¿Vuelve la mili?

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Un entrenamiento de tropas de la OTAN en Alemania.

En Europa suenan tambores de guerra. Una guerra que, como se está viendo en Ucrania, vuelve a parecerse trágicamente a las del siglo XX, con largos combates de desgaste. Las letales armas nucleares están ahí, pero por suerte de momento no se activan –aunque el peligro es bien latente–, por lo que el peso recae en las armas convencionales, las cuales, a pesar de las nuevas tecnologías, no evitan poner en peligro la vida de los soldados. Se vuelve a luchar por cada palmo del suelo. Por eso se necesitan más soldados, más carne de cañón. Este es el dilema que hoy se cierne sobre la defensa europea ante una eventual escalada del ataque de Rusia contra Ucrania y en el marco de una OTAN que corre el riesgo de perder el apoyo activo de Estados Unidos si Trump gana las elecciones de noviembre .

¿Volverá el servicio militar obligatorio? De hecho, ya está volviendo, lo que rompe una tendencia a la eliminación que había comenzado en los años 60 (con Gran Bretaña, en 1963, y Luxemburgo, en 1969) y se había acelerado a partir de la caída del ' URSS y el fin de la Guerra Fría, entre los 90 y la primera década de los 2000. En 2010, sólo una decena de estados mantenían la llamada mili. Al norte, Finlandia, Noruega y Dinamarca nunca le han abolido. Tampoco Austria, Chipre, Grecia y Suiza. En cuanto a los países bálticos, Estonia le restableció con la independencia. Ucrania, que le había abolido en el 2012, le restableció dos años después, y Lituania en el 2015. En Letonia entra en vigor este año. Y todavía está Suecia (volvió en el 2017, aunque con muchas exenciones). En Alemania y Polonia empieza a plantearse recuperarlo. En España y Portugal de momento no parece prosperar una medida así.

El sistema de reclutamiento del ejército entró en vigor en España en 1770 y duró hasta 2001, cuando el gobierno de Aznar lo eliminó, fruto del pacto del Majestic con la CiU de Jordi Pujol. El actual consejero de Derechos Sociales, Carlos Campuzano, fue uno de los históricos impulsores en Madrid de esta medida. La mili, por tanto, duró más de dos siglos y la supresión fue precedida de una larga campaña de activismo pacifista, un movimiento de los objetores de conciencia que llevó a algunos jóvenes a la cárcel. La presión popular, junto con el citado giro geopolítico mundial, acabó propiciando su final. Históricamente, las levas o quintas para reclutar a soldados –sólo se entregaba quien podía pagar– habían provocado entre las clases populares reacciones airadas, como la Semana Trágica de 1909, un estallido contra la movilización de reservistas para la Guerra de Melilla.

La defensa de la democracia europea frente a Rusia es vital, pero la opción de un ejército de voluntarios profesionalizados es claramente preferible. Sobre todo por eficacia. El servicio militar obligatorio plantearía, además, el problema de la igualdad de género. ¿Habría que llamar a las mujeres? Sólo en caso extremo debería volver a las levas, como ha ocurrido en Ucrania.

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