El presidente ruso, Vladimir Putin, ejerce estos días de anfitrión, en Kazán, de la cumbre de los llamados BRICS, un acrónimo que en un primer momento reunía a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica pero donde también se han incorporado países como Arabia Saudita, Irán, Turquía y Egipto. Los BRICS son el contrapeso mundial a la hegemonía de Occidente, a la que superan mucho en población y cada vez se acercan más desde el punto de vista económico. En esta cumbre, Putin ha llamado a detener la guerra en Oriente Próximo por miedo a un "conflicto a gran escala", una declaración ciertamente hipócrita viniendo de alguien que está invadiendo un tercer país como es Ucrania. Pero no podemos quedarnos con la anécdota, porque el problema es que Putin utiliza el conflicto de Oriente Próximo para poner de manifiesto la doble vara de medir de Occidente en ambos conflictos (por un lado, ayuda Ucrania; y, de la otra, deja hacer a Israel) como una forma de quitarse la responsabilidad de encima y establecer complicidades con estados que le pueden permitir resistir económica y políticamente a la cronificación de la guerra.
Líderes como el chino Xi Jinping o el turco Recep Tayyip Erdogan han repetido este mismo mensaje en favor de la paz en Oriente Próximo. Erdogan ha ido más allá y ha denunciado el "genocidio" palestino. Este conflicto, pues, está siendo instrumentalizado por Putin, que mientras por un lado se presenta como un defensor de la paz, por otro aspira a convertir a Ucrania en una herida abierta desde la que debilitar a Occidente. Una buena e inquietante prueba de ello es el envío de tropas de Corea del Norte a Rusia para combatir en el frente ucraniano. Los países interesados en debilitar a Occidente, pues, están viendo en esta guerra una oportunidad, y de ello se aprovecha ahora mismo el mandatario ruso, que en los últimos meses acumula victorias tanto en el campo militar como en el diplomático.
Sin duda, sin embargo, la mejor noticia para Putin en los próximos días sería la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses del 5 de noviembre. Este jueves el presidente ruso ha saludado las declaraciones que hizo Trump en el sentido de que si gana las elecciones buscará una salida rápida al conflicto, una forma de decir que forzaría a Ucrania a aceptar una partición de su país. Una victoria de Trump sería especialmente peligrosa porque reforzaría a Putin y debilitaría a Occidente, ya que provocaría un divorcio entre la UE y Estados Unidos.
Occidente, sin embargo, debe admitir que algunas críticas de los BRICS están fundamentadas, y que no reciben el mismo trato a los ucranianos que a los palestinos. Una política inteligente debería estar destinada a aislar a Putin, a desmentir que existe esta doble vara de medir ya tejer alianzas con estos países que hoy en día se sienten ignorados y menospreciados. Es difícil porque muchos son regímenes autoritarios e iliberales, pero aún sería peor que se formara un poderoso polo antioccidental en torno a una figura tan siniestra como la de Putin.