BarcelonaCinco años después de los atentados del 17-A, la gran pregunta sin responder continúa siendo cómo un grupo de chicos de Ripoll que estaban aparentemente integrados en la sociedad catalana fueron capaces de radicalizarse hasta el punto de cometer aquel ataque terrorista. Con motivo de este aniversario, el ARA entrevista hoy a quien era responsable de inteligencia de los Mossos en aquel momento, Eduard Sallent, y también al alcalde de Ripoll, Jordi Munell. Munell destaca que hasta el 17-A estaba establecida la idea de que si hablabas catalán y tenías un trabajo ya estabas mínimamente integrado, pero que los atentados pusieron fin esta teoría demasiado simplista. Desde entonces, y a partir también otros casos similares que han ocurrido en Europa, sabemos que el proceso de integración es mucho más complejo, y que determinados colectivos son vulnerables al discurso del odio y la victimización si se les manipula debidamente.
Precisamente, Sallent subraya que desde el punto de vista policial todavía queda por aclarar qué grado de conexión tenía el líder del grupo, el imam Es Satty, con el Daesh o Estado Islámico. Averiguar cuál era esta relación es capital para establecer si se trataba de un grupo autónomo y descolgado del Daesh o si, al contrario, era una célula que seguía órdenes del califato en su campaña para extender el terror en Europa. Resulta bastante frustrante que todavía no se conozca con exactitud esta filiación, que sería clave para evitar atentados en el futuro.
Afortunadamente, también es de justicia reconocer que, cinco años después, el Daesh está muy debilitado después de que las fuerzas internacionales, con Estados Unidos y las fuerzas curdas en primer plano, consiguieran expulsarlos del territorio que controlaban entre Irak y Siria. Tampoco Al Qaeda pasa por su mejor momento después de la muerte de su líder, Al Zawahiri. Además, como explica Sallent, los diferentes cuerpos policiales europeos han mejorado su colaboración e intercambio de información, capitales en la lucha antiterrorista. Aun así, el actual comisario de los Mossos avisa que la amenaza de un lobo solitario, una persona o grupo de personas que se radicalizan (por ejemplo a través de internet) y actúan por su cuenta, nunca se puede descartar. Esta es, de hecho, la principal amenaza actual, y también la más difícil de detectar.
Mientras tanto, sin embargo, el gran reto es construir un modelo de integración en el que no haya cabida para los radicales y fanáticos como Es Satty, y una sociedad donde ningún sector se sienta ninguneado o discriminado. En este sentido, la reacción de la sociedad catalana después del 17-A fue ejemplar, porque no se dejó llevar por el odio ni por la rabia, sino que el mensaje que se dio fue muy diferente: no tenemos miedo. Queda, sin embargo, mucho trabajo por hacer. En la atención a las víctimas, antes que nada, y en la investigación de todos los flequillos pendientes, en segundo lugar. Y más a largo plazo, en la tarea de construir una sociedad de la cual nadie se sienta excluido, porque esta es la semilla que los fanáticos de cualquier signo intentarán explotar.