Nadal es una prueba de esfuerzo emocional en los cinco continentes, pero aquí se ve que no tenemos suficiente con tener que correr y llegar tarde con los canelones, y nos hemos inventado el épico doblete Nadal-Sant Esteve. Català es todo aquel que queda con toda la familia dos días consecutivos y sale vivo. Hoy que cada oveja ya se ha ido a su corral, he aquí algunas reflexiones después del último gin-tonic.
El infierno no son los demás, como dijo Sartre, los demás son un espejo. Aquel que hace el mismo comentario gracioso cada año y ya hace apuestas a ver a qué plato saldrá, o aquel que sabe más que tú de tu especialidad, o aquel que todavía está en el rellano y ya pone cara de venir por compromiso y que lo habrías puesto en marcha escaleras abajo con el abrigo puesto, aquel podrías ser tú. Y también podrías ser aquel que siempre la caga cuando saca un tema y te hace dudar si es que pone buena voluntad pero no sabe más y hay que perdonarlo porque ha tenido una vida dura, o en realidad se ha estado esperando todo el año para venir a tomarte el pelo, los barquillos y el whisky del lote del despacho. ¿O es que los cuñados siempre son los demás? Porque si los demás se han hecho mayores, tú también. Y si con los años no han mejorado, como el buen vino, piensa cómo vas tú de nota de cata.
Pero seguro que el doblete te ha hecho descubrir alguna perla, porque las familias son como los libros, que según la época en que los lees te dicen cosas distintas. Aquellos de los que no esperabas nada especial y has acabado sintonizando y te han hecho feliz, piensa que quizá sea porque no esperan al doblete para pensar en ti y no corren por los regalos cuando viene Navidad, porque son generosos todo lo año.