Celebramos también los logros escolares

Un aula vacía, con las sillas sobre las mesas, en una imagen de archivo.
08/07/2024
4 min

Con la llegada de julio se terminan intensas semanas del fin de curso escolar. Para muchos docentes, llega el momento más esperado: la asignación de plazas. La mala noticia del aplazamiento hasta final de mes se suma a la larga lista de malestares y quejas en el sector educativo. Un desastre más que correrá tinta a la suma del balance de este curso. Una falta de planificación que no ayuda a empezar con buen pie el próximo curso. Parece que existe un sentimiento generalizado de que las cosas habrían podido ir mucho mejor. Hemos vuelto a tener un curso convulso, marcado por los malos resultados de las pruebas PISA. Son muchos los deberes que tendrá que asumir el nuevo consejero o consejera para reconvertir la queja en un clima de compromiso y aprendizaje, conscientes de que hay que mejorar mucho y que nos jugamos mucho en la educación y la escuela.

Sin embargo –y sin negar que nos queda mucho por avanzar– hoy tengo ganas de hacer algo que también hacemos cuando acaba el curso y que quizá deberíamos hacer mucho más: celebrar los éxitos.

Para ello he elegido uno de los mayores aciertos de este curso liderados desde el Departament d'Educació. Y me refiero a la primera edición piloto del programa de residencia inicial docente (SENSEI) que he podido vivir de cerca. Un programa que se propone acompañar y ofrecer apoyo al profesorado novel al inicio de la profesión. Es el único programa de este tipo en el contexto estatal. Aunque la mayoría de países europeos garantizan este acompañamiento y son numerosas las referencias internacionales que evidencian que los países con mejores resultados educativos, los más equitativos y donde existe mayor satisfacción laboral de los profesionales, tienen todos programas de residencia inicial docente.

¿Por qué ha sido un éxito este programa? Los que fuimos constatamos el clima de fiesta y de celebración –tan necesario para los docentes– en la jornada de clausura que se celebró el pasado 27 de junio. Se reunieron más de 400 personas entre equipos directivos, docentes noveles, mentores, formadores y colaboradores de entidades y universidades. Los 247 docentes novatos que han participado en el programa habrán empezado acompañados por un mentor que, a su vez, ha creado comunidad de aprendizaje con otros mentores. Más allá de lo que supone para estos docentes el estar acompañados –sabemos con cifras que esta es una forma de combatir el abandono de la profesión, algo que es muy preocupante en toda Europa– también sabemos que acompañándolos ha contribuido a generar una nueva cultura docente ya la vez una nueva cultura en los centros educativos.

Así lo explicaba en una brillante intervención la profesora Louise Stoll del Instituto de Educación del University College de Londres, experta en liderazgo y en escuelas como organizaciones que aprenden: “Necesitamos desprivatizar la práctica docente y abrirla a los demás. La escuela requiere hoy profesores que quieran seguir aprendiendo, abiertos al cambio y flexibles, a la vez que capaces de asumir nuevos riesgos y de cocrear. La complejidad de las aulas pide trabajar juntos y aprender de forma colaborativa unos de otros”. Y añadía con contundencia: “Las aulas de hoy no pueden permitirse colgar el cartelito de “no molestar” en la puerta”.

La observación entre iguales, la indagación, la codocencia y las conversaciones pedagógicas son algunas de las prácticas que habrán vivido los novatos y que pasarán a formar parte de la vida del centro. Cuando Louise Stoll hablaba de la innovación educativa, siempre añadía el adjetivo de "rigurosa": hecha con método y que se basa en la indagación y las evidencias. El dibujo que nos hacía de las escuelas que aprenden forma parte del ADN del programa SENSEI, que dibuja una rica profesión docente en conocimiento y reflexión conjunta sobre la práctica.

Y es que, a pesar de los aires reaccionarios que llegan –con las absurdas dicotomías entre la cultura del esfuerzo y la innovación educativa–, profesional y éticamente no podemos resistir a los cambios que la situación actual reclama de la escuela y sus profesionales. Debemos estar dispuestos a salir de la zona de confort para identificar qué conservar y renovar, y hacerlo de forma creativa.

Esta disposición hacia la mejora significa también una disposición a aceptar responsabilidades, implica colaboración y salir de una concepción individual de la profesión docente. Y es que la escuela como organización, cuando hace equipo y sabe superar la resistencia al cambio, puede convertirse en un entorno de aprendizaje profesionalizador y en una organización que aprende. Y es en ese contexto y entorno donde el liderazgo pedagógico es fundamental.

El propósito del liderazgo es la mejora de la labor educadora y la consolidación de una cultura de centro que genere sentido de pertenencia y de comunidad educativa. Siempre persiguiendo la misión de la escuela: el aprendizaje de todos los alumnos, sin ninguna excepción. Sabemos que los alumnos aprenden si los maestros aprenden. Por eso es un éxito en celebrar que la residencia inicial docente se convierta en un catalizador del cambio para la mejora de la profesión docente y los centros educativos de este país. Al finalizar la jornada de clausura, un director de escuela lo pidió a los demás: “¡Celebramos más los logros!”.

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