En una misma semana he participado en dos encuentros sobre educación, uno en Oporto y otro en Barcelona, con participantes de diferentes países de Europa. Compartíamos atónitos la inquietud ante unas elecciones europeas que están suponiendo la exaltación de populismos, con todo lo que significa de retroceso, de crisis de los valores fundacionales de Europa, que no son otros que los de la escuela. Porque escuela y democracia son condición y consecuencia. El auditorio de la Universidad de Oporto derramaba de emoción cuando, en la clausura, todos nos unimos en una sola voz cantando el Grândola, villa morena. Ahora que hace apenas 50 años de la democracia en Portugal.
La guerra en Ucrania, la remilitarización de Europa, el aumento de la extrema derecha o la crisis climática son temas que han estado en el corazón del debate de las elecciones de este domingo. Durante la campaña, adolescentes y jóvenes que se inician en la política han visto imágenes que no habríamos podido imaginar hace unos años. Debates y mítines donde lo que predomina es la instigación al odio y donde el insulto, el enfrentamiento visceral y la mentira se exhiben impunemente.
Por eso es urgente en Catalunya no perder más tiempo en el sector educativo con debates simplistas, polarizados y confrontados, e intentar detener las mentiras y los insultos que corren en las redes. Es tiempo para debatir, sí, pero abiertos al diálogo entre los diferentes puntos de vista, y alejados de las certezas inconmovibles que tanto daño hacen. Debemos estar a la altura de las circunstancias y reivindicar la responsabilidad de la educación en el combate contra estas nuevas formas de populismo y fascismo que nos amenazan. Lo decían en estas mismas páginas Montserrat Font y Juli Palou: "No nos convienen ni los clamores reaccionarios que se esconden bajo disfraces progresistas, ni creer de manera acrítica que lo nuevo, porque es nuevo, es mejor. Fundamentamos el saber, contrastémoslo, compartámoslo y situemos el escuela en el centro de las prioridades sociales y políticas".
Es tiempo de recuperar parte de nuestro pasado, el de una Europa que gestó en su seno los movimientos pedagógicos de resistencia, de pacifismo y de internacionalización al salir de la Primera Guerra Mundial: el movimiento de la Escola Nova bajo los principios de la libertad y la democracia. También en Cataluña la educación ha sido, en distintos momentos de nuestra historia, una forma de lucha. Alejandro Galí decía que "si se salva al hombre, se tiene todo salvado", y con este lema impulsó una revuelta y un movimiento de maestros contra el franquismo. Porque si se salva a la persona se salva la libertad de pensar y la capacidad de actuar. La civilización, gracias a la escuela, ha sobrevivido a la barbarie en Europa, desde la Antigua Grecia. También hoy, hacer escuela es resistir en tiempo de propaganda. Resiste Ucrania haciendo escuela en refugios y bajo las bombas. Es símbolo de que la escuela, que es el lugar donde aprender a pensar, se ha convertido también hoy en una forma de resistencia y de combate a los nuevos fascismos. Mientras tengamos escuela y lengua, sea oficial y con todos los derechos o clandestina, habrá motivo para la esperanza.