En otro contexto, el no de los comunes a las cuentas de Jaume Collboni pactados con ERC habría sido comprensible y poco noticioso, dado que el alcalde de Barcelona tiene un mecanismo para aprobarlos igualmente, que es el de la cuestión de confianza. Pero resulta que la decisión de los de Ada Colau llega después de haber tumbado los presupuestos de la Generalitat, los más expansivos de la historia, y con el peligro real de que los siguientes deban ser restrictivos, y haber provocado como consecuencia el anticipo electoral en Catalunya y, como efecto colateral, que tampoco se puedan aprobar las cuentas del Estado para 2024.
La concatenación de eventos deja a los comunes en una situación delicada. El partido teóricamente más partidario del gasto público ha impedido la aprobación de los presupuestos de la Generalitat y del Estado, y ha votado en contra de los del Ayuntamiento de Barcelona, en una espiral que los sitúa como una especie de partido del "no a todo", cuando lo que pide la situación social y económica es justo lo contrario: generosidad y capacidad de llegar a acuerdos en beneficio, sobre todo, de las clases más desfavorecidas, que son las que más sufren la falta de presupuestos. La situación es muy paradójica porque hasta ayer mismo los comunes habían hecho bandera de esa capacidad de pacto y generosidad, de hacer política útil, hasta el punto de votar unos presupuestos, los del 2022, junto a Junts, un partido con el que sobre el papel desempeñan diferencias insalvables.
En el trasfondo de todo ello es difícil no ver la mano de Ada Colau y su intención de presionar para que haya un tripartito de izquierdas en el Ayuntamiento, con ella ocupando el cargo de teniente de alcalde . Pero lo que ocurre es que es posible que el resultado final de la jugada sea muy diferente al que buscaba. Hoy el tripartito de izquierdas está más lejos, tanto en el Ayuntamiento como en la Generalitat, ya que el voto de los comunes en contra de las cuentas de ambas instituciones ha deteriorado, y mucho, las relaciones con ERC y también con el PSC. Al final del ciclo electoral veremos si la jugada les ha salido bien o si, como todo apunta, ha sido políticamente un disparo en el pie con consecuencias graves para la sociedad.
En cuanto a las cuentas del Ayuntamiento, Collboni jugaba con ventaja porque tenía una forma de esquivar la presión de Colau, algo que Aragonès no tiene, y podrá aprobarlas igualmente en el plazo de un mes. Habrá que esperar al resultado del 12-M para ver si finalmente se concreta la entrada de ERC en el gobierno municipal o queda abortada. Recordemos que antes de negociar con los republicanos, Collboni lo hizo también con Junts, con quien suma mayoría. Lo que no parece viable es que un gobierno con apenas 10 concejales pueda aguantar toda la legislatura. La ciudad necesita capacidad de pacto y tejer consensos, y que la política no sea percibida como la culpable del bloqueo. En cualquier caso, el 12-M una de las cosas que se dilucidarán es si la ciudadanía premia o castiga las últimas decisiones de los comunes. Y esto también tendrá una derivada barcelonesa.