CRÍTICA TV

Antena 3 saca partido de la desinformación

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Hace dos días destacábamos las sospechosas imágenes que emitían en Antena 3 de unos aviones atacados por espectaculares arcos de fuego. Espejo público nos las mostraba sin contexto y llamaban la atención porque los aviones, con la agilidad de un mosquito, sorteaban las balas con unas fintas sorprendentes en un paisaje nocturno. Las ráfagas de fuego, dignas de las películas futuristas de ataques con láser, convertían la guerra en un espectáculo entre hipnótico y fascinante. Horas después se confirmó que las imágenes no eran reales sino que pertenecían al videojuego Arma 3. Ni la cadena ni el programa se disculparon por el uso de estas imágenes. No era necesario ser ningún experto en asuntos digitales para sospechar de esas escenas. No por su realismo sino por su elevada pretensión estética.

El sábado, en la edición del fin de semana de Antena 3 noticias, después de toda la información sobre la guerra en Ucrania, Matías Prats y Mónica Carrillo cerraban el blog con un ejercicio de cinismo. Elevaban la desinformación a un nivel magistral. Carrillo daba paso a una fotografía donde se veían una hilera de niñas de unos ocho o diez años con mascarilla, acurrucadas y supuestamente escondidas en un refugio. Debajo ponían un rótulo que decía “La desinformación en las redes sociales”. La presentadora nos advertía: “Es una de las imágenes de las últimas horas en redes. Un grupo de niñas que se refugian de los ataques rusos. Hay quien asegura que se trata del metro de Kiev, pero hay otras fuentes que aseguran que es un refugio del este del país. La guerra deja en ocasiones imágenes en las que también se libra otra de las batallas: la de la desinformación”.

Antena 3 noticias nos alertaba de la desinformación a partir del uso de una imagen que contribuía a esa desinformación. Lo que tenía valor de la imagen era su impacto visual: las niñas alineadas, bonitas y bien peinadas, con cara de miedo, en un sitio claustrofóbico. Y como ellos mismos decían, la habían sacado de las redes sociales. No les constaba ni el autor de la fotografía, ni el lugar donde se había hecho, ni en qué circunstancias. Ni siquiera podía saberse si la imagen correspondía a un refugio para evitar los bombardeos. Pero, sin duda, tenía un componente emocional que la hacía muy golosa para un informativo que utiliza un sensacionalismo a veces sibilino. La presentadora nos comentaba posibles opciones sobre el origen de la foto. Ninguno era nada preciso, tampoco. Y ante la incertidumbre, daban la vuelta al planteamiento. No tenían ni idea de dónde había salido la imagen, no podían garantizar su veracidad, ni tampoco parecía que se hubieran esforzado mucho por averiguarlo. Pero en vez de renunciar a su uso, la enseñaban igualmente disfrazándolo de lección y alertando a la audiencia del desastre y al peligro de la desinformación. La desinformación como espacio de resignación que sirve de excusa para justificar contenidos sin garantías ni aval periodístico. Una desinformación que está resultando muy útil a la cadena para ganar en espectacularidad y dramatismo en esta guerra.

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