peligroso de la tecnología y articula la enésima crítica a la naturaleza depredadora de los paparazzis, inscrita, eso sí, en un relato fantástico. Más convincente resulta Demon 79, el episodio más estimulante de esta tanda, con su mezcla de terror humorístico satánico, apocalipsis infernal, revisión de la Inglaterra costumbrista de los setenta desde la óptica racial y homenaje al cantante de Boney M.