Respiración asistida

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Ronald Koeman durante el partido contra el Granada en el Camp Nou dando indicaciones desde el área técnica.

“El Barça trabaja con una lista de sustitutos para Ronald Koeman porque el neerlandés no encaja con el estilo de juego que pretende Joan Laporta”. Es el día de la marmota, otra vez. La frase la pronunciamos al final de la temporada pasada y la estamos repitiendo ahora como si fuera nueva, sabiendo que es vieja y que alguien vuelve a ir tarde. Esta vez, para innovar, Bill Murray podría hacer un crossover con el Doc de Regreso al futuro y ya lo tendríamos todo. De momento, estamos atrapados en una espiral espaciotemporal asfixiante en la que no acaba de pasar nada: bueno, sí, que todo es sensiblemente peor que el día anterior mientras se suceden en Twitter los vídeos sin microfonar, grabados con un móvil, en el despacho con eco del presidente.

En medio de este escenario, Koeman agoniza lentamente en la crónica de una muerte anunciada desde mayo, cuando Laporta le dijo sin tapujos que le buscaban un relevo y se lo acabaron quedando gracias al contrato de dos años firmado con Bartomeu y porque no tenían un plan bien definido. El gato de Schrödinger sigue dentro de la caja, pero ahora ya lleva respiración asistida y emite maullidos desesperados. El texto leído antes de visitar Cádiz sonaba a despedida, como si fueran las últimas palabras de un condenado a muerte antes de la ejecución en una plaza del siglo XIII. Verlo aparecer con el papel, las gafas y el responsable de prensa avisando de que no aceptaría preguntas invitaba a pensar que dimitiría para acabar de una vez por todas con el calvario colectivo (esto ya les iría bien a algunos). Pero no: ya podíamos apuntar un nuevo capítulo de victimismo schusteriano, de reivindicación del trabajo hecho dentro de unos márgenes imposibles y, en definitiva, de epitafio antes de que llegue el verdugo. 

“Quedar en un alto ranking de la Liga sería un éxito […] y en la Champions no se pueden esperar milagros”, argumenta Koeman. El héroe de Wembley se desdibuja, cada vez más débil, vulnerable y empequeñecido. Su mensaje contrasta con la ilusión que intenta imprimir Laporta, que no acepta temporadas de transición y que aseguró que, con él, perder tendría consecuencias. Cada partido, cada comparecencia, cada minuto que pasa, la situación es más insostenible y se pierde más tiempo para reconstruir no solo al equipo, sino también al club, que tiene que coger aire en el césped para volver a ser fuerte como marca y rehacerse económicamente después de la gestión trágica de la junta anterior. Se necesita urgentemente la toma de decisiones del presidente. La agonía de Koeman ya es la agonía de todos.

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