No se habían oído unos gritos de rabia cuartelaria en el Congreso como los que profirieron ayer los diputados de Vox desde el “¡Se sienten, coño!” del teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero, en 1981, cuando entró pistola en mano en el hemiciclo a perpetrar su parte del golpe de estado. El PP y Vox estiran el chicle de la crispación por la amnistía porque estamos en campaña electoral, pero en su indignación se esconde, a partes iguales, la pulsión nacionalista y la frustración de tener que seguir sentados en los escaños de la oposición, precisamente a causa de esta ley que su rival Pedro Sánchez pactó con los independentistas.
Mientras Vox y el PP gritan, la justicia patriótica, o lo que Rufián llamó ayer el “partido judicial español”, se dispone a impedir la aplicación de la ley. A Puigdemont no lo consideran amnistiable y quieren detenerlo en cuanto pase la frontera de La Jonquera. Y a Junqueras tampoco lo consideran apto para la habilitación por culpa del delito de malversación. Están disfrazando de discusión técnica lo que es una visión sesgada de la realidad. Los fiscales del Supremo que ahora se oponen a la amnistía son los mismos que preguntaban lo de “¿Es usted socio de Òmnium?” a los presos políticos. Pero, sobre todo, son los mismos fiscales que acusaron por rebelión a los encausados en el Supremo. Ni el juez Marchena se atrevió a condenarlos por rebelión, pero toda la labor de los fiscales estuvo enfocada en relacionar el 1 de Octubre o el 20 de Septiembre con la violencia armada. O sea que preparémonos para oír lo inimaginable en las próximas semanas.