El duelo Musk-Trump: barro digital y limitación de daños

Elon Musk y Donald Trump en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Trump ha dejado en manos del líder de Tesla, X y Space X la reducción de la administración.
12/06/2025
3 min

El duelo de egos del Despacho Oval estaba condenado al desastre. El narcisismo de uno acabaría fijando los límites del poder del otro. Pero el enfrentamiento retransmitido entre Donald Trump y Elon Musk es mucho más que un simple choque de personalidades. Supera los espectáculos televisados que el presidente de Estados Unidos ofrece acompañado de los mandatarios internacionales que lo visitan en la Casa Blanca. La nueva Guerra Fría de Washington también tiene capacidad de destrucción mutua. Las empresas del hombre más rico del mundo necesitan contratos públicos, y el presidente de Estados Unidos sabe que está en deuda con un Musk que se convirtió en el instrumento esencial de su regreso a la Casa Blanca.

El divorcio entre Trump y Musk hace más evidentes las incoherencias ideológicas del movimiento MAGA: esta mezcla de mercantilismo, conservadurismo religioso, adelgazamiento del estado y oligopolismo tecnológico. Son las contradicciones de un ejercicio del poder concebido desde la filosofía de un Silicon Valley que se jacta de "moverse rápido y romper cosas". Musk y Trump son, sobre todo, el símbolo de las nuevas jerarquías del poder; de esa fusión entre el poder digital y el poder estatal que está transformando el orden global. En 2021 el politólogo Ian Bremmer ya teorizaba sobre este "momento tecnopolar" que la nueva administración Trump ha reforzado aún más. "La política está cada vez más subordinada a los objetivos privados de los tecnólogos", argumentaba nuevamente Bremmer en un reciente artículo en la revista Foreign Affairs, por eso, "aunque el control de las grandes tecnológicas sobre Washington no dure, el daño quedará". El nuevo poder digital supera la dispersa agenda de Donald Trump, por muchos superlativos y mayúsculas que acompañen a la política del nuevo inquilino de la Casa Blanca. "Las consecuencias de los disturbios del 6 de enero –escribía Bremmer en el 2021– son la última prueba de que Amazon, Apple, Facebook, Google y Twitter ya no son solo grandes empresas; han tomado el control de aspectos de la sociedad y la economía" del país. Quizá por eso el propietario de X se permitía tuitear hace unos días que "a Trump le quedan tres años como presidente, pero yo estaré por aquí más de cuarenta".

Se ha roto el amor que Trump y Musk se profesaban. Pero el magnate sudafricano sigue siendo el propietario de un ecosistema mediático que ha sabido convertir en un instrumento algorítmicamente construido al servicio de una agenda ideológica propia, donde se mezclan información, mentiras, teorías conspirativas, memes, propaganda y un concepto de libertad de expresión que ampara el discurso de odio. Una combinación perfecta de ruido digital y de filias y fobias del propio Musk, que el 7 de febrero de este año declaraba su amor por Trump: "Quiero a @realDonaldTrump tanto como un hombre heterosexual puede amar a otro hombre", decía en X. Solo cuatro meses después, el hombre más rico del mundo acusa ahora al presidente de Estados Unidos de "ingrato" y mentiroso, mientras califica el proyecto de ley fiscal de Trump (que propone recortes de impuestos y de cobertura sanitaria y un aumento del déficit público) de "repugnante abominación".

En cambio, Trump, que ya ha demostrado que no tiene ningún problema para insultar o ridiculizar a amigos y enemigos desde sus redes sociales, ha optado por no echar más leña al fuego, y recomienda prudencia a su gabinete. Mientras calcula y delimita los daños de este divorcio, Trump apuesta, una vez más, por intentar tomar el control de la agenda y alimentar su propio ruido mediático con el objetivo de amortiguar el impacto de la humillación del rifirrafe público. Abandonado por el "genio", el presidente se aferra al poder duro: por un lado, envía a la Guardia Nacional a Los Ángeles para sofocar la protesta en las calles contra su política de deportaciones; por el otro, planifica un desfile militar, previsto para el 14 de junio, coincidiendo con el 250 aniversario de la creación del ejército estadounidense y –casualidades de la vida– con el día en que Trump cumplirá 79 años. Casi 7.000 soldados, 50 aviones y 150 vehículos militares participarán en la exhibición que recorrerá el National Mall de Washington y ofrecerán la pompa marcial que el poder imperial de Trump necesita en estos momentos de desafío interno y barro digital.

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