Biden y Putin inician su particular deshielo

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Joe Biden y Vladimir Putin, a Ginebra.

Hacía mucho tiempo que no se recordaba una cumbre entre los presidentes de los Estados Unidos y de Rusia precedida de tanta tensión entre los dos mandatarios. Recordamos que Joe Biden calificó a Vladímir Putin de "asesino" el pasado mes de marzo a raíz del caso Navalni, y los dos países llamaron a consultas a sus respectivos embajadores. Y no hacía ni 24 horas que la OTAN había calificado a Rusia de "amenaza". Con estos antecedentes, había mucha expectación por el encuentro de los dos presidentes a Ginebra de este miércoles, y lo cierto es que no ha decepcionado. Los dos han hecho un ejercicio de pragmatismo y han decidido darse un margen para reconducir sus relaciones bilaterales, y demuestran que los aparatos diplomáticos de las dos potencias saben muy bien que no tienen nada que ganar con la crisis.

Putin ha calificado el encuentro de "pragmático" y "constructivo", mientras que Biden ha sido incluso más optimista y ha afirmado que "hay una perspectiva genuina para una mejora significativa de las relaciones entre Estados Unidos y Rusia". De hecho, a lo largo de las tres horas y media que ha durado la cumbre, los dos países han avanzado en cuestiones como la desnuclearización de sus respectivos arsenales. En un comunicado conjunto los dos líderes afirman que han pactado "reafirmar el principio que una guerra nuclear no se puede ganar y no se tiene que combatir nunca". Además, han anunciado que pondrán en marcha un "diálogo de estabilidad estratégica" para fijar "las bases para el futuro control de armas y las medidas de reducción de riesgos". La decisión más importante, sin embargo, es el regreso de los embajadores a las capitales respectivas, un paso que en la práctica significa la normalización de las relaciones diplomáticas.

Todo esto, sin embargo, sin que Biden haya renunciado a la crítica del régimen ruso y a advertir el Kremlin que la muerte del opositor Aleksei Navalni, actualmente encarcelado en Rusia, tendría "consecuencias devastadoras" para Rusia, pero sin concretar cuáles serían. El presidente norteamericano, pues, ha decidido usar la estrategia del bastón y la zanahoria con Putin, marcando una diferencia notable con su antecesor, Donald Trump, que siempre evitó molestar al líder ruso. De alguna manera, la relación con Rusia (y también con China) es la prueba de fuego de la nueva estrategia de relaciones internacionales que quiere impulsar la nueva administración norteamericana, basada en el multilateralismo y la defensa de los valores occidentales. Por eso, Biden pone tanto énfasis en reconstruir la alianza con la Unión Europea, puesto que para esta batalla necesita aliados en el concierto internacional.

De momento, Biden ha conseguido que Putin haya bajado el tono y acepte ser incluso amonestado en público. El presidente ruso, gato viejo, también sabe muy bien hasta dónde puede llegar en su estrategia de la tensión y cuándo le conviene plegar velas. A cambio obtiene una fotografía que sitúa a Rusia en el centro del tablero mundial. Ahora habrá que ver si el tímido deshielo visto en Ginebra tiene continuidad y si Biden consigue que el régimen ruso no continúe deslizando por la pendiente del autoritarismo. Lo que pase con Navalni será, en este sentido, la clave.

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