Nicholas Negroponte, director del Laboratorio de Medios del Instituto Tecnológico de Massachusetts y cofundador de la revista Wired, pontificó en el año 2010: “Está pasando. No va a pasar en diez años, sino en cinco”. Se refería a la sustitución del libro de papel por el libro electrónico. Pero lo que ha pasado es que el libro de papel sigue vivo y de Negroponte ya nadie se acuerda.
Hay tecnologías que nacieron perfectas. Piense en la cuchara o en la rueda... o en el bolígrafo BIC, que sigue aquí, tan ufano de su sencilla eficiencia, empeñado en demostrar que lo básico, si está bien hecho, tiene un futuro prometedor. Los discos de vinilo están de moda y Kodak busca empleados gracias al resurgimiento de las cámaras de fotos con carrete. Pues bien, el libro es perfectamente tecnológicamente. Y por eso está regresando a las aulas.
Hemos visto escuelas en estos últimos años que han rechazado el libro de texto, la pizarra, el pupitre, los deberes, la clase magistral, la asignatura, el examen, las notas, el aprendizaje memorístico y el profesor transmisor como si fueran estigmas de los que es necesario liberarse para poder ser innovadores. Tenía razón Xavier Carrasco, director editorial de Text (Enciclopèdia Catalana), cuando escribió en enero de este año un artículo en estas mismas páginas del ARA, titulado "Informe PISA: ¿Dónde están los libros?": “Ha habido una corriente con mucha influencia (incluso favorecida por el propio departamento de Educación, en ocasiones) que ha hecho creer que «los libros» son una mala influencia, que arrastran a maestros y alumnos hacia lo peor de la educación tradicional, rígida, memorística, etc.”
Recientemente, la ministra de Educación de un país centroamericano me pidió su opinión sobre la recuperación del libro de texto. Le contesté que si tenía dudas, analizara el contenido de las mochilas de los alumnos. Le aseguraba que encontraría la respuesta adecuada en el caos interior de las mochilas de los chicos, entre las fotocopias arrugadas, los restos de un plátano olvidado y los calcetines desparejados de los últimos días de educación física.
Obviamente, estoy pensando en los buenos libros de texto, porque últimamente he visto rebajarse la calidad académica de algunos materiales docentes supuestamente didácticos. Como siempre, conviene criticar el pecado pero compadecer al pecador. Me limitaré a recoger algunos ejemplos de pecados graves, empezando por una estrambótica y absurda referencia al famoso motín de Esquilache: “Ante la magnitud de la revuelta, Carlos III tuvo que aceptar las peticiones populares por su apoyo al bando franquista en la Guerra Civil. Como no podían utilizar el uniforme del ejército español, adoptaron la boina roja de los carlistas y la camisa azul de los falangistas. Sufrieron importantes pérdidas en Leningrado". Otro sostiene que en 1923 "sube al poder José Antonio Primo de Rivera, tras un golpe de estado militar, e impone una dictadura". Uno de ciencias naturales proclama que "podemos ver plantas en un bosque, en el campo, en un jardín, en la montaña, pero nunca en el hielo, en una cueva oscura o en el desierto”. Por último, uno de música define así al Barroco: “Periodo de la historia del arte y de la música que duró todo el siglo XVII y parte del siglo XVIII. Reconocemos a los compositores barrocos por su característica peluca”.
Nuno Crato, ex ministro de Educación portugués, hombre sensato y eficiente, discreto y con ideas claras, ha publicado recientemente una Apología del libro de texto defendiendo que "constituyen medios eficaces para organizar la enseñanza, estructurar los aprendizajes, transferir conocimientos y desarrollar en los alumnos competencias de forma efectiva". Todo esto es obvio, pero hoy es necesario defenderlo.
Crato señala diferentes funciones del buen libro de texto, de las que subrayo las siguientes. Un libro de texto es la plasmación de un plan de estudios en una exposición articulada, organizada y secuencial que puede ser utilizado tanto por profesores como por alumnos. De esta forma, proporciona experiencias de orden. En su unidad ordenada es fácil encontrar lo que se vio en clase hace dos meses o el día anterior y prever lo que se verá en el futuro. Los libros de texto son también una iniciación a la lectura inteligente (una introducción al ensayo). Por último, son una referencia común que sirve tanto de material de trabajo colectivo como individual. Permiten a los padres seguir los aprendizajes de sus hijos y ayudarles a resolver problemas concretos, ya los alumnos, consultar entre ellos estos problemas con claras referencias.