Smell-o-vision, el sistema fallido para oler las películas
La tecnología proyectaba el aroma de las escenas a los espectadores del cine y se utilizó una sola vez
En el paseo Marítimo de Marbella, junto a la playa de Venus, se alza uno de los hoteles más lujosos e imponentes de la ciudad. Para llegar, es necesario superar una garita de seguridad y subir un paso de adoquines flanqueado por un bosquecillo de pinos y palmeras. En lo alto del edificio, unas letras doradas anuncian El Fuerte. Desde 1957, el hotel ha acogido a un montón de personalidades, como el poeta Rafael Alberti, la actriz Penélope Cruz o el todopoderoso Walt Disney, pero también ha sido el escenario de uno de los fracasos más sonados del mundo cinematográfico. En 1959 se rodó la películaScent of mystery, el primer filme de la historia dotado con una tecnología que parecía llamada a revolucionarlo todo: el Smell-o-vision. Con la instalación de unas botellitas de perfume en las salas de cine y un sistema para que las fragancias se liberaran siguiendo la proyección, el innovador sistema prometía a los espectadores una experiencia inmersiva única: notar los olores de las escenas que iban apareciendo en la pantalla.
En el filme, mientras los personajes estaban en la terraza del hotel, en la sala se liberaba olor a brisa marina; cuando una de las criadas robaba algo de perfume del tocador de la señora, se podía notar un toque de fragancia; cuando debía recrearse el aire cálido de la geografía española, el sistema emitía un aroma suave de madera y campo de naranjos... La campaña promocional de la película anunciaba que el Smell-o-vision sería un antes y uno después: "Primero se movieron (1895), después hablaron (1927) y ahora huelen! (1960)", decía haciendo referencia a los avances tecnológicos del cine.
Detrás del invento estaba Mike Todd Jr., hijo de uno de los impulsores del cinerama, un método de filmación que permitía mejorar la inmersión del espectador con una pantalla curvada. Pero el estreno del filme fue un fracaso absoluto. Los olores no desaparecían a tiempo, llegaban a las butacas con segundos de retraso, se mezclaban unas con otras y creaban olores poco agradables... "El filme no tiene nada especial y el funcionamiento del sistema de olores es dudoso : depende de la nariz de cada uno y de los caprichos del proyector de olores", sentenciaba el crítico Bosley Crowther, en un artículo en el The New York Times.
El experimento nunca más se volvió a repetir y el Smell-o-vision quedó enterrado. De hecho, hoy es uno de los 100 grandes fracasos, según la revista Time. Sin embargo, la quimera para que los olores de las escenas lleguen al patio de butacas sigue muy viva. "El sistema no tuvo éxito, pero el reto que planteaba quedó latente durante muchos años", corrobora Carolina Luis-Bassa, directora del máster de marketing de la UPF-Barcelona School of Management. Desde entonces, se han probado sistemas como las tiras olfativas, que el espectador rasca y huele cuando aparece un indicador en la pantalla, pero también otros más sofisticados como Olorama, un pequeño aparato creado por el ingeniero español Raúl Porcar que es capaz de dispensar hasta 12 aromas distintos con gran precisión, en salas de cine o en estancias domésticas. Sin embargo, ninguno ha tenido un éxito estallando.
"El Smell-o-vision nos recuerda cómo cada tecnología debe encontrar su momento –dice Carolina Luis-Bassa, directora del máster de marketing de la UPF-BSM–. El bluetooth se inventó en 1994, pero no se va extender hasta 2014", ejemplifica. Para la experta, tecnologías como el metaverso impulsarán sistemas para oler lo que vemos.