La campaña madrileña va de mal en peor. Cuando ya parecía que nada podía superar el susto de las amenazas de muerte recibidas por el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, y el candidato de Podemos, Pablo Iglesias, este lunes se ha sabido que la ministra Reyes Maroto también recibió una carta con una navaja con restos de sangre. En este caso se ha podido identificar al remitente, que es un hombre con problemas mentales. Habrá que ver ahora si la Guardia Civil y la Policía Nacional son capaces de identificar y detener los autores del envío de las tres cartas con balas, que no fueron detectadas hasta que llegaron a los edificios donde tienen el despacho los amenazados.
Aun así, las fuerzas de seguridad dan credibilidad a la amenaza, lo cual no ha hecho Vox, que ha insinuado que todo ello es un montaje. Este es el clima en el que se está desarrollando una campaña con toques dramáticos, en el que la izquierda y la derecha española protagonizan una batalla de elevada intensidad emocional, hasta el punto que algunos observadores temen que la fractura acabe afectando a la convivencia en la calle. De hecho, la existencia de estas mismas amenazas ya es un síntoma que algo no va bien. En este sentido hay que denunciar la falsa equidistancia que algunos intentan mantener entre Vox y Podemos, como si fueran dos realidades comparables. Se puede ser muy crítico con los postulados de Podemos, pero este partido no vehicula un discurso de odio contra las minorías (sean los menas, las feministas o los independentistas catalanes) como sí que hace Vox, ni basa su campaña en mentiras y fake news.
El mismo lema de campaña del PP, "Comunismo o libertad", ya representa en sí mismo una exageración y una tergiversación. Y la insistencia de Isabel Díaz Ayuso en que lo que está en juego el 4-M es la libertad y que la izquierda es una amenaza para la democracia es inaceptable. Pero son este tipo de discursos los que deshumanizan al adversario político (ya pasó durante el Procés, por cierto) y crean una atmósfera propicia a la violencia. El eurodiputado socialista Javi López recordaba el caso de Jo Cox, la diputada laborista que fue asesinada en 2016 por un neonazi porque estaba en contra del Brexit. Los políticos tendrían que ser muy cuidadosos con sus discursos, y ser a la vez muy contundentes a la hora de denunciar los excesos. El silencio y la aquiescencia del PP con las tácticas de Vox es lo más alarmante del que está pasando en Madrid estos días.
Sea como fuere, seguro que la campaña madrileña dejará heridas. Lejos del paraíso hedonista que quiere vender Díaz Ayuso, la capital española se está convirtiendo en un polvorín social y político, con un clima cada vez más irrespirable entre dos trincheras que habitan en mundos paralelos. Un gobierno con presencia de la extrema derecha todavía agravará más la situación y polarizará más la sociedad. Y este ambiente enrarecido siempre acaba afectando a la convivencia, con el peligro de que algún día se pueda producir una desgracia.