Fotografía

"Quiero tomar fotos hasta que tenga 105 años"

Àlex Burgaz cogió una cámara por primera vez en 1978 y lleva acumuladas 1,5 millones de imágenes que documentan hechos, tanto noticiables como cotidianos, sin retribución económica

Una de las imágenes de Àlex Burgaz, de 2013
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JunedaÀlex Burgaz (Barcelona, ​​1974) recuerda haber tomado una cámara de fotos cuando tenía solo cuatro años. Su padre lo documentó gráficamente. En la imagen (mayo de 1978), el pequeño Burgaz aparece con lágrimas y cogiendo con fuerza el aparato. Lloraba porque la madre (también en la imagen) le había hecho marchar a regañadientes de una actividad escolar que él estaba fotografiando.

La vida de Àlex Burgaz, que ahora reside en Juneda (en la comarca de Les Garrigues), está dedicada exclusivamente a la fotografía. Desde esa fiesta infantil en la escuela Sant Felip Neri de Barcelona hasta la actualidad no ha parado de tomar fotos y documentarlo todo, desde hechos rigurosamente noticiables, hasta los más cotidianos y anecdóticos.

Primero lo hacía con las cámaras que le dejaban sus padres, después con la suya propia, pero ha tenido la aptitud de guardar las imágenes meticulosamente. Todas y cada una están ordenadas por el lugar, por la fecha e, incluso, por el minuto exacto en el que se hicieron. Un trabajo minucioso que empezó desde pequeño.

La primera imagen archivada del proyecto Sreet Stories. Gente desconocida paseando en la plaza Catalunya, en junio de 1979
Los padres de Àlex Burgaz fotografiados por él mismo en una excursión familiar al parque de Gualba, en el Montseny, en abril de 1981

La primera foto que tiene archivada con autoría propia es del año 1979, tomada en la plaza de Catalunya, cuando sus abuelos le llevaban a ver las palomas. Le siguen muchísimas, donde primero aparecen familiares, amigos y conocidos y, después, todo tipo de situaciones, tanto de las calles de Barcelona, ​​como de sus desplazamientos por Cataluña y viajes al extranjero (un puñado de países, de México hasta Vietnam , pasando por Libia) y cubriendo eventos políticos y sociales de todo tipo. Algunos de interés general (manifestaciones, los hechos del 1 de Octubre, la pandemia, las inundaciones de Valencia), otros de carácter muy personal (su propia boda o la muerte de su padre por accidente de tráfico) . Nunca ha tenido interés en exponerlas ni en publicarlas en los medios (aunque algunas sí han visto la luz) y nunca se ha presentado a ningún concurso. Él recibe ya una remuneración como trabajador de una empresa avícola de Juneda y prefiere que su actividad fotográfica diaria esté libre de cualquier condicionante. "Quiero que mis fotos sean lo más neutras posible", reivindica.

Manifestación de trabajadores del sector sanitario en Barcelona, ​​en junio de 2020.

Calcula que en su vida ha acumulado más de un millón y medio de fotografías, de las que ha seleccionado unas 25.000 bajo el título Street Stories. Éste es el nombre que ha dado a un vastísimo trabajo fotográfico que no tiene fecha de finalización y que ha registrado recientemente en el Récord Guinness para convertirse oficialmente en el proyecto visual más longevo del mundo.

La foto en el ADN

Burgaz nació casi con una cámara debajo del brazo. Su padre, Jesús Burgaz, además de fotoperiodista del diario La Vanguardia, era un reconocido profesor de la Agrupación Fotográfica de Cataluña (AFC). El pequeño Àlex le acompañaba a menudo y se quedaba largas horas rodeado de leyendas de la época, como Francesc Català Roca, Joan Colom y Oriol Maspons.

Álex de pequeño fotografiado por su padre, Jesús, que era fotoperiodista de 'La Vanguardia'

"Ellos eran mayores y yo un niño, siempre cámara en mano, cosa que en aquella época no era muy frecuente, ya ellos les hacía mucha gracia –recuerda Burgaz–, se lo pasaban bien jugando conmigo y aconsejándome ". Uno de los consejos le recibió del propio Agustí Centelles, con quien tiene vínculos familiares. Los días que le veía en casa de su tía, Centelles siempre le exhortaba: "¡Tú coge la cámara y dispara, no pienses!". Y le hizo caso. Pero debía ser muy selectivo. Su padre sólo le administraba un carrete cada dos semanas. Tocaba prácticamente en una sola foto diaria. "Por la mañana pensaba mucho cuál sería la imagen que haría", dice.

