La Candelaria
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Este domingo es la Candelaria, fiesta cristiana que conmemora la presentación del Niño Jesús en el Templo de Jerusalén y la Purificación de la Virgen, tal y como mandaba la ley judía. Cuarenta días después de Navidad, después del nacimiento, después del parto, había que ir al templo a cumplir esta prescripción. Y así se hizo. El ritual cristiano dispone la bendición de candelas que, repartidas entre los fieles, después, durante la lectura del evangelio se encienden. Me gustaba mucho ese momento, tener en la mano esa candela encendida con esa llamita que oscilaba y nos iluminaba la cara.

Lo de las candelas viene precisamente de la palabra luz que es la base teológica del texto que se lee. El evangelio de san Lucas nos cuenta que en Jerusalén vivía un viejo sabio y temeroso de Dios, Simeón, que siempre pedía a Dios que no le dejara morir hasta que viera la salvación de su pueblo. Simeón, cuando vio al Niño exclamó: "Ahora ya puedes dejar morir en paz a tu siervo, Señor, porque mis ojos han visto tu salvación. La que has preparado ante todas las naciones: luz que se revela delante de todo el mundo y gloria de tu pueblo Israel". Esta luz es la que da origen a las candelas y las candelas son las que bautizan la fiesta.

Antes era una fiesta muy popular, la que marcaba el final del ciclo de Navidad. La tradición era que el pesebre debía mantenerse hasta la Candelaria, que era el día de deshacerlo. También tenía un componente meteorológico. A los catalanes nos gusta esto del tiempo y nos incordiamos el dicho famoso: "Si la Candelaria llora, el frío está fuera; si la Candelaria ríe, el frío está vivo". Es decir que, si llueve, ha terminado el invierno, y si hace sol, todavía nos esperan días de frío y hielo y temblor. De hecho, Candelera es, para los catalanes, como el día de la marmota para los americanos. Si cuando la marmota sale de la madriguera donde ha invernado se ve su sombra, se acabó el invierno. Si no hace sombra, significa que no hace sol, por lo que el mal tiempo todavía durará. Bueno, creo que va así, no lo sé exactamente, aunque ahora nuestros políticos y sobre todo la legión de tertulianos que puebla el país, me parece que dan otro sentido. Les gusta decir: bueno, esto es el día de la marmota. Y se quedan tan barrigas. Y parece que todo el mundo entiende de lo que hablan. Yo no. Prefiero la referencia meteorológica de nuestra Candelaria, con la preciosa y profunda historia que lleva detrás. Y que además podemos decorar con la pareja de tórtolas y la pareja de pichones que debían llevarse al Templo para la Presentación y la Purificación, y sobre todo con las preciosas pinturas que el tema ha inspirado, sobre todo en Mantegna y en Bellini.

Es curioso, siempre lo he pensado, esto del número cuarenta. Cuarenta días después de Navidad es la Candelaria. Cuaresma también tiene cuarenta días. Jesús oró en el desierto durante cuarenta días. Los médicos te ponen en cuarentena si tienes una enfermedad infecciosa. Me parece que si te rompes una pierna, pongámosla, te la enguyen cuarenta días… No sé, porque nunca me he roto todavía. ¿Por qué precisamente cuarenta? ¿Y no cuarenta y dos? ¿O treinta y ocho? Esta fragmentación del tiempo en etapas, períodos, supongo que obedece, u obedecía, a la necesidad de evitar el aburrimiento. Los astros ayudan, noche y día, solsticios y equinoccios, luna nueva y luna llena, verano e invierno, primavera y otoño. Y ya dentro de la organización cristiana de nuestra civilización, el adviento y Navidad, Cuaresma, con su Carnaval preparatorio, Semana Santa, y dentro de ésta, el triduo pascual… y si a todo ello injertamos las fiestas locales, los patrones y patronas, las conmemoraciones políticas, y las comerciales, San Jorge, el Once de Septiembre, San Valentín, el Black Friday, todo son fechas señaladas, con sus obligaciones y sus rituales. ¡Y ahora sólo nos faltaba el día de la marmota!

Me parece que era Carles Riba que habló de lo de "la sublime monotonía / de un día tras un día." Un tiempo sin fiestas, sin obstáculos. ¡Qué aburrimiento! O no.

No sé si reirá o llorará, este año, la Candelaria. El domingo veremos. Por el momento, aquí, en este rincón del Empordanet (yo siempre he creído que era la Selva), de momento hace viento, un viento caliente y molesto. ¿Qué hará mañana? Según la previsión de los hombres del tiempo (supongo que pronto tendremos que decir las personas del tiempo) y la previsión de los teléfonos (que saben mucho), Candelera se reirá estrepitosamente. Tenemos invierno por delante, pues. Frío y tiempo aburrido. ¡Qué bien! Soy absolutamente partidario de los días amodorrados. Se hace mucho trabajo.

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