El peso y el origen de las tradiciones navideñas
Montar el árbol de Navidad y el pesebre, comidas familiares, hacer cagar el tió, comer uvas en Nochevieja... Las costumbres navideñas se repiten año tras año. Ahora bien, ¿cuál es su origen?
Las fiestas de Navidad tienen un marcado carácter religioso que permanece casi intacto dos milenios después. En palabras del folclorista Amadeu Carbó, la Navidad de raíz profundamente religiosa "a la vez despasa los aspectos devocionales y litúrgicos". A su juicio, el nacimiento del Mesías –el principal motivo de celebración, al menos originalmente– "desborda todos estos límites". Y es que, sostiene el también autor del libro Celebramos la Navidad, celebramos el nacimiento "de un mito fundacional y, por tanto, el origen de toda una cultura, el occidental". Carbó subraya la imposibilidad de entender Europa sin cultura cristiana y nosotros, señala, “somos deudores y herederos, para bien y para mal”. En este sentido, el folclorista hace un apunte clave: “Muchas veces disociamos religión de cultura, y ahí radica el error y lo que genera ignorancia, ya que religión es cultura”.
Lo que sí ha habido a lo largo de todos estos siglos son variaciones en la manera de poner de manifiesto el espíritu navideño. Cada generación, como es obvio, ha ido dejando poso y formas de celebrar Navidad. Carbó hace mención de cómo la sociedad del capitalismo "ha terminado por ver en la Navidad un campo abonado para el consumo salvaje y hacer negocio, y nos ha alejado de formas de celebración de hace sólo 80 años, mucho más austeras". Algunos factores que, en su opinión, contribuyen a ello son la progresiva laicización de la sociedad y la banalización de las tradiciones. “Por ejemplo –apunta–, en los últimos años estas fechas se han convertido en momentos en los que cada vez más se ve la oportunidad de viajar”. La familia, matiza, "elemento central por tradición y necesidad de estas fiestas, cada vez ve cómo se va perdiendo su peso, aunque todavía es mucho".
El tió, presente también en el resto de Europa durante siglos
Centrémonos ahora en algunas de las tradiciones navideñas. En concreto, en una de las que más cuestan entender fuera de nuestras fronteras. ¿Por qué cagar el tió? La idea, para Carbó, "es más sencilla de entender de lo que parece". Lo sintetiza así: “Un tronco aparentemente muerto, cortado y descabezado de un árbol, en el momento en que es sacudido y picado –que no tratado violentamente–, tiene la fuerza y la generosidad suficientes para regalarnos golosinas y, finalmente, será quemado en la chimenea y volverá a ser generoso calentándonos”. El mensaje, prosigue, "es muy potente: la naturaleza mortecina sigue viva y augura un renacimiento generoso y fructífero cuando el invierno deje paso en primavera". Un ritual de abundancia muy relacionado con la continuidad del hogar y la familia y que, actualmente, lamenta Carbó, “está muy desdibujado e infantilizado”, y que, aunque parezca que sea única y exclusivamente catalán, no lo es porque , como apunta el autor, es una costumbre “muy antigua que había estado muy extendida por toda Europa, donde adoptaba nombres como tizón, tronca, palomita, villancico y yule, entre otros”.
Belenes vivientes y el caganer
En 2023 en Cataluña se desplegaron 44 pesebres vivientes en todo el territorio, algunos de los cuales con más de 50 ediciones a sus espaldas. Carbó puntualiza que estos 44 son sólo los federados, pero hay muchos más. La tradición de los belenes vivientes es relativamente nueva y está creciendo bastante, lo que da lugar a representaciones espectaculares que, señala, “no tienen la complejidad de los ensayos de los Pastorets”. Para Carbó, el hecho de poder hacerlos en la calle o en lugares singulares, “alrededor de parajes naturales cercanos, masías, etc., les da un atractivo especial”.
El origen del pesebre viviente tal como lo conocemos hoy en día se lo debemos, entre otras personas, al activista cultural Esteve Albert, quien, destaca Carbó, impulsó el de Engordany –“el primero de estos pesebres vivientes modernos ”– en 1956. “Ya en el Principado, el de Castell d'Aro, en 1959, y el de Corbera de Llobregat, en 1962, son los decanos”, explica el folclorista, que también apunta cómo el de Corbera incorporó el hecho que el público "se desplazara por las escenas convirtiéndose en espectador y al mismo tiempo un actor subjetivo". Hay pesebres vivientes de todo tipo, “incluso inclusivos como de la Torre del Corcho de Barcelona, donde todas las personas que participan tienen discapacidad intelectual”, subraya Carbó.
Y... ¿qué ocurre con los pesebres catalanes, que cuentan con una figura tan arraigada ya como el caganer? Carbó lo describe como un tema bastante misterioso, ya que, explica, "los caganers parecen no aparecer hasta el siglo XVIII y emparentados con las baldosas de los oficios, donde sí salen representados con anterioridad". Sin embargo, el folclorista hace una última reflexión que parece desmontar que Cataluña tenga el monopolio de estas figuritas tan curiosas, porque, explica, él lo ha visto en Murcia y en Portugal, "y seguramente habrá en más lugares" .
Lo que quizás parece también muy arraigado en nuestro país y no lo es tanto es la costumbre de tomarse 12 uvas en Nochevieja, una tradición que tiene poco más de un siglo de historia. El folclorista Amadeu Carbó apunta que el origen de esta costumbre debe situarse en Madrid a finales del siglo XIX o principios del XX. Se trata, por tanto, de una práctica bastante moderna. “Da igual –señala–, que folcloristas como Campmany, Amades o Violant no la recogen en sus trabajos, ya que no la consideran una tradición, ni la mencionan”.
A finales del siglo XIX, las familias acomodadas sí tenían la costumbre de despedir el año con champán y comiendo uva. “La prensa del momento explicaba que era una costumbre refinada importada de Francia”, señala Carbó. Sin embargo, en 1882 a raíz de unas disposiciones municipales que regulaban el uso de la calle la noche de Reyes, grupos de madrileños de las clases populares se concentraron en la Puerta del Sol en señal de protesta y desacuerdo con la medida y llevaron uvas para parodiar a las clases altas de la ciudad. “Con este gesto casi espontáneo –subraya Carbó–, empezaba una de las tradiciones más arraigadas del Año Nuevo”. De hecho, en 1897 el diario Gedeón del 31 de diciembre en uno de sus artículos ya habla de costumbre.
Lo que sí ha podido constatar Carbó es que en nuestro país el seguimiento de esta costumbre ha sido de origen muy desigual. Y es que, explica, la mayoría de los testigos que ha entrevistado señalan que no celebraban la llegada del nuevo año haciendo ingestas de granos de uva "y que su expansión va muy ligada a la entrada del televisor en los hogares". Televisión Española retransmite las campanadas desde la Puerta del Sol de Madrid desde el año 1956, salvo en 1973, que se realizaron desde Barcelona, y estas retransmisiones son, a juicio de Carbó, “la clave del arraigo de 'esta costumbre en todo el territorio del Estado”.