Albert Serra y los toros urgelenses
Un día un campesino eléctrico entrevista lo que en un futuro acusarían de bombero torero del arte. Corría el 2004 y el labrador labraba de día y de noche en la granja y la discoteca. Todo es neón en la vida. Y todo ladrillo da pared. Él era como un pararrayos-wifi: detectaba todo lo que se movía y podía cambiar la vida en este valle de lágrimas plañideras-risueñas. Y llegó la señal: Albert Serra, un tipo del más allá que acababa de hacer su primera película, supuestamente marciana, pero descubrimos que era terrícola. La línea de alta tensión está ya levantada.
Josep Bonjorn (Bonjo), el campesino electrificado, es de Mollerussa, Pla d'Urgell. Albert Serra es de Banyoles, Pla de l'Estany. Plano al cuadrado y espejo. No somos una nación: somos una hidratación. Unos tienen el estanque más grande de Cataluña en extensión: el de Ivars y Vila-sana. Los demás el mayor en capacidad: el de Banyoles. Y como dijo el ornitólogo: en los estanques hay muchos pajaritos en la cabeza. De esta relación líquida y sólida nace una de las primeras y submarinas entrevistas con un cineasta que ha dado más que hablar a la tierra, las galaxias y las bodegas. Publicada en Reverso en 2004. Quien escribe esto lleva 30 años de periodista, y puede decir y dice que la revista merece pasar a la historia del periodismo como óvulo vanguardia de la realidad. Mirad.
Reverso nace en 2004 y muere en 2009 en el mismo lugar: el Pla d'Urgell. El mantel verde vida más infinito de Cataluña. Aquí el sol se allana para rendirse ante una patria de personas. El horizonte es una bisagra asustada para entrar en una nueva vida. Aquí es un lugar para vivir y morir. Aquí un albañil, Llorenç Bonet, y un trabajador social, Pep Guasch, tienen la idea en una tierra fértil de que solo echar un muelle de ADN bota, y rebota, fruta o plutonio confitado: hacer una revista. Sume las niñas fisonomía diseñadora, Esther Gatnau, Marga Prades, y el asesor térmico, Bonjo. Serra ve (su) universo en estos tipos perdedores-ganadores.
Reverso está hecho de trozos, cascabeles, una torta de recapte, una cazuela de trozo. Todo está ahí. Por eso tiene portadas con un hombre con jefe de tocino sobre un tractor, o los discos de música electrónica afilados por olfato, o lo que le fascina a Serra: una galería fotográfica de catequistas urgellenses. El cineasta acaba de hacer Crespiano (2003). Un retrato de los supuestos aldeanos de este pueblo del Pla de l'Estany. Su día a día cosido y crujido por BSO enmechada. Ficción, realidad. Serra le dice muchas cosas a Bonjo. Porque le interesa esto: "Siento predilección por la gente interesante". Quiere decir las personas de Crespià, del Pla d'Urgell... Las que ves cada día, pero no se ven, ni quieren verse. La mitología del costumbrismo hecha star system existencial. Toda Cataluña es actor de Serra. Y por eso no somos nación: somos ficción. Él sólo sube la semilla invisible al fruto filmado-visto. Luce el futuro, como los de Reverso.
Serra acaba de estrenar el documental Tardes de soledad. En resumen: seguimiento de un torero y cuadrilla por las corridas. Ahora le clavan la espada a él. Hay gente que cree que no es ética. Que filmar esto es apología del sufrimiento animal, vegetal, mineral. Hemos llegado ahí: a la negación absoluta de la realidad. No puedes. No puede verse. Son los mismos que hace años que no reconocen el derecho a existir de las personas que viven en Crespià y el Pla d'Urgell. Por eso, Serra, la próxima peli debes hacerla aquí: donde la muerte y la vida son el crimen perfecto.