Con veinte años, el pequeño de los Burgaz hizo algunas tareas para La Vanguardiapero era un trabajo tan precario que no le servía para ganarse la vida. Pensó que la mejor manera era trasladarse a la casa solariega de la madre, en Juneda, desde donde pretendía colaborar con la prensa local leridana. Pero la primera decepción fue cuando le propusieron un sueldo mensual de 80.000 pesetas, con la obligación de barrer y frotar la redacción cada noche al finalizar la jornada. Se negó, porque encontró tareas mucho mejor remuneradas fuera del sector periodístico que le daban tiempo libre suficiente para dedicarse a su gran afición.

Una mujer paseando a su perro cerca del puerto de Barcelona, ​​en septiembre de 2020.

Oculto tras el visor

Estados Unidos, Canadá, Cuba, Libia, Camboya, Tailandia, Vietnam y prácticamente toda Europa han sido algunos de los lugares a los que ha viajado en su tiempo libre para fotografiar la realidad social e incluso política. Ha captado la esclavitud infantil en República Dominicana, la áspera del desierto argelino o los rincones más sórdidos de México, pero también momentos crudos de la realidad catalana. Uno de ellos fue el accidente de tráfico de su propio padre, fallecido en un choque en el 2011. Fotografió todos los rincones del coche, aún impregnados de sangre fresca, "que me acabaría ensuciando la ropa que llevaría después al funeral".

Àlex admite que la cámara siempre le ha protegido de las emociones. "Entiendo que es una manera eficaz para acercarme a cualquier situación", explica. Esta frialdad le ha servido también para tomar un tipo de fotos que muchos medios seguramente nunca le comprarán. "Mi intención es puramente documental, no pretendo ganar dinero publicando", confiesa. El último episodio lo vivió en la media maratón de Lleida el pasado mes de noviembre, cuando fotografió la parada cardiorrespiratoria de uno de los corredores al llegar a meta. "Ningún diario estuvo interesado en mi foto", admite, sin demasiada preocupación.

Barcelona visto desde el parque de atracciones del Tibidabo

Àlex Burgaz trabaja en la empresa avícola cada noche en jornada intensiva. Su tipo de trabajo le permite pensar en su proyecto y planificar las salidas futuras. A medianoche, en casa, revisa las agendas de los consellers de la Generalitat y de la mayoría de instituciones políticas y culturales para seleccionar el trabajo de la mañana siguiente. Si nada encuentra interesante, pasea por las calles, sobre todo las de Barcelona, ​​que las conoce sobradamente. En la Ciudad Condal acude un par de veces por semana y utiliza las tres horas de viaje en tren para editar las fotos en el ordenador.

Un joven fotografiado dentro de un túnel urbano en Reus, en febrero de 2024.

¿El objetivo final? "Hacer fotos hasta que tenga 105 años", bromea. Prevé que la jubilación se la pasará viajando en autocaravana junto a su esposa mexicana (también fotógrafa) y que morirá dejando un legado documental a la humanidad. Incluso le ha pasado por la cabeza instalar una cámara en su propio nicho con un sensor que fotografíe automáticamente a todo el mundo que le visite en el cementerio después de muerto.

Acreditado por una ONG

El acceso a los lugares y momentos más delicados está garantizado desde que es miembro acreditado de la United Photo Press, una ONG internacional de 120 fotógrafos con convenio con Naciones Unidas. Gracias a esta organización, Burgaz ha podido visibilizar parte de su trabajo, como en la última exposición colectiva en Madeira (Portugal). Su presidente, Carlos Sousa, destaca de él su "capacidad multifacética de cubrir eventos de todo tipo, de la guerra en la paz" y le describe como "un fotógrafo del mundo" porque "siempre lo mira todo de la forma correcta y en el momento ideal".

Burgaz no es un fotógrafo muy pródigo en relacionarse con el gremio. Mantiene un perfil discreto y casi anónimo, sobre todo por su reducida vinculación profesional. De los pocos compañeros que le conocen está Antonio Andrade, un periodista mexicano que ha trabajado a fondo la realidad narco de su país y que es el actual propietario de un local sociocultural en Zaragoza donde Burgaz expondrá su obra el próximo mes de agosto. "Más que encontrar cosas que fotografiar, Àlex prefiere que las cosas le encuentren a él", comenta Andrade, quien destaca su capacidad de empatizar con la gente de la calle. "Tiene pasión por la foto y, sobre todo, por el ser humano", concluye.

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