pedro Sánchez aplaudido hoy en el Congreso  de los Diputados, en Madrid
13/07/2022
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En caída en las encuestas, con la inflación desbocada y tambores de recesión internacional en otoño, con la perspectiva de unas complicadas elecciones municipales y autonómicas la primavera que viene, y con el renovado PP de Alberto Núñez Feijóo haciendo gala de una moderación más aparente que real pero de momento efectiva, Pedro Sánchez tenía que actuar. Y lo ha hecho. Ha aprovechado el debate de política general para imprimir un nuevo giro en su estrategia. Una vez más asoma la cabeza el político táctico. El objetivo: acabar la legislatura y, por lo tanto, ponerlo difícil a los que lo quieren echar de la Moncloa. El jefe del gobierno español y líder del PSOE ha decidido volver a mirar hacia los socios que hicieron posible su investidura y que le han aprobado los presupuestos: se focaliza de nuevo hacia la izquierda y hace así olvidar las recentísimas fricciones con los socios por la crisis del Sáhara, la valla de Melilla y el incremento de gasto militar a remolque de la cumbre de la OTAN.

Si en las últimas semanas había irritado a Unidas Podemos, ERC y Bildu, ahora les vuelve a lanzar una operación de seducción. Después de empezar a marcar terreno con leyes como la de la memoria, este martes se ha presentado como una especie de Robin Hood de las clases medias y populares, calificándose él mismo como un gobernante "incómodo para los poderosos". El exceso retórico lo acerca al populismo. Y en parte también las medidas concretas, vistosas y efectistas, a la vez que con fecha de caducidad: un impuesto excepcional y temporal que gravará la banca durante los ejercicios 2022 y 2023 (se calcula que reportará a las arcas del Estado 1.500 millones de euros anuales), que se añade al ya anunciado previamente para las empresas gasistas, petroleras y eléctricas (2.000 millones anuales); abonos multiviaje gratis durante cuatro meses, de septiembre a diciembre, para los usuarios de las Cercanías de Renfe, y una ayuda adicional de 100 euros mensuales, también entre septiembre y diciembre, para los estudiantes de más de 16 años que ya reciban becas.

A este movimiento, más estratégico que de fondo (cuesta creer que detrás haya un auténtico tumbo ideológico), le falta la pata catalana. Sánchez mantiene el tono conciliador y dialogante hacia el soberanismo, pero poca cosa más: ninguna concesión concreta o gesto explícito, ni que sea, como en el caso de las políticas sociales, de carácter efectista. Respecto a la carpeta catalana, el presidente español no ha ido más allá de ofrecer buenas palabras. Los movimientos se están produciendo sin que se noten mucho. Prevalece el miedo al ruido de la derecha mediática patriotera. Casi entre bastidores, se están moviendo algunas cosas, pero en ningún caso a Sánchez se le ha ocurrido hacer bandera de ellas en la tribuna del Congreso en el debate del estado de la nación. ¿Cuáles son estas cosas? Pues la posibilidad, ahora sí, de hacer efectiva una reforma del delito de sedición como propusieron hace dos años los comuns o el cambio de criterio repentino de la Fiscalía, que ahora acepta que se devuelva a ERC el dinero de la fianza que el partido republicano puso para los gastos de los acusados del 1-O.

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