Cultura

La vida excéntrica del secretario más polémico de Dalí

La justicia acabó acorralando a John Peter Moore, acusado de falsificar obras

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John Peter Moore con Salvador Dalí y la pintora italiana Adriana Rossi en el transatlántico United States. La mujer de Moore era una amante de los pajaritos, pequeños leopardos.

Púbol (Baix Empordà)No tiene entrada en Wikipedia, ni en catalán ni en castellano. Y la única información vinculada a él que aparece en la web de la Fundación Gala-Dalí está en una memoria de hace 20 años, uno antes de que muriera, por una sentencia judicial en contra. Pero durante 12 años fue la mano derecha y sombra del genio ampurdanés, más allá del papel clave de su musa y amante, Gala. Una década clave para la proyección internacional del artista y sobre todo para su enriquecimiento personal.

Se trata de John Peter Moore (Londres, 1919 - Cadaqués, 2005), el capitán de origen irlandés que se convirtió en 1960 en el primer secretario de Salvador Dalí. Sin embargo, en 1972 el genio ampurdanés decidió romper lazos por completo. Ahora bien, Moore vivió siempre a expensas de lo que le brindó aquella década de vínculos: tenía la mayor colección privada de óleos del pintor, que exhibía en un museo en Cadaqués y que acabó vendiendo, acorralado por la justicia . Moore acabó sus días salpicado por las acusaciones de falsificación y robo de obras de Dalí.

Ahora su polémico pasado vuelve a removerse después de que la Asociación Cultural el Kastell de la Bruguera de Púbol haya abierto sus puertas en la excéntrica residencia que erigió en los años 70, a tan sólo 15 minutos a pie del castillo de Gala, y que convirtió en escenario de grandes fiestas “surrealistas”, según recuerdan los vecinos. Durante 20 años, el Castillo de la Bruguera –como podía leerse en la gran valla de la entrada– se convirtió en un espacio donde se celebraban grandes fiestas vinculadas a sus negocios, mientras él mantuvo siempre su residencia habitual en Cadaqués.

Instinto para los negocios rápidos

Huérfano de padres desde la adolescencia, era conocido por el apodo de Capitán Moore por la carrera meteórica que emprendió al ejército británico como oficial de inteligencia durante la II Guerra Mundial. Por una carambola del destino, sus pasos se cruzaron en Roma en 1956 con un Dalí que empezaba a recibir reconocimiento internacional. En ese momento, Moore, conocido por su galantería y capacidad para moverse en el mundo de los negocios, ocupaba la dirección en Italia de la empresa cinematográfica London Films. Alexander Korda estaba grabando Ricardo III en la ciudad con Laurence Olivier de protagonista y pidió un retrato en Dalí. El encargado de la negociación fue Moore y poco después se convertía en la sombra del genio ampurdanés.

El Capitán era el encargado de toda la obra gráfica y se llevaba un 10% de comisión por los negocios, mientras que la venta de los aceites siempre estuvo en manos de Gala. Según explica Ian Gibson a La vida excesiva de Salvador Dalí (Empúries, 1998), Moore “se esforzó en encontrar maneras para cobrar las comisiones y desarrolló un instinto innato para hacer negocios rápidos”. Fue una época en la que empezaron a surgir reproducciones de Dalí que, en algunos caos, acababan vendiéndose como originales. “Era el inicio de un camino resbaladizo para la reputación de Dalí como artista serio”, añadía Gibson, que en una entrevista a El País en 1998 apuntaba la complicidad del artista: “Dalí se prestó y creó un mundo de corrupción”.

Coches histriónicos y pajaritos

En paralelo a la compra que hizo Dalí del castillo de Púbol en 1970 para regalarlo a Gala, Moore compró lo que era la masía de Can Barraquer, la montañita boscosa junto al pueblo donde los vecinos solían ir a cazar setas y buscar brezo para hacer escobas. No en vano, la zona se llamaba la Bruguera de Púbol. Jaume Domènech nació ese mismo año y asegura que uno de los primeros recuerdos que tiene del lugar es su abuela quejándose de que un “extranjero” había cerrado toda la zona. “La gente mayor del pueblo recuerda también cómo un día el Capitán y Gala se encontraron en la plaza y ella empezó a insultarle en francés ya echarle piedras”, añade.

Ya de adolescente, a mediados de los años 80, Domènech recuerda ver a Moore saliendo de la finca, que tenía impoluta, con el vehículo más extraño y excéntrico que había visto nunca. “Era un dúmper de carga frontal, el típico camionete de obras, pero había puesto diferentes bancos para llevar a los invitados, y una lona de rayas blancas y verdes para protegerles del calor –relata–. Al mismo tiempo, llevaba atados por detrás de gatos salvajes”. Se refiere a los pajaritos, los felinos con los que Dalí se retrató en distintas ocasiones durante los 60 y que eran el animal preferido de la mujer de Moore, Catherine Perrot.

El matrimonio Perrot-Moore regentó durante años un museo con el mismo nombre en Cadaqués. Pero en 1999 lo cerraron de repente después de su detención mientras se dirigían por la AP-7 hacia Francia. La Fundación Gala-Dalí les había denunciado por la falsificación y venta de miles de litografías del artista. Dentro de su museo se halló un cuadro del genio ampurdanés que teóricamente había sido robado de una galería de Nueva York 15 años antes. En 2004, un juez de Figueres condenó a Moore por “vulnerar el derecho moral del autor” al manipular una de las obras de Dalí. Sin embargo, un año después Perrot fue absuelta de las acusaciones de estafa y falsificación. El tribunal alegó que no habían recibido "ninguna prueba" que demostrara la acusación.

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