El jueves por la noche, en La revuelta, se produjo una situación insólita. David Broncano anunciaba, a medio programa, que no podían continuar con la emisión porque El hormiguero había amenazado al invitado que estaban a punto de entrevistar. El piloto Jorge Martín, flamante campeón del mundo de MotoGP, estaba todavía en el camerino pero no saldría al escenario porque había cedido a las presiones ejercidas por parte del programa de Pablo Motos. El Hormiguero exige que ninguno de sus invitados haya pasado antes por La revuelta y al descubrir que el piloto estaba a punto de aparecer activaron los mecanismos de coacción para impedirlo.
Broncano, con la denuncia pública de este hecho, destapó la caja de los truenos e hizo evidente una estrategia que, dicho sea de paso, hace años que se practica en el ámbito mediático entre muchos programas rivales, en España y en Cataluña. Se ejerce presión a los invitados o a sus representantes para ser los primeros en tenerlos.
El presentador de La revuelta fue elegante a la hora de no revelar las características de las amenazas deEl Hormiguero, pero estaría muy bien saberlas. Descubrir los juegos de presión delata también los círculos y el alcance de las influencias. Permite comprobar qué uso hacen del poder. El programa de televisión española quizás hubiera podido reaccionar con algo más de eficacia en la plantada del invitado, pero la puesta en escena de la denuncia fue muy eficaz y divertida. Broncano optó por dar paso a unas imágenes de un documental de animales, sobre todo de ciervos. La berrea del ciervo, lo llamaron en el programa. Podemos interpretar la cornamenta de las bestias como una forma simbólica de aludir al ataque de cuernos de Pablo Motos. En España, acudir a un documental de la vida salvaje tiene, además, un subtexto muy potente y cómico. Cuando falleció Franco en 1975 se recurrió a la emisión de un reportaje de pingüinos. Amenizar la programación de ese modo tan banal delataba la falta de libertad informativa. Casi cincuenta años después, los ciervos de Broncano hacían explícita la situación de coacción que impide trabajar con normalidad y no poder desvelar toda la verdad del caso. Evidencia cómo se impone el autoritarismo en un contexto de entretenimiento aparente.
La próxima semana, cuando Jorge Martín aparezca en El Hormiguero para promocionarse, será interesante constatar si Pablo Motos justifica este escándalo, si lo comenta con el piloto u opta por disimular.
Ahora bien, que un campeón del mundo ceda al chantaje también resulta bastante decepcionante. Esperemos que llegue el día en que un invitado se niegue a ceder a las presiones de El hormiguero. Que en vez de someterse a las amenazas del equipo de Pablo Motos, tenga la valentía y la dignidad de priorizar su compromiso personal y el juego limpio. Porque éste es el sistema más eficaz de combatir las formas dictatoriales.