¿Vamos a una guerra? ¿Cómo acabará todo esto? Ya hace tiempo que en las conversaciones se nota la inquietud y el desconcierto sobre el futuro de un mundo que no es cómo nos lo habían contado. Y por si fuera poco, Donald Trump acaba de poner letra a la inseguridad con un documento –Estrategia de seguridad nacional de Estados Unidos– en el que proclama que "Europa se enfrenta a la desaparición de su civilización", desbordada por la inmigración y "a punto de perder su identidad", y "que no está claro que tenga economías y ejércitos lo suficientemente fuertes para seguir siendo aliados fiables". La pérdida de identidad, la inmigración, la caída de las tasas de natalidad y la censura de la libertad de expresión son, según Trump, algunas de las plagas de Europa. Conclusión: "Estados Unidos debe seguir siendo la nación más grande y exitosa de la historia de la humanidad y el lugar de la libertad" y nuestro objetivo debe ser "ayudar a Europa a corregir su trayectoria actual".
Quizá haya que empezar a pensar que el cineasta Costa-Gavras tiene razón cuando dice: "Lo siento, pero Trump es la personalidad que mejor define nuestra época". Es cierto que con su desinhibición hace aflorar lo que no querríamos creer, que las democracias liberales se tambalean y que es el imperio americano el que las quiere encuadrar en un nuevo orden autoritario conforme a los caprichos de Washington. La impunidad del presidente tiene una ventaja: nadie puede alegar ignorancia sobre sus intenciones. Y todo se tambalea: el desconcierto europeo se hace especialmente elocuente.
Llueve sobre mojado. El presidente Macron, que ha llevado al Elíseo a sus horas más bajas, incapaz de formar un gobierno estable y solvente, anuncia la recuperación del servicio militar nacional voluntario, en aras de la necesidad de movilizar al país ante el momento crítico que vive el mundo y con voluntad de capitalizar la apelación a la ciudadanía en la defensa de Francia. Tiempos críticos, cierre de filas: ¿al servicio de quién? El presidente ruso, Vladimir Putin, como si hubiera olvidado la invasión rusa de Ucrania con la ocupación de buena parte del territorio, dice que "no tiene ninguna intención de hacer la guerra en Europa, pero que si Europa la desea y comienza, el país está ya preparado desde ahora". Y el teniente general Francisco Braco, jefe del ejército del aire español, advierte que "no estamos en guerra pero tampoco en paz" y que "hay armas en el espacio".
En este estado de inquietud, Donald Trump decreta y ordena el camino a seguir para encuadrar a Europa. Exigiéndole que aumente un 5% el presupuesto militar "por su propia defensa". El dilema de Europa es claudicación o resistencia. Y si no es ella quien defiende los valores democráticos, ¿quién lo hará? ¿No seremos capaces de demostrar que no, que no es la época Trump, y que todavía tenemos mucho que defender?