Cualquier titular que diga algo como "Catalunya no es una comunidad que esté infrafinanciada" llama la atención. De modo que he tenido interés en leer cómo lo justificaba el secretario general del Partido Popular de Catalunya, Santi Rodríguez, pero, tal y como me imaginaba, no he encontrado ningún argumento convincente. Incluso sale eso tan antiguo y tan falso de decir "al final, no es lo que aportan los territorios, es lo que aportan las personas". Lástima que todo esté organizado de manera que no es lo que reciben las personas, sino los territorios. O sea que claro que pagan los territorios.
Siempre me ha parecido contradictorio presentarse para defender los intereses de los ciudadanos (los de Catalunya, en este caso) y no querer lo mejor para ellos. Pero si incluso Feijóo dijo en Barcelona (en julio de este año) lo siguiente: "Sé que la Generalitat necesita más financiación, y la tendrá" (no como están pactando PSOE y ERC, pero la tendrá, decía).
Pero donde el festival llega al nivel del mundo al revés es, como siempre, con el catalán. Dice el señor Rodríguez que "el catalán se ha hecho antipático". He buscado si es que ha habido un alud de casos de clientes a los que les han dicho que no los querían atender si hablaban en castellano, pero no ha pasado. De modo que estamos en lo mismo: "Los jóvenes hablan menos catalán que nunca porque se les impone, y los jóvenes se rebelan y son los primeros que dejan de hablar catalán". A ver, muchos jóvenes de este país solo están en contacto con el catalán cuando están en la escuela, lugar en el que el catalán no se les impone sino que se les enseña. Si se rebelan contra las matemáticas o contra el inglés, ¿qué hacemos, les dejamos irse antes? Solo faltaba monseñor Argüello sumándose a "el que pueda hacer, que haga".
