

1. El pacto. La desvergüenza de Mazón y la indolencia de Feijóo han hecho que la crisis valenciana saltara a la política general. En estado de negación de la realidad, Mazón no ha tenido la dignidad de irse a casa, ni Feijóo la autoridad para hacerle plegar. Abascal ha captado la oportunidad. Ha puesto el programa sobre la mesa: negacionismo climático, firmeza contra la inmigración, marginación de la lengua valenciana, ni un euro en la memoria histórica. Vox lo propone, Mazón lo firma y la dirección del PP lo valida. El paso está dado. No es un apoyo parlamentario ocasional, es un pacto de gobierno. El PP abre oficialmente su alianza con Vox, indiferente al parecer a las amenazas del momento. Feijóo, ocupado como siempre en buscar ocurrencias para ridiculizar a Sánchez, que es su forma de entender el papel de la oposición, ni siquiera ha sido quien ha pronunciado la confirmación del giro estratégico. Simplemente, aplaudió el pacto de Mazón. Aplicando la política del mínimo esfuerzo que le caracteriza, Feijóo da por buena una alianza que rompe el frente democrático y marca el futuro del partido. Se acabaron las ambigüedades. Vox es el socio prioritario del PP, dejando claro desde el principio cuáles son las condiciones. Una advertencia de que los demás partidos no pueden pasar por alto.
Hasta ahora Feijóo, poco amigo de desarrollar propuestas políticas y desvelar potenciales alianzas, no había querido mojarse en relación a la extrema derecha por miedo a que ésta le pudiera tomar votos si le daba legitimidad y reconocimiento. Pero al mismo tiempo sabe que si él o quien le sustituya quieren gobernar, o son capaces de abrir campo en otras direcciones o necesitarán inevitablemente pactar con Vox. Fiel a su estilo, no se ha mojado hasta que se lo han dado como un hecho consumado. En su indecisión crónica se ha encontrado con que Mazón le ha pasado la mano por la cara. No es la primera alianza del PP con Vox, pero sí la que más carga política le da porque muestra que cada vez tiene más dependencia y menos escapatoria.
A partir de ahí caben todas las interpretaciones: unos dicen que Mazón ha pactado para que Feijóo ya se encuentre el trabajo hecho, otros que es una venganza para pasar por encima de quien no le ha echado la mano que esperaba: al contrario, le ha dejado solo en la puerta de salida, sin siquiera darle. La desidia de Feijóo y la vanidad de Mazón, incapaz de tener conciencia de su desastre, se confabularon para hacer efectiva una alianza sin matices con la extrema derecha y acabaron así con cualquier ambigüedad.
2. La paradoja. El PP asume la alianza con la extrema derecha en un momento en el que parte de las derechas europeas, lideradas por el futuro canciller alemán Friedrich Merz, han optado por la vía contraria: la coalición de partidos democráticos para detener la amenaza neofascista, el autoritarismo posdemocrático que recorre Europa. ¿Mazón ha dejado en evidencia a Feijóo, o Feijóo ha utilizado a Mazón para que diera el paso que él no se atrevía a dar e incorporara a Vox como socio en el frente de derechas? En cualquier caso, el paso está dado. Y en el horizonte se dibuja una hipotética paradoja: que ni Mazón, ni Feijóo sean sus beneficiarios. Los equilibrismos difícilmente salvarán a Mazón, en plena crisis de autoridad y confianza. Y de rebote, fruto de su incapacidad de demostrar la autoridad que corresponde al presidente de un partido, podía ser perfectamente que Feijóo acabara yendo a casa para que el partido entendiera que es una condición para que el PP pueda volver a gobernar.
La paradoja de Mazón podría enunciarse así: queriéndose salvar alargó su agonía y arrastró a Feijóo. Un partido no puede recrearse al dejar pasar el tiempo sin hacer nada cuando uno de los suyos cometió un error irreversible: hundirse en la incapacidad de ser sensible a la gravedad de un momento. Y de no entender que en determinadas situaciones a lo que manda –marcado por la impotencia– le toca asumir la condición de jefe de turco de la catástrofe. De momento, ya tenemos a Abascal a caballo del PP.