La uva de Nochevieja no siempre trae buena suerte
Es la Nochevieja. En el comedor de una acomodada casa, una familia agota los últimos minutos del 2001 con un banquete digno de recordar. A pocos minutos de las campanadas, el hijo -que ya roza la treintena- se levanta de un revuelo y corre hacia la cocina. “¡Vengo a felicitar a la cocinera!”, exclama mientras abre la puerta exhibiendo su esmoquin. La madre se sobresalta. Ya estaba harta de pelar los granos de uva y de sacar las semillas y, por eso, esa noche había comprado en secreto Las Uvas de la Suerte, unas innovadoras latas de doce granos de uva en almíbar, pelados y sin semillas. Avergonzada por haberse querido poner las cosas más sencillas, esconde las latas cuando entra el hijo. “Pero mamá, ¡qué detalle! -exclama cuando ve los cuencos listos en el mármol-. ¡Con todos los que somos y te has entretenido en pelar las uvas!” Y le da un abrazo de película.
Sexismo aparte, este es el anuncio que conquistó las televisiones a finales de 2001. La empresa de conservas Cofrusa, situada en el pequeño pueblo murciano de Mula, había invertido 600.000 euros para dar a conocer de una vez un producto que, después de cinco campañas en el mercado, no había terminado de tomar vuelo.. “Era un producto pionero y significaba la apuesta por diversificar un catálogo que, desde los años setenta, se había quedado estancado con la producción tradicional de melocotón en almíbar”, rememora Jesús Candel, trabajador de la empresa durante décadas.
La dirección había aprovechado las buenas cosechas que había acumulado en los años anteriores para poner toda la carne en la parrilla. Tras facturar unos suculentos 52,2 millones de euros en 2000, Cofrusa había estrenado nuevas instalaciones y había dotado la línea de la uva de Fin de Año con 575.000 euros para comprar la maquinaria requerida para pelar a los grandes. Les había salido perfecto. En el 2001 habían agotado los tres millones de latas producidas y Emilio González, entonces responsable del departamento comercial de la compañía, aseguraba triunfal en Cinco Días que gracias a la uva "podrían crecer un 175% en 2002". Efectivamente, el producto volvió a triunfar, y siguió haciéndolo hasta el estallido de la crisis.
“A la compleja situación se sumó la crisis particular de la industria de las conservas -asegura Candel, vinculado al sindicato CCOO y actual miembro de la Federación de Industrias de Murcia-. La fruta en almíbar había pasado de moda”, reflexiona. Las ventas de los productos convencionales, como el melocotón, empezaron a desplomarse. “Las latas de uva tenían un éxito brutal, pero significaban una parte muy pequeña del volumen de ventas: la mayoría provenía de los acuerdos con supermercados del Reino Unido, Alemania o Francia para producirles marca blanca, algo que reducía mucho los márgenes de beneficio”, analiza Candel.
Después de entrar en concurso de acreedores en 2011 y de aplicar un expediente de regulación de empleo temporal, este 2018 la situación en Cofrusa es crítica. “Llevamos ocho meses las máquinas paradas”, explica Candel. A finales de octubre se solicitó la liquidación de la empresa. “Este Fin de Año la gente tendrá que pelarse las uvas ella misma”, lamenta.
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La lección
“La empresa apostó poco por la innovación, y cuando lo hizo chocó con una doble crisis: la económica y la del sector de las conservas -dice Jesús Candel, trabajador en Cofrusa durante décadas-. Asimismo, sus cuentas dependían demasiado de la producción de marca blanca, que recorta mucho los márgenes de beneficio”, reflexiona