La menopausia no es el final. Tampoco es una enfermedad, aunque se haya medicalizado un proceso fisiológico normal de las mujeres. “No es una enfermedad, pero da lugar a síntomas y molestias que, según las vivas y según el grado de intensidad, pueden condicionar la vida”, dice la jefa del servicio de ginecología y obstetricia del Hospital de Sant Pau, Elisa Llurba, que lo está viviendo en primera persona. Y está constatando la falta de información y el desconocimiento que existe sobre esta etapa de la vida de la mujer. “Falta búsqueda. He encontrado pocos estudios y cada profesional tiene distintas respuestas. ¿Métodos naturales o artificiales? He tenido mis dudas y no hay claras evidencias. Estamos en el limbo. ¿Se les ha preguntado a las mujeres qué les preocupa sobre esta etapa? Porque las necesidades de las mujeres de ahora no son las mismas que hace 25 años. Han cambiado y queremos vivir más años en buenas condiciones”, reivindica Llurba.
La madurez coincide con la menopausia, una etapa normal de la vida de una mujer que se caracteriza por el fin de la menstruación y la pérdida de fertilidad. Se sitúa en torno a los 51 años, pero puede oscilar entre los 45 y los 55 años. La mujer comienza a perder progresivamente su función ovárica y desciende la producción de las hormonas femeninas, los estrógenos y la progesterona. No todas las mujeres sufren los mismos síntomas. Pueden aparecer, o no, sofocos, sudoración, intranquilidad, insomnio, atrofia y sequedad vaginal y taquicardia. A largo plazo existen mujeres que pueden desarrollar osteoporosis, problemas cardiovasculares y artrosis. “El cuerpo cambia, hay una sacudida que será más o menos fuerte según la mujer, pero no me gusta que lleguemos con miedo. A cada mujer le afecta de forma diferente. Y podemos estar quejándonos de lo que ya no tengo o mirar hacia dónde voy. Por eso yo lo llamo plenipausia : el cuerpo se transforma”, asegura la fisioterapeuta Mireia Grossmann.
Vida sexual
Entre los muchos cambios que experimenta el cuerpo de la mujer durante la menopausia se encuentra la atrofia vaginal, y esto se puede traducir, en algunos casos, en dolor en las relaciones sexuales con penetración. Grossmann explica que éste es un tema todavía tabú que preocupa a muchas mujeres. "La fisioterapia del suelo pélvico puede ayudar mucho", dice. Ella recomienda orgasmos terapéuticos -ver cuadro adjunto- para combatir la atrofia vaginal. “Tengo 47 años, me encuentro mejor que nunca, me cuido y hago ejercicio, y no estoy dispuesta a no tener ganas de tener relaciones sexuales o que me duela. Quiero vivir al 100% durante muchos años más”, dice Llurba. Los expertos aconsejan prevenir y cambiar hábitos: dieta saludable y practicar ejercicio.
El consejo de la fisioterapeuta, por Mireia Grossmann
“Durante la menopausia es muy común la atrofia vaginal, que engloba los cambios que experimenta la vagina cuando existe la caída hormonal: el tejido se vuelve más débil, pierde elasticidad y lubricación y se puede traducir en dolor en las relaciones sexuales con penetración ”.
“Cuando un músculo no se utiliza hablamos de atrofia. ¿Y qué hacemos entonces? Gimnasia. Y en la atrofia vaginal, vendría a ser lo mismo. La vagina es un conducto muscular y, como buen músculo, necesita contraerse para realizar gimnasia. Pero es musculatura involuntaria, como la de las paredes del estómago, que se contraen bajo un estímulo, no voluntariamente.
Los ejercicios de Kegel funcionan sobre el suelo pélvico pero no sobre el conducto de la vagina”.
“Para contraer la vagina se necesita un estímulo: el orgasmo. Durante los orgasmos la vagina se contrae y esa contracción es gimnasia vaginal. Hablamos de orgasmos terapéuticos para revivir el tejido muscular de la vagina. Contra la atrofia vaginal, orgasmos terapéuticos”.