Sin acto por la lengua
Mi madrina sólo fue a estudio seis años. Salían de casa a las ocho de la mañana. Un cuarto de hora andando. Daban clases hasta las doce. Volvían para el almuerzo. Y por la tarde otras dos horas. Ella murió el día que cumplía 99 años. Rosa Finestres Oliva, 1921-2020. Lo tengo todo grabado.
Peo el botón y la oigo cantar las canciones de los juegos de cole: "Escarabajo bum-bum, / mete aceite, mete aceite, / escarabajo bum-bum, / mete aceite a la luz. / Escarabajo, escarabajo, adivina quién te ha tocado". Más play: "Cuando el padre no tiene pan, / los niños, los niños / cuando el padre no tiene pan los niños hace jugar. / Cuando el padre no tiene vino, / los niños, los niños, / cuando el padre no tiene vino los niños hace dormir…" Ella no está. Tampoco su casa. Ni su pueblo, Miralpeix. Todo anegado por el agua del pantano de Rialb. Ahora sólo queda lo que salió de su boca toda su vida.
Muchos niños catalanes de 2025 no entienden la lengua de las canciones de mano madrina. Tampoco profesores que supuestamente deben enseñar a nuestros hijos. Como futuros maestros. Como lingüistas, sociolingüistas, metalingüistas, cunilingüistas… Que nos deben contar no-sé-qué-de-la-lengua. La gente que ha mantenido el catalán no ha tenido estudios. Respeto. Y menos lecciones. Y menos encuestas, estudios, papeles, comisiones. Sube aquí y baila.
Aquí quiere decir que hace años y cerraduras que el catalán está mal. Cualquier persona que vive en la realidad lo sabía, lo sabe. Pero no: encuestas, estudios, papeles… Ficciones. Todos estos estudiosos que no salen de los despachos y realizan cifras, números, datos, permutaciones, combinaciones, aliteraciones sobre el catalán. Y no han pisado ninguna calle, plaza de Catalunya. Derrota. En Cataluña, la balanza entre la teoría y la práctica tumba hacia la teoría. Manda la teoría, el no conocer el aire, el sudor, las lechugas, el barro, la sangre… nada. Cataluña es un despacho. Y aquí hemos cerrado la lengua.
La lengua que conquistó el Mediterráneo. La lengua de Ramon Llull, de los papas. La lengua de todos. De arriba a abajo, de abajo a arriba. Ahora queremos que sea una lengua simpática, doméstica, hámster, sombrero mexicano de la Rambla. Ninguna lengua del mundo dice y hace esto. Somos la lengua perdedora de los despachos. Si necesitamos pacto es porque hay guerra. Conflicto. Y sobre todo porque se ha negado durante años. "Hay problemas que más que los filólogos les resolverían los Mossos d'Esquadra", se escriben Joan Sales y Joan Coromines en junio de 1959. Leyes, no lirios. Leyes. Y leche, mala leche. No light, heavy. No teorías, prácticas. Jaime I no hacía luchas compartidas. La lengua es una espada única.
En 1928 cuando mi madrina cantaba canciones en catalán no hacía falta ningún Pacto Nacional por la Lengua. Éramos lengua, éramos nación. Todo por transmisión. Éramos. Porque la lengua es el paisaje, los caminos, los pájaros… Somos nosotros. Y si se quiere pacto, es porque no hay acto. El único Pacto Nacional por la Lengua es hablar catalán. Siempre catalán. Pero una cosa es decir y otra. Y no se hace desde hace años y cerraduras. Se ha dimitido. Se ha creído. Se ha… Mentido.
Hay muy estudioso, sesudo, doctorado. Mucho despacho. Muy mueble humano. Mucha generación fracasada pero pagada. Más pompas fúnebres que Pompeu Fabra. Mucho quiso hacer pasar una guerra por una gincana. Lo que tengo claro es que ha hecho más por la lengua mi madrina. Miserable campesina, de miserable pueblo. Más que todos esos analfabetos. La mayor vergüenza es que una lengua no sirva ni para decir la verdad. ¿La verdad? Apretando el botón para oír la voz de los muertos.