Hablemos de dinero

Quim Masferrer: "Soy muy mal empresario"

El presentador de 'El foraster' explica su relación con el dinero como actor y empresario

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Quim Masferrer.

BarcelonaEl actor y presentador Quim Masferrer es uno de los rostros más conocidos de la televisión catalana. Sin embargo, su historia familiar no está ligada al mundo de la interpretación: “Soy de Sant Feliu de Buixalleu, un pueblo pequeño de 800 habitantes, y en mi casa tienen uno de los restaurantes del pueblo. Mi familia lo gestiona desde hace más de 200 años y mi hermana, que le lleva actualmente, es la séptima generación detrás de uno de los restaurantes más antiguos de Catalunya”.

Su infancia, pues, transcurrió vinculada al negocio familiar y allí fue donde tuvo sus primeras experiencias profesionales. “De pequeños no había niños en el pueblo. Estudiábamos en Arbúcies, pero cuando volvíamos a casa nos pasábamos el día en el restaurante y desde los 13 años ya empezamos a ayudar a los padres para ganarnos un dinero”, explica Masferrer. Según el actor, "aunque eran otras épocas", esto hizo que desde niño ya tuviera más ahorros que el resto de sus amigos.

Una vez terminado el instituto, Masferrer estudió turismo en la universidad por inercia, aunque ya sentía la pasión por el teatro desde adolescente: “Me planteé estudiar empresariales o turismo por vinculación con el restaurante familiar, pero la verdad es que yo no quería seguir. Fue una manera de posponer el dilema y de entrada supo muy mal en casa, porque yo era el hijo mayor, pero con el tiempo se ha demostrado que mi hermana lo hace mil veces mejor que yo”, dice.

En cuanto a sus primeros años dedicados a la interpretación, Masferrer empezó con una primera compañía de teatro cuando tenía 15 años. Hasta tres años después, sin embargo, no cobró el primer sueldo de actor: “Nos contrataron en Manresa para hacer animación mientras venían los Reyes Magos. Estábamos tres en la compañía y nos pagaron 60.000 pesetas. Ahora parece poco, pero nos hizo mucha ilusión y recuerdo que fuimos con la furgoneta del restaurante de mis padres, a la que tuvimos que tapar el logo para no quedarnos mal”.

Masferrer reconoce que vivir de las artes escénicas no es fácil y que en los primeros años tiró de los ahorros. “Me di de margen hasta los 30 años para poder ganarme la vida como actor, que es lo que me permitían los ahorros. Si no, pues lo dejaría y optaría por otra profesión”, admite. La suerte cambió con la fundación de la compañía Teatre de Guerrilla en 1998: “Después de la Feria de Tárrega de 1999 vino un gran boom y empezamos a tener muchas actuaciones. Tuvimos suerte y fue una compañía que llegó muy lejos”.

A los 12 años, sin embargo, Teatre de Guerrilla optó por separarse. “Se ha especulado mucho sobre por qué terminó, pero la realidad es que creímos que nuestra propuesta artística se había agotado. Fue un momento complicado, pero hicimos lo correcto”, confiesa. Actualmente, Masferrer es la cara visible de Guerrilla Produccions, la empresa con la que produce y distribuye espectáculos: “Somos cuatro trabajadores y lo cierto es que soy muy mal empresario. Mi dedicación es hacia el mundo artístico; hacer guiones, actuar, plantear espectáculos… En cambio, no traigo ningún aspecto de gerencia, sé delegar y confiar en mi equipo de siempre. Si fuera por mí, no podríamos pagar ni una nómina”, asegura.

El actor advierte que el sector de la interpretación es inestable, pero siempre lo ha compaginado con apostar por proyectos de su alcance y con una fuerte cultura del ahorro. “Lo de hacer nueve temporadas de proyectos como El forastero no es muy habitual, pero estamos muy agradecidos. La interpretación depende mucho de las modas, a épocas agradas más o menos. Por otra parte, en casa siempre me han enseñado esto de ahorrar para cuando llegan momentos más flojos y nunca he tenido la ambición de crecer mucho. Estoy en el mismo equipo desde siempre, me gustan los proyectos pequeños y para mí esto es un éxito”, destaca el presentador.

Sobre el futuro, Masferrer explica que nunca ha hecho ninguna inversión y que “no juega ni en la lotería”. “Recuerdo lo pequeño que mi abuelo miraba las acciones en el diario y jugaba en bolsa. Yo, en cambio, no tengo el más mínimo interés en el dinero, me agobia. Cuanto mayor me hago, más claro tengo que no es el dinero lo que me llevaré al cementerio, sino las experiencias vividas”, concluye.

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