La economía crece. No la europea, que según las últimas previsiones de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)no llegará a crecer el 1% este 2024. Existe demasiada inestabilidad política, dentro del continente ya nivel internacional. Y la locomotora alemana se detiene. Pero donde parece que esa agitación no llega es a la economía española. La OCDE revisa hacia arriba las expectativas de crecimiento para este año, situándolas en el 2,8%. Por encima de las previsiones del gobierno español, y convirtiéndola en el verdadero motor europeo.
Sin embargo, estos datos contrastan con los presentados recientemente por el Banco de España. No por el crecimiento del PIB, en el que coinciden en el 2,8%, pero sí por la evolución del consumo de la población. Estiman que, desde antes de la pandemia, el consumo privado ha caído un 4%, aun teniendo en cuenta los cambios en los precios y en la demografía. Crece la economía pero no el gasto de las familias en bienes y servicios.
Desde el año 2021 los precios de la energía empezaron a subir, y seguidamente hubo la invasión a Ucrania, que llevó la inflación a máximos en torno al 10%. Los alimentos, el transporte y las facturas del hogar se encarecieron sobre forma. Como respuesta, el Banco Central Europeo endureció la política monetaria, aumentando los tipos de interés y encareciendo así el crédito y las hipotecas. Todo esto ha llevado a las familias a tener que hacer recortes en su consumo para poder afrontar la subida del coste de la vida. Hacer manos y mangas para llegar a fin de mes.
Pero este ajuste no ha sido igual entre las distintas familias. Los datos del BdE, en base a la Encuesta de Presupuestos Familiares del INE, nos muestran que esta caída del consumo se explica principalmente por los hábitos de las familias de rentas altas. Estas familias, ante la creciente incertidumbre política y económica, parece que han optado por ahorrar más y tener así capacidad de respuesta en el futuro. ¿A costa de qué? De gastos prescindibles, como cambiar de ropa, de coche o de muebles, y de ir menos al cine. En cambio, las familias con menos ingresos han recuperado los niveles de consumo previos a la cóvid-19. Pueden ajustarse poco en gastos prescindibles, ya que gastan mucho menos en ello. Muchas han visto aumentados sus ingresos en estos años, por las sucesivas subidas del SMI y por mejoras del sistema de protección social como el ingreso mínimo vital (IMV). Pero ese dinero ha ido a pagar bienes de primera necesidad como los alimentos, en los que hay pocas posibilidades de ajustar gastos.
Hoy por hoy, el crecimiento de la economía no se traslada a una mejora de la calidad de vida de muchas familias, que a pesar de los aumentos salariales no han recuperado el poder adquisitivo. La inflación se ha moderado y el BCE ya está aligerando la presión en los tipos de interés. Pero la política económica está paralizada por la conjunción de una elevada deuda pública (del 105% del PIB) y la ausencia de presupuestos generales del Estado. Para ser el motor europeo necesitamos que alguien lleve el volante.