La democracia en América

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La democracia en América

“Los pueblos se resienten siempre de su origen. Las circunstancias que acompañaron su nacimiento y sirvieron para su desarrollo influyen en el resto de su carrera”

(Alexis de Tocqueville, 1835)

De todas las elecciones que se celebrarán este año, las más trascendentales para el resto del mundo tendrán lugar en Estados Unidos. También serán las más decisivas para los europeos, que siguen viviendo en el mejor de los mundos a pesar de perder competitividad económica y envejecerse, aunque necesitan reestructurar la forma en que se toman las decisiones para que sea compatible con la ampliación de la UE.

Son tiempos convulsos y la democracia ya no tiende al aburrimiento sino a la lucha por sobrevivir. Es así en todo el planeta y también en EE. UU., donde las elecciones irán sobre la salud de lo que el presidente Biden llama “el alma de la nación”. Es decir, el conjunto de valores y aspiraciones que durante siglos han constituido la idea de la propia democracia y a los que se refería Alexis de Tocqueville cuando escribía: “Entre las cosas nuevas que en mi estancia en Estados Unidos me llamaron la atención, ninguna me sorprendió tanto como la igualdad de condiciones. Sin dificultad descubrí la prodigiosa influencia que este primer hecho ejerce sobre la marcha de la sociedad, dando a la opinión pública una cierta dirección, un determinado giro a las leyes, máximas nuevas a los gobernantes y costumbres peculiares a los gobernados”.

Si bien la igualdad que vio Tocqueville solo afectaba a una parte de la sociedad blanca (la enmienda constitucional que permitió el voto de los hombres negros es de 1870 y la de las mujeres de 1920), la igualdad que otorga la democracia está hoy amenazada por la desigualdad económica y el desprestigio de la política.

Los estadounidenses harán frente a una de las peores campañas de la historia con dos malos candidatos. Uno parece una estrella contracultural del rap con su panoplia dorada, machista, antisistema dentro del sistema y sus 77 años. El otro es un hombre de 81 años con gafas de aviador que ha perdido el apoyo de los jóvenes que lo apoyaron en las elecciones del 2020, así como de los latinos y negros. Según una encuesta del New York Times publicada el 19 de diciembre, Trump va por delante de Biden (49% a 43%) en el grupo de edad que va de 18 a 29 años.

Biden tiembla en las encuestas, aunque el mercado laboral es robusto, el paro es bajo y los salarios mejoran en la parte baja de la distribución de los ingresos, lo que reduce la desigualdad. La inflación se va reduciendo sin que la economía entre en recesión, pero los buenos datos no se están trasladando a la percepción de la opinión pública.

Biden no es un buen candidato. Solo el 24% de los estadounidenses quieren que se presente a la reelección, pero ha protagonizado algunas sorpresas, como su propia victoria del 2020 y las elecciones de mitad de mandato del 2022, cuando los republicanos esperaban arrasar pero los demócratas resistieron sorprendentemente bien.

Que los demócratas no tengan un candidato ilusionante no es una buena noticia, y tiene más que ver con un liderazgo acobardado que con la capacidad de generar liderazgos. En caso de que Biden no se acabara presentando, lo más probable sería la elección de la vicepresidenta Kamala Harris por falta de tiempo de consolidar otros liderazgos como el de Gavin Newsom, gobernador de California.

El calendario de los próximos meses hará coincidir las visitas de Trump a los juzgados, donde todavía tiene que hacer frente a cuatro juicios por 91 delitos, con el inicio de campaña. Pero Trump, pese al intento de golpe de estado de hace tres años, mantiene vivas las posibilidades.

De las elecciones norteamericanas dependerá el futuro de dos guerras en marcha. Por un lado, la debilidad de Netanyahu se ha convertido en una sangrienta huida hacia delante que solo Estados Unidos puede detener. El primer ministro se ha revelado una desgracia para la seguridad y gobernanza de los israelíes y para la estabilidad de la zona. En Gaza, dos millones de personas pasan o están en riesgo de pasar hambre, el comercio naval mundial está en el aire. La guerra amenaza con extenderse con la milicia de Hezbolá al Líbano y, por tanto, con los aliados de Irán. Ningún civil está seguro en Gaza, donde escasean los alimentos, el agua y los medicamentos.

¿Qué pretende Netanyahu? Apartar a Hamás del gobierno de Gaza, pero no lo conseguirá con el asesinato indiscriminado de la población de la Franja, y es ingenuo creer que la ocupación sería sostenible. De momento, según el ministerio de Salud, han muerto 22.000 gazatinos y la ONU cuantifica en otras 7.000 las personas que habrán quedado bajo los escombros. El primer ministro pretende liderar la guerra hasta haber arrasado a Hamás, pero cada día se debilita más. Sostenerse en el apoyo de los radicales y que el Tribunal Supremo haya puesto en jaque la reforma judicial deja al primer ministro en la picota y las relaciones con Estados Unidos al límite.

Europa tendrá que dar un paso adelante en Ucrania pase lo que pase en Estados Unidos. La resistencia es cada vez más difícil y, en palabras de nuestro enviado especial, Francesc Millan, el ambiente de guerra es cada vez más enrarecido. Lo que antes era orgullo en las palabras de Volodímir Zelenski es hoy frustración y rabia. En la UE empieza a hablarse de una paz por territorios y la adhesión de Kiev a la UE. Ucrania es el muro de la Europa democrática frente a la Rusia de Putin y necesita armas y dinero. Urgentemente.

Putin no parará si gana esta guerra. No detendrá sus ansias territoriales porque en ese afán imperialista y totalitario basa su poder interno. También en Rusia habrá elecciones. En este caso, un simulacro.

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