Hacer que ser profesor de catalán sea atractivo

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Aloma, Èlia y Júlia, las tres estudiantes de filología catalana en el claustro de la UB.

Ya hace tiempo que la situación del catalán es motivo de preocupación, sobre todo por la bajada del uso entre los jóvenes, pero existe un aspecto sobre el que no se ha puesto suficiente el acento, y es la falta de profesores de lengua catalana que sufre el sistema educativo. Tanto es así que hasta un 40% de las sustituciones de catalán no acaban cubriéndose por falta de candidatos. Esta realidad responde a múltiples causas, pero sin duda es necesario actuar para encontrar soluciones. El caso es que durante los años 80 y 90 los profesores de catalán eran personas motivadas, bien vistas socialmente, y que eran conscientes de que con la recuperación del autogobierno tenían una tarea clave en la recuperación de la lengua después del período franquista. Hoy este componente activista ya se ha perdido, y es lógico que así sea, y los profesores de lengua sufren los mismos problemas que el resto: falta de prestigio, crisis de las humanidades, pocas herramientas para hacer frente a la complejidad que se vive en el aula, estrés, etc. En las últimas oposiciones, en la especialidad de lengua catalana quedaron 105 plazas vacantes. Y esto es así porque cada vez hay menos estudiantes de filología catalana, a pesar de ser de las carreras con mayor ocupabilidad, y los pocos que van tienen la enseñanza sólo como plan B.

El reportaje que firma Laura Serra describe con crudeza esta realidad, en la que está en peligro el relevo generacional en las aulas de los próximos años, en la que se jubilarán muchos de los profesores que empezaron a trabajar en los años 80, y además está previsto que aumente el alumnado de la ESO. Los testigos explican que ser profesor de catalán hoy en día no es fácil, ya que no existe la conciencia de que existía hace años que era necesario aprender catalán, y muchos alumnos desarrollan hostilidad hacia la lengua propia del país. La situación se ha ido trampeando a base de habilitar como profesores de catalán licenciados en otras materias que no son la filología, pero no está nada claro que haya funcionado porque esto ha bajado el nivel, según los expertos.

De alguna manera existe una situación de emergencia que debe abordarse. La falta de vocaciones debe compensarse de alguna manera. Y si hoy ya no se puede tener ese espíritu activista y comprometido con la lengua que caracterizó a la primera hornada de enseñantes de la democracia, habrá que buscar otras soluciones para hacer atractiva la docencia, y en especial la de lengua catalana. Hay una parte del problema que es global y que afecta a la enseñanza en general, y otra que es específica del catalán. No es lo mismo enseñar lengua catalana hoy que cumple 20 o incluso 10 años. La realidad ha cambiado mucho y se necesitan unas habilidades diferentes y también un mayor apoyo. Pero no todo es un desastre, porque existen exitosos ejemplos que se pueden generalizar.

Están muy bien todos los planes para recuperar el uso de la lengua en la calle, pero debemos ser conscientes de que si falla la escuela, es decir, el conocimiento básico, todo el edificio se derrumbará. Ésta debería ser una prioridad absoluta del próximo gobierno de la Generalitat.

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