Bienestar

Te quiero, pero no podemos dormir juntos

A pesar de que compartir cama es una expresión de unión e intimidad, para muchas parejas no es la mejor opción para descansar adecuadamente

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T'estimo, pero no podemos estar juntos

BarcelonaLos ronquidos, los golpes, la temperatura corporal, unos horarios incompatibles o la necesidad de tener un espacio propio. Estos son los motivos por los que algunas parejas deciden dormir separadas, sea en camas individuales en la misma habitación o en habitaciones diferentes. Esta tendencia, bautizada en Estados Unidos como sleep divorce (divorcio para dormir), no está vinculada con una crisis sentimental, sino con la necesidad de descansar mejor.

“En Catalunya tenemos asociada la cama como el espacio íntimo donde tenemos relaciones y donde hablamos de cosas importantes, y parece que si como pareja tomas la decisión de dormir separados, reduces este espacio”, asegura Carlota Iglesias, psicóloga especializada en terapia familiar y de pareja. “Pero también nos podemos replantear esta creencia, priorizar el descanso y encontrar una conexión fuera del dormitorio. A veces llevamos el piloto automático y me parece interesante que haya parejas que viven juntas y se planteen dormir separadas”, comenta la terapeuta.

Los acuerdos para dormir separados pueden incluir usar camas de tamaños similares uno junto al otro; tener una cama individual y una más grande en la habitación por si la pareja quiere un momento de intimidad; dormir separados en noches concretas de la semana (de lunes a viernes, por ejemplo, y dormir juntos el fin de semana), u otra opción puede ser tener habitaciones separadas. Este es el caso de Mireia y su marido, de 37 y 39 años, que desde hace unos años decidieron dormir separados para descansar en condiciones. “Yo trabajaba en un programa matinal en la radio y me levantaba a las cinco y cuarto de la mañana”, explica ella. “Me iba a dormir muy temprano y cuando mi marido entraba, me despertaba. Además, a él le cuesta coger el sueño y se pone algo en el ordenador para dormirse. La luz de la pantalla también me molestaba mucho y era un motivo de discusiones”. Es por eso que decidieron dormir en habitaciones separadas y aseguran que su relación, y su descanso, ha mejorado mucho. “Gracias a esta decisión hemos fortalecido nuestra relación. Tenemos menos malos rollos y descansamos mucho mejor”, asegura Mireia. 

La importancia del descanso

A pesar de que en nuestro imaginario compartir cama con la pareja es una expresión de unión e intimidad, según los expertos no siempre es la mejor opción para conseguir un descanso adecuado. "Una pareja no tiene que tener necesariamente el mismo ritmo biológico y las alteraciones de sueño de uno pueden interferir en el sueño del otro", explica la doctora Mercè Mayos, coordinadora de la unidad del sueño del servicio de neumología del Hospital de Sant Pau. Algunas parejas que duermen en la misma habitación son proclives a experimentar perturbaciones nocturnas causadas por el otro como los ronquidos o el sueño inquieto u otros trastornos médicos más graves como apneas o el síndrome de las piernas inquietas.

Los trastornos del sueño son uno de los grandes problemas de salud a los que se enfrentan los países industrializados. Así lo afirmaba la revista médica The Lancet en septiembre pasado en un estudio que determina que la vida moderna potencia problemas como el insomnio. La publicación y la mayoría de especialistas constatan que la falta de sueño o de descanso (dormir suficientes horas pero con una calidad insuficiente) favorece problemas crónicos como la hipertensión, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares. "Un sueño adecuado es un elemento indispensable de salud, y del mismo modo que somos capaces de llevar una dieta adecuada o de hacer ejercicio para mantenernos en forma tenemos que ser proactivos y tomar acciones para tener una buena higiene del sueño", dice Mayos. "Detectamos unos hábitos de sueño muy irregulares en la población, como por ejemplo el uso de pantallas justo antes de ir a dormir, trabajar hasta la hora de meterse en la cama, la procrastinación para ir a descansar... Todos estos hábitos son muy comunes y nos cuesta mucho modificarlos, y sería lo primero que tendríamos que cambiar", afirma la doctora. Según Mayos, cada vez ven más casos en la consulta, sobre todo en parejas de más edad, que optan por dormir separados, un hecho que, a priori, ayuda a mejorar la calidad del sueño de los implicados: "También hay aspectos de intimidad y emocionales que se tienen que tener en cuenta. Si se toma la decisión de dormir separados, tiene que ser una decisión consensuada".

