La credibilidad de la amenaza

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La credibilidad de la amenaza

La política catalana parece una página de aquel escritor novecentista que hacía leer su obra al servicio y que cuando este le contestaba que lo entendía, respondía con un “oscurezcámoslo, pues”. Y así estamos, oscureciendo la lectura del resultado electoral para hacer irresoluble el panorama por momentos.

Si hoy tuviéramos que apostar, la repetición electoral está más cerca que un gobierno de Salvador Illa, la vuelta de Puigdemont está igual de lejos que hace dos meses, la era Junqueras/Rovira ha terminado –por lo que ERC tendrá que resolver una crisis profunda– y Pedro Sánchez deberá arremangarse en la negociación en Catalunya porque no tiene fácil convocar elecciones en España habiendo perdido las europeas.

Vayamos por partes. El Parlament ha vivido el espejismo de un acuerdo independentista que ha hecho president a Josep Rull, un hombre dialogante y el ADN más convergent de los ex presos políticos. Él decidirá qué candidato llama a intentar la investidura, y todo parece indicar que se lo propondrá al ganador de las elecciones, Salvador Illa, y no a Carles Puigdemont. Pero en el PSC, si siguen sin asegurarse los votos de ERC y los comuns, hoy se inclinan por no ir a la investidura. Por su parte, el president Puigdemont debe decidir si lo aplaza o cumple la palabra de asistir a una investidura para la que carece de mayoría. Sin candidato a la presidencia, Rull podría decidir que se ha hecho un acto equivalente a la investidura y que pone el cronómetro en marcha para la convocatoria de elecciones, que se detendría dos meses más tarde.

Mientras, en Esquerra han emergido las disensiones internas. El tándem Junqueras/Rovira tiene ideas distintas sobre el futuro y el grado de renovación de los cargos. Rovira, Jové y Sabrià llevan la negociación, de la que se ha desvinculado Oriol Junqueras, que ha dejado la presidencia del partido para regresar en el próximo congreso. De hecho, Junqueras ha perdido capacidad de decisión interna y su entorno se desvincula de la convocatoria electoral y de algunas decisiones de gobierno. Una parte de la dirección le reprocha que vaya por libre. Sin embargo, sigue siendo el principal activo para la militancia, e internamente se le reconoce la legitimidad del paso por la cárcel.

Las diferencias estratégicas entre los dos sectores habrían sido evidentes en la consulta a la militancia que debía pronunciarse hace pocos días sobre el acuerdo con el PSC en Barcelona. Los críticos habían promovido la movilización, en lo que un buen conocedor del partido califica de "pequeña traición", para hacer fracasar el pacto de gobierno con Collboni.

El electorado de ERC está dividido por la mitad en cuanto a la preferencia de apoyar a socialistas o a Junts. Aritméticamente, solamente es posible la elección de Illa, pero dependerá de convencer a las bases de que el acuerdo vale la pena.

ERC y el PSC tendrán tiempo hasta finales de agosto para negociar sobre la financiación. Los socialistas aseguran que hay margen para el acuerdo y los republicanos saben que solamente es aceptable un pacto que prevea la condonación de la deuda del FLA y un nuevo modelo de financiación menos arbitrario y que implique el control de las bases fiscales. La negociación pinta muy complicada para un gobierno español con una mayoría inestable y una oposición permanentemente irritada, pero que puede influir positivamente en la aplicación de la ley de amnistía.

Si las negociaciones fracasan y se convoca una repetición electoral, habrá que tener en cuenta el humor del soberanismo. Desde el 21 de diciembre del 2017 se ha perdido la mayoría absoluta, y de los dos millones de votos se ha pasado a 1,4 millones en las catalanas y a menos de 900.000 en las últimas europeas. En porcentaje de voto, se ha pasado del 47,5% al 43% y al 33%, aunque el CEO dice que el apoyo a la independencia ha descendido pero se mantiene en un 41%.

Como escribía el politólogo Toni Rodon ayer en el ARA, los votos han ido a la abstención, pero también han huido hacia otras opciones. De los 1.206.000 votos perdidos por el independentismo, 422.000 fueron a la abstención, 290.000 al PSC, 157.000 a comuns, 72.000 al PP y 205.000 a otras formaciones políticas.

El futuro del soberanismo dependerá de la fortaleza y la responsabilidad de los liderazgos, pero también de la renovación estratégica y de su utilidad. Le ha llegado el momento de clarificar estrategias y cumplirlas a corto y largo plazo. La alternativa es la hibernación democrática de gran parte de los ciudadanos hasta que algún día un gobierno del PP vuelva a despertarlos.

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