Muriel Casals, de Òmnium, y Carme Forcadell, del ANC, en la Fiesta del 2014.
10/09/2024
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Tres siglos después, día a día, del Onze de Setembre fundacional, la idea de Catalunya latía con tanta energía que el país se veía capaz de dar la vuelta a la historia. En palabras de Muriel Casals: "Catalunya ha dejado de ser un pueblo que recuerda derrotas militares por ser una sociedad que construye una victoria de forma pacífica".

Incluso adoptamos una expresión de la política estadounidense, momentum,para explicar el impulso y extensión imparables de un movimiento que quería ganar votando la independencia de Catalunya. La frase del Once de Septiembre del 2014 fue “Presidente, ¡ponga las urnas!”, pronunciada por Carme Forcadell ante cientos de miles de personas perfectamente ordenadas, que llenaban la Diagonal y la Gran Vía de cabo a rabo, que pronto es dicho. Dos meses después, aprovechando la lentitud de reflejos propio del desprecio del Estado, el president Mas puso las urnas de cartón que recogieron los 2,2 millones de votos en la consulta del 9-N.

Han pasado diez años, la idea de Catalunya como nación que aspira a la libertad sigue viva y condiciona la vida política española, hasta el punto de que los poderes del Estado mantienen a Catalunya bajo una especie de libertad vigilada. Existimos, que no es poco en términos históricos, pero la promesa disponible sigue siendo el tiempo futuro del verso “volverá a ser rica y plena”, porque el presente, sin ser pobre y vacío, es duro, tanto en el político, como el económico y el social.

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