Desconectarse

Desconectarse
28/10/2025
Directora del ARA
3 min

Aunque parezca increíble, buena parte de la política y la sociedad catalanas está todavía en estado de shock ocho años después de la fallida declaración de independencia. Atribuible a la represión, al exilio, de acuerdo. Pero no deja de ser una realidad que a una parte importante de la sociedad catalana le cuesta salir de un estado de frustración y a sus líderes del bucle de la melancolía.

Ocho años después, hay un votante al que se le prometió Ítaca y que hoy está en el umbral de votar a Aliança Catalana masivamente. Por frustración, por la aceleración del cambio de fisonomía del paisaje, para castigar el incumplimiento de expectativas de los protagonistas de un Procés que presentaron lejos del principio de la realidad de las mayorías en Catalunya y del poder del Estado.

La frustración se va canalizando hacia el populismo con gran naturalidad también en Catalunya. Un populismo que, como dice el ensayista Giuliano da Empoli en la entrevista que hoy publicamos en el ARA, vende milagros empaquetados en un espectáculo.

Las expectativas electorales de Aliança Catalana no son ajenas al nerviosismo dentro de Junts per Catalunya por los resultados de la negociación con el PSOE. Los del ex president Puigdemont quieren marcar un perfil propio que hoy aparece desdibujado por una aproximación a los socialistas que creen que les complica hacer oposición en Catalunya y de la que no han sacado los resultados que esperaban. Probablemente Junts se desconectará de la mesa de negociación suiza, denunciará el incumplimiento del PSC del acuerdo de Bruselas con el PSOE y hará sudar cada votación en el Congreso de los Diputados. Pero no hará caer a Pedro Sánchez. No tiene capacidad, salvo que vote una moción de censura con el PP y Vox, y esta es una jugada extraordinariamente arriesgada para su electorado.

No se puede descartar que alguien dentro de Junts considere que conviene un nuevo efecto Aznar y que una victoria de la derecha y la extrema derecha en España pueda reactivar la indignación del soberanismo. Pero Junts no puede precipitar el fin de Sánchez.

La ruptura de Junts aumentará el clima de fracaso de la vía negociadora. Junts continuará su batalla con Aliança Catalana, pero tampoco les irán bien las cosas ni al PSC ni a ERC.

El clima que se imponga en Catalunya dependerá de los gobiernos catalán y español. El president Salvador Illa está cómodo en la Generalitat y ha ocupado el espacio con una agenda de gestión que el país necesitaba. Pero se equivocaría si no evaluara la importancia de avanzar en temas clave como la financiación y se adaptara a las necesidades del PSOE. Reclamar la gestión de los recursos propios para hacer políticas cercanas a los ciudadanos es irrenunciable para cualquier president de la Generalitat que no vea la institución como un apéndice regionalista.

¿El nuevo desierto?

Gaziel, uno de los grandes intelectuales catalanes del siglo XX, reflexionó con una lucidez amarga sobre la naturaleza del país. En Meditacions en el desert Quina mena de gent som, describía Catalunya como una nación vital y culta, pero incapaz de expresar esta fuerza en el terreno político. Esta incapacidad, a su juicio, no sería solo un accidente histórico, sino una característica profunda del carácter colectivo de los catalanes: una especie de mal congénito que arrastra el país desde hace siglos.

Para contarlo, Gaziel utilizaba la idea del hibridismo. Quería decir que Catalunya es una sociedad mezclada y dividida interiormente, una tierra que ha combinado dos almas contrapuestas sin conseguir nunca una síntesis estable. Por un lado, el espíritu mediterráneo y racional, propio del viejo país mercantil y civilizado; por el otro, el espíritu castellano y sentimental, impuesto por siglos de centralismo y dependencia. Esta mezcla –a medio camino entre dos formas de entender el mundo– dio lugar, a su juicio, a un pueblo inteligente pero indeciso, activo pero desorganizado, capaz de grandes hazañas individuales pero incapaz de mantener una dirección política colectiva.

Por eso, Gaziel hablaba de la "congénita incapacidad política de los catalanes" y del "incurable hibridismo" de Catalunya. No hablaba con desprecio, sino con una suerte de tristeza resignada.

Hoy ya no existe la Catalunya de Gaziel y hay más personas nacidas en Catalunya que nunca. La identidad tiene que repensarse de nuevo y está hecha de identidades complejas. Si lo hace una opción política excluyente y un votante frustrado por las expectativas incumplidas y convencido de que sus males económicos y su desconcierto son responsabilidad de los inmigrantes, Catalunya perderá definitivamente la oportunidad de ser un solo pueblo plural, integrador, rico e ilusionante.

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