La salud hizo que el matrimonio de Joan y Concepció, que rozan los setenta años, optaran por comprarse dos camas individuales después de más de cuarenta años durmiendo juntos en una cama de matrimonio. “Teníamos que cambiar el colchón y no nos decidíamos. Ella lo quería más blando y yo más duro. Los dos sufrimos de dolor de espalda y al final el dependiente de la tienda nos ofreció camas articuladas individuales”, explica él. “De jóvenes no se nos habría pasado por la cabeza, pero la verdad es que dormimos más cómodos. Y ya no nos peleamos por la manta”, bromea Joan.

Una cuestión de acuerdos

“Estamos más acostumbrados a ver que cuando las parejas se hacen mayores deciden dormir separadas porque nos parece que el sexo en la tercera edad deja de tener importancia, pero para que esta decisión funcione no es tanto una cosa de la edad como de acuerdos”, afirma la psicóloga Carlota Iglesias. Según la terapeuta, en cualquier nueva dinámica de una pareja (desde dormir separados hasta repartir tareas de la casa) es importante hacer recordatorios de vez en cuando y hablar de las cosas. "¿Cómo estás?" o "¿Cómo me siento?" son preguntas que nos tenemos que hacer a menudo en una relación y probablemente el peor momento para hacerlo es la hora de ir a dormir. “Cuando estamos durmiendo, estamos durmiendo. Es un momento crítico porque estás muy cansado y no tienes ganas de hablar ni de hacer nada. Es necesario buscar otros espacios de conexión”, comenta. Por ejemplo, si la pareja duerme en habitaciones separadas, pueden levantarse media hora antes y desayunar juntos o practicar alguna actividad juntos cada día como el yoga. 

Para que la separación nocturna no afecte a la relación de pareja sino que la potencie, Iglesias considera que no se pueden dejar de lado las relaciones sexuales. “Se pueden mantener en cualquier lugar de casa y también puede ser interesante romper la rutina y estimular una cita de pareja una vez al mes como mínimo. Se puede ser creativo y jugar a dormir en la cama del otro de vez en cuando”. Así lo hacen Sergio y su compañero, de 38 años, que se conocieron en un piso compartido y cuando formalizaron la relación decidieron mantener las habitaciones separadas. "Nos gusta mantener nuestro espacio. Es una decisión que cuesta que la gente entienda y nos tenemos que justificar constantemente", dicen.

Y es que a pesar de que hace años que la tradicional pareja monógama basada en “el amor para siempre jamás” convive con infinidad de modelos de relaciones adaptadas a los nuevos tiempos, parece que la decisión de dormir por separado continúa siendo un tema tabú: “Nosotros hemos hecho mucho cachondeo con el grupo de amigos y hemos hablado de ello muchas veces, y también con la familia –asegura Mireia, que duerme en una habitación separada de su marido–, pero entiendo que haya personas que puedan no querer hablar porque parece que lo normal sea la idea romántica de dormir con la pareja”, añade. 

¿Desde cuándo compartimos colchón?

Aquí la dinámica de compartir colchón nos parece del todo “normal” porque esta costumbre nos viene de lejos. “Históricamente en Catalunya somos de dormir juntos. En la Edad Media dormían dos y tres personas en una misma cama; sobre todo las clases populares”, explica Mireia Comas, profesora de historia medieval de la Universitat de Barcelona. “Tenemos constancia de que en el Hospital de la Santa Creu durante la Edad Media los enfermos no tenían una cama individual”.

Para encontrar referencias de parejas que no dormían juntas tenemos que fijar la mirada más atrás. En el libro Historia de las alcobas (Editorial Siruela), la historiadora francesa Michelle Perrot explica que durante el Imperio Romano, los matrimonios de las clases privilegiadas no compartían cama, sino que había camas destinadas a mantener relaciones sexuales, de tal manera que el descanso y el placer quedaban desvinculados. Una manera de dormir que las clases más desfavorecidas, tanto en la época romana como en siglos posteriores, no se podían permitir. Para este sector de la sociedad, la emergencia de una habitación propia, según Perrot, no se produjo hasta el siglo XIX a consecuencia de las grandes epidemias que golpearon a Europa y que pusieron el foco en la higiene, primero en términos de salud pública y más tarde en las habitaciones privadas. Más adelante, en la década de 1920, dormir en camas separadas se convirtió en una opción moderna para las parejas de clase media, que rehusaban las "anticuadas" camas de estilo victoriano. Una opción que volvió a modificarse después de la Segunda Guerra Mundial, cuando a partir de la década de los cincuenta hasta hoy día dormir en camas separadas se empezó a concebir como una señal de crisis sentimental.

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