El PP ha sido estos días víctima de su propia estrategia seguir utilizando ETA como arma política trece años después de su desaparición. Resulta que el hecho de aprobar la transposición de normativa europea que fija un principio tan lógico como que en el recuento de años de reclusión de un condenado deben convalidarse los que se hayan pasado en una prisión de la UE derivado en una crisis mayúscula dentro del PP porque ahora ven con consternación cómo su voto a favor servirá, sin darse cuenta, para acortar la condena a algunos etarras que ya estuvieron encerrados en Francia. Ni los tres diputados del PP que participaron en el debate en comisión, ni tampoco los de Vox, se dieron cuenta de que había una enmienda de Sumar que anulaba la excepción para los condenados por terrorismo que introdujo el gobierno Rajoy el 2018, cuando fue consciente de sus efectos. Por tanto, aquí se mezcla la desidia de unos diputados con que, trece años después de la desaparición de ETA, el PP aún no es capaz de pasar página y salir del paradigma punitivista y vengativo.
El histrionismo del PP en esta cuestión llega al punto de que para dirigentes como Isabel Díaz Ayuso, "ETA está más fuerte que nunca", como dijo el pasado lunes. Esto es así porque para Ayuso y los sectores más ultras del PP, ETA sigue existiendo porque existe el independentismo vasco y partidos como EH Bildu. Da igual que EH Bildu sea hoy una formación completamente legal, que haya pedido perdón a las víctimas de ETA o que en las pasadas elecciones vascas estuviera a punto de superar al PNV. Da igual que durante el gobierno de Zapatero ETA anunciara que dejaba las armas y que en el 2018, ya con Mariano Rajoy, anunciara su disolución definitiva. En lugar de estar satisfechos por la victoria del estado de derecho contra ETA, el PP vivió el fin del terrorismo como una derrota. Y todavía le dura.
Pero basta con pasearse por las calles de Euskadi para darse cuenta de que la situación ha cambiado de forma radical, y que hablar de ETA como si fuera una organización en activo es una broma de mal gusto, sobre todo para la gente que la sufrió en primera persona. ¿De verdad Alberto Núñez Feijóo cree tan poco en el estado de derecho que considera que la excarcelación de etarras antes de lo previsto, no porque se les haya reducido la pena sino porque ahora se cuente bien el tiempo pasado en prisión, ¿debe suponer una humillación para nadie? Sea ahora o dentro de unos meses, estos presos debían salir igualmente en libertad después de cumplir, en algunos casos, décadas de reclusión. Y esto debe verse como lo que es, un acto de normalidad democrática que debe ayudar a consolidar el proceso de paz en Euskadi. Los vascos llevan muchos años trabajando por la reconciliación, intentando recosir las heridas que dejó la violencia, para que ahora vean que en Madrid se saca a pasear el espantajo de ETA cada vez que le conviene a un partido político que se empeña a vivir en el pasado. Y encima resulta que no es capaz ni de hacer bien su trabajo.