Encendido de luces de Navidad en Passeig de Gràcia el 28 de noviembre.
26/12/2024
3 min

Cada año que se cierra nos sorprende porque lo que ocurrió en enero da la sensación de que queda mucho más lejos que hace un año. Porque durante todo un año hemos estado abducidos por un alud de información, en muchos casos, prescindible, y hemos perdido la noción del tiempo. Nos orienta a que todavía se conserven un poco las estaciones y pasamos frío en invierno y calor en verano, aunque sea menos frío y más calor. Ya hace días que nos dicen qué música hemos escuchado, qué películas nos hemos perdido, en qué libros debemos pasar las páginas, qué obras no se repetirán y en qué exposiciones hemos dejado de ir pensando que ya tendríamos tiempo. No damos elalcance. No somos jóvenes pero tenemos el síndrome FOMO, el miedo a estar perdiendo lo que no podemos perdernos. No cuenta haber paseado por el campo o haber tenido una larga conversación con una amiga; no basta con haber destinado horas al sueño oa un paisaje que se considera irrelevante. Procrastinar no tiene premio. Estar al día es mucho más agotador que vivirlo.

Esto nos pasa a nosotros, que tenemos el privilegio de vivir gariebé como queremos. El mayor privilegio del mundo.

Los años difíciles, los tristes, son largos y se detienen. Este año, también, están los muertos de cada uno, las separaciones dolorosas, las casas que se han quedado vacías y las que se han hundido o bombardeadas. Hay las vidas que nadie explica y algunas se explican y olvidarán, a pesar de las placas en las casas o los nombres de las calles. Los personajes secundarios son necesarios pero menos atractivos y no hay espacio suficiente para tanta imaginación. Siempre le ocupan los mismos. El año sigue corriendo, pese a quien pete, que debe llegar a su final. Otro año, del mismo siglo, ese que debía ser tan distinto y que lo es, ciertamente, en nuestra vida cotidiana. Pero lleno de silencios, todavía, y de confusiones y violencias. Pasan los días entre el "no sé dónde iremos a parar" al "vivimos más que nunca y mejor". Vuelven los fantasmas porque no se han ido y se marchan las certezas en medio de los obstáculos o de los retos, según el emprendimiento de cada uno. No elegimos haber nacido en esta era. No elegiremos perdernos un futuro lejano.

Un bebé aún no sabe que será el primero en llorar cuando comience el año nuevo y que saldrá su nombre en los periódicos. Cuando crezca ya no sabremos más.

2025 suena a año distópico a los ojos de mi infancia. De cuando "más allá del 2000" era una ilusión y un programa de tele. Es extraño que llegue y, al mismo tiempo, ya se le ve normal. Nos hemos comido un cuarto de siglo con todos sus grumos y sus entrañas. No digerimos nada porque ni cuando el mundo se detuvo supimos cómo hacerlo. De cuando el mundo se detuvo pronto hará cinco años y no ha ido bien en general. Quizás no había suficientes unicornios. En concreto no profundizamos porque todo el mundo tiene sus circunstancias. Alguien sentirá más o menos nostalgia cuando se cierre este último mes con una fiesta absurda y la tradición de atragantarse, otro mirará con apetito cómo se abren nuevos caminos y se sentirá cómodo aplicando la inteligencia artificial a sus rutinas . Avanzaremos merendando contradicciones y aprendiendo algo nuevo, aún, qué suerte, mientras estrenamos este 25 de plata. El siglo es todavía joven pero nosotros somos mayores. El XX ya era viejo cuando nosotros empezábamos. Es ley de vida, decían antes cuando hombres y mujeres se resignaban.

Ponemos expectativas y propósitos. Volverá a ser viernes y domingo y lunes. Para los autónomos, enero es un mes de ajustar cuentas. Y las facturas, empezarán de cero.

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