ANTES DE AHORA

Cambio de régimen (1934)

Piezas históricas

Francisco de Cossío
3 min
Dibujo alegórico de la Primera República.

Del artículo de Francisco de Cossío (Sepúlveda, 1887-Segovia, 1975) publicado hoy hace años en El Norte de Castilla (24-III-1934). Traducción propia. El dictador Primo de Rivera desterró a Cossío, liberal puro, a las Chafarinas. Luego se exilió. Dirigía El Norte de Castilla. Franco le cesó. Trabajaba en el diario desde que terminó Derecho, como en el caso de Miguel Delibes, que también le dirigió. Decían, como Josep Pla, también de Derecho, que leer el Código Civil afina a la prosa.

¿Cómo podríamos hacer más humanos a los españoles? Algunos dicen que se ha realizado una revolución; otros, que la revolución se ha frustrado: "Esta no es nuestra República", exclaman unos; y otros: "Vivimos en una monarquía sin rey". Y bueno, cabe preguntar: ¿qué transformación sustancial han realizado en el país durante más de dos años de Gobierno, con una mayoría disciplinada y fanática en el Parlamento, quienes, según ellos, son los únicos garantes de las esencias republicanas? ¿No era ésta la ocasión única, que nunca volverán a coger por los pelos, por hacer, no voy a decir una revolución, que en este caso es palabra hiperbólica, pero sí una transformación? Es necesario ser justos y analizar efectos y causas con cierta objetividad. La incompetencia de esos hombres era grande y probada; una retórica tormenta ahogaba todos los impulsos de acción; su cabeza estaba llena de viejos tópicos políticos que ya no se llevan por el mundo... pero existía indudablemente en el país una resistencia invencible. ¿Contra la República? No es probable, puesto que la República la llevó el país. Digamos que era contra la política innovadora. El material humano en España está visto que no admite innovaciones. Se opone sistemáticamente a todo intento transformador. ¿Es por pereza, por egoísmo, por espíritu tradicionalista...? El fenómeno afecta a todos, militen donde militen, por lo que los programas de los partidos –todos ofrecen alguna innovación– no son más que simples papeles. A menudo se clama por la Constitución, porque no se cumple, porque sus preceptos no tienen eficacia real, porque, en fin, la Constitución no sirve, y es que la Constitución es inservible en lo renovadora. La resistencia al cambio. [...] La Dictadura no impuso un cambio sustancial; no la ha impuesto tampoco la República, y al fin y al cabo, nos encontramos con que todo el cambio se ha reducido, en uno y otro caso, a importunar a algunos ciudadanos. Se lucha, pues, desde diversos campos, no por su contenido, sino por una posición, y lo que mueve a ciertos ciudadanos a los mayores excesos, es el deseo de poder. Ni siquiera la ambición de sitios retribuidos, sino simplemente poder. [...] El Parlamento es un reflejo de esa frivolidad nacional que acciona, gesticula, discute y discursea, por minucias, y que reduce el interés político a simples anécdotas. ¿Cómo podríamos hacer más humanos a los españoles? Éste es quizá el gran problema nacional, y que, visto cómo se mueven ahora los partidos, ninguno de ellos podrá resolver. Es tarea educativa y de varias generaciones. Es preparar un mejor material humano a los futuros gobernantes. [...] En estos últimos años no ha pasado nada. Esto es raro. Porque en estos últimos años se sustituyó nada menos que un régimen ancestral en torno al que se habían tejido nuestras grandezas y miserias. ¿Se derrocó un régimen? Evidentemente, los españoles no querían cambiar; les molestaba cambiar: se conformaban con que una familia desapareciera del territorio nacional. Poco.